Capítulo 17

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Franco
¿Perseguirla? No he llegado al punto que me impulse a hacerlo. Por lo que la dejo ir con sabrá Dios quien en un auto.
No niego que una furia momentánea recorrió mis venas hasta llegar al Hospital, hasta sentí aquello que solo había sentido por Thor, mi exmascota que Dios la tenga en la gloria. Solía ponerme rígido cuando se escapaba tras alguna cachorra que llamara su atención.
Así que sí, no experimento ese sentimiento con cualquier cosa...

Cierro la puerta con cautela para cercionarme de que no esté durmiendo pero al voltearme la encuentro sentada con la espalda recostada al cabezal de la camilla. Su rostro se ve menos afectado ahora, la herida ha cicatrizado con las múltiples cremas aplicadas por el cirujano plástico y la quemadura en parte de su mejilla ha casi desaparecido.

—Mi salvador ha llegado —dice animada y al llegar a ella beso su frente.

—¿Cómo estás hoy?

—Mejor que ayer y peor que hace un mes —suelta con sarcasmo y niego con la cabeza sosteniendo una sonrisa.

—Ya te dije que nunca dejarás de verte increíble —le repito como en cada visita—, en una semana regresas a casa.

—Eso llevan diciendo hace tres semanas. —Rueda los ojos y toma un sorbo del jugo que agarra de su mesita derecha.

—¿A caso no notas lo bien que estás? Te encuentras lista para salir de este...

—Infierno llamado Hospital —termina por mi y asiento. También odio los Hospitales...

—Franqui...

—¿Sí? —cuestiono sentándome en el sillón junto a su camilla.

—Esta mañana vino mi ginecóloga —comienza a hablar y prontamente deduzco de qué se trata, por lo que suelto un suspiro y la escucho con seriedad—. Dice que mi cuerpo no está preparado para una nueva intervención, y menos de ese tipo. Debo esperar al menos treinta días para... Ya sabes, abortarlo.

Esa palabra me asquea. Pero no lo demuestro.

—Que todo sea conforme a la voluntad de Dios, no puedo decir nada más —alego pasándome una mano tras mi cuello, esperando tajar el tema con mi respuesta.

Al parecer lo consigo porque Riley desvía la mirada a la ventanilla de cristal que ilustra las afueras y comienza a parlotearme sobre cosas poco importantes.

Verificar el orden de Vitale en la mañana; cerrar negocios de mi padre en las tardes y visitar a Riley cada dos días se ha vuelto una rutina que lejos de acostumbrarme me agota. No tengo descanso y la soledad me obliga a despertar cada día abrazando a una extraña.

Hecho de menos a mis padres. Ser adulto y tener otras prioridades no me quita lo de mimado.

Desde que mi hermano y su novia llegaron, los he visto muy pocas veces, casi nunca encuentro el tiempo para visitarlos, y al parecer, ellos no planean visitarme a mi tampoco.

Emma me dijo que mi madre vendría en cuanto Félix se instalara en mi Falta, y hasta ahora me sorprende que no se le halla visto ni un pelo por los alrededores.

Al pensar en ello saco mi celular y me recuesto al espaldar de mi silla. Dibujo garabatos en una hoja blanca que hay sobre mi escritorio y espero a que mamá conteste.

—¡Mio figlio! —exclama con esa voz irónica que usa cuando reclama algo.

—Mamma.

—¡Oh mio dio, dimentichi di avere una famiglia! —enuncia con fingida tristeza y sonrío porque conozco sus sisañas.

—Ah mamma, non iniziare. Ho parlato con papà ieri sera, ¿non te l'ha detto?

—Quel signore non mi parla da una settimana. Bastardo —refunfuña y me hecho a reír.

Durante algunos minutos me cuenta porqué mi padre no le habla desde hace una semana. Según ella, lo encontró bebiendo en su despacho y con calma le explicó que el médico le prohibió ingerir alcohol —imagino el escándalo de doña Giada, no engaña a nadie usando la palabra "calma"—.

Me avisa que en una semana estará de visita y obviamente sé el motivo de su viaje: Félix y su prometida Estrella.

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     𝕌𝕟 𝕓𝕒𝕚𝕝𝕖 𝕡𝕒𝕣𝕒 𝔽𝕣𝕒𝕟𝕔𝕠
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Termino de firmar los tantos contratos del mes y suelto un profundo suspiro cansino mientras estrujo mi rostro con mis manos. Últimamente he decidido trabajar aquí en Vitale, tengo a Verónica y a Ronan cerca para cuando los necesito y eso es más que oportuno.

Thomas me comunica que el club está a punto de abrir y decido bajar para recibir a los primeros clientes. Hace mucho no interacciono con ellos. Y la verdad, creo que hoy me daré el gusto de disfrutar de mi propio proyecto.

Bajo las escaleras rumbo al salón principal y Thomas no me pierde el paso. Pasamos por la barra de Ronan y le pido que me sirva un Whisky mientras deslizo la mirada a las bailarinas, quienes ensayan por última vez la presentación de esta noche.

Tomo el whisky sin apartar la mirada de las chicas y una en particular me hace perder la concentración y termino derramando un poco de líquido sobre mi camisa.

Ignoro lo que acaba de sucederme y trago en seco.

—¿Qué demonios hace ella ahí? —le pregunto a Ronan viéndola mover su empinado trasero al ritmo de la música.

Sus largas y preciosas piernas se enredan en la barra de la plataforma más alta y se sujeta con sus manos para comenzar a hacer una serie de movimientos y actos cargados de seguridad, fuego y arte.

Su cabello está suelto y se apega a su rostro por el sudor que emana de su piel. Se desliza en el tubo y no sé de qué manera abre las piernas con la cabeza hacia abajo, colgando de un extremo de la barra sin agarre a la vista.

Me sobresalto pensando que podría caerse, pero mi susto se deshace cuando toma el control de sus movidas y comienza a dar vueltas de un modo tan sensual y cautivador que me hace desear cosas que en este momento están fuera de mi alcance.

Lleva puesto una lencería brillante color rojo intenso con bordes de encaje adornando sus nalgas. Y por si fuera poco, el sujetador que trae no deja nada a la imaginación.


—Tome esto señor —me dice Ronan extendiéndome un paño para que limpie el desastre en mi camisa. Lo agarro pero no aparto la vista de la castaña—. Isabel se ha caído y ella le está mostrando algunos nuevos movimientos que evitarán que se caiga nuevamente. ¿No debí permitirle que subiera? —me pregunta y niego.

—No, y no no debí salir sin algo para cubrirme —digo para mí mismo refiriéndome al vulto que se ha formado tras la portañuela de mis pantalones—. Dile a Mariana que si quiere conservar su trabajo, que suba y me espere en mi despacho.

—Entendido señor —contesta él y yo me alejo para saludar a una pareja de viejos amigos que veo atravesar las puertas.

«Mariana no debió subirse a la barra con ese atuendo, no debió hacer eso sin consultarlo conmigo antes, ese no es su trabajo, y lo más importante, no debió bailar así frente a tanta gente». Pienso y la imagen de su cuerpo bailándome a solas me invade.

Desearía verla bailar cada maldito día. Pero no apruebo que lo haga frente a otros hombres.

Si solo pudiera bailar para mí...

💃Un baile para Franco🤑✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora