Mariana
Apoyo mi cabeza sobre dorso de mi mano derecha sobre el mesón y me distraigo observando a los primeros clientes que llegan. Y por supuesto, no hay persona que no vista de etiqueta.—¡Mariana! —exclama Ronan por encima de la música, dirijo la mirada hacia él y se aproxima para decirme—. ¡El jefe te espera en el salón de juntas! —enuncia y contesto con un asentamientos de cabeza.
Me deslizo sobre el taburete de un metro en el que estoy sentada con cuidado de no razgar mi falda y me encamino rumbo a la escaleras para ascender directo al salón de reuniones de Franco.
La puerta está cerrada.
«¿Debo llamar? ¿No que aquí había un guardia custodiando la puerta?».
Sin saber qué rayos hacer me decido por dar dos toquecitos en la puerta. Me quedo sigilosa con la idea de que abrirá pero luego de esperar por tres minutos deduzco que por la música seguro no escucha los toques.
«Dicidido, voy a entrar».
Giro la manija de la puerta con cuidado y asomo mi cabeza para encontrarme con una escena perturbadora.
—¡Ohhhhh! —gime mi jefe con la mirada puesta en el techo y los labios entreabiertos.
Verónica está de rodillas en el piso sujetando lo que sea que hay en sus pantalones y ¡Auch! Una daga directo a mi corazoncito que comenzaba a inclinarse hacia cierto galanazo.
Franco abre los ojos y al encontrarse con mi presencia anonadada se apresura en voltearse para acomodarse "eso".
—¡Lo siento! Yo... Mejor regreso luego —digo rápidamente y hago un amago de irme.
—¡No, ey, espera! —me llama Franco y titubeo.
Verónica se pone de pie y arregla su cabello alborotado. Recoge su planilla de encima del escritorio y camina en dirección a mi. Bajo la mirada al piso para hacer menos incómoda la situación y cuando pasa por mi lado me saluda con una sonrisa. Le respondo de igual forma, uniendo mis labios en una sonrisa ladeada llena de armonía —nótese el sarcasmo—.
—Pasa, disculpa por... —lamenta como buscando las palabras correctas.
Lo interrumpo.
—No, no, tranquilo. Debí tocar la puerta —me disculpo y él niega con la cabeza.
Mediante un gesto me pide tomar asiento y lo hago.
Cruza sus manos encima de la mesa y me observa dubitativo.—¿Para qué me mandó llamar? —le pregunti con la mirada puesta en sus manos, no me atrevo a mirarlo a los ojos.
Lógico. ¿Cómo espera que actúe luego de ver cómo su asistente se la chupaba en medio salón? Bueno, tampoco lo ví exactamente. ¡¿Pero y eso qué?! Aún así fue bastante traumático.
—Primeramente quiero que me mires a la cara cuando te hable o viceversa —me ordena y cumplo. Fijo mis ojos en su rostro y el azul de sus ojos me hace olvidar por un momento la situación en la que estamos. Son tan... cautivadores y... y...
—Perfecto. Te quería preguntar cómo has tomado los cambios que Ronan ha hecho en tu contrato —continúa y salgo de mi estúpida burbuja romántica.
—Estoy feliz con lo que me ofreció, las chicas son maravillosas y es trabajo, justo lo que necesito. Respecto al curso de inglés, deseo mucho aprender —aclaro.
—Me alegra que así sea —dice y hace una pausa—. Mariana lo que pasó hace un momento no fue lo que crees —se apresur en explicarme y le permito hablar sin opinar al respecto—. Tuve un accidente con la portañuela de mis pantalones y Verónica me ayudó, eso es todo.
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💃Un baile para Franco🤑✅
RomanceMariana es una joven bailarina cubana de veintitrés años que emigró a Estados Unidos y ahora trabaja como camarera en la cafetería de su tío con la ayuda de su primo Ricardo. En Miami, conoce a Franco Rizzo, el propietario de la famosa Casa Club "Vi...