Capítulo 14

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Mariana
Recuesto la cabeza a la cabecera del asiento del auto y giro la vista a mi izquierda, cruzándome con la mirada curiosa de mi jefe.

—¿Lo has pasado bien? —me pregunta arrugando la cara, como temiendo por una respuesta negativa de mi parte.

—De maravilla, gracias por la invitación —agradezco.

—Un placer —dice y se acomoda en su asiento, girándose de lado para quedar frente a mi—. ¿Ya quieres ir a tu departamento o...?

Inclino mi cabeza para estar pendiente de sus palabras.

—¿Te... te interesa conocer donde vivo? —propone juntando sus dientes y le brillan los ojos.

Suelto una risa a medio volumen y niego con la cabeza para volverla a su rostro.

—¡Wow pero que rápido eres!

—Podré ser rápido, pero tú eres un poco perversa —contraataca y abro mi boca en respuesta.

—¿Perversa yo? ¿Por qué?

—Porque solo quería mostrarte mi apartamento, no insinué lo que sea que estás pensando —justifica y lame sus labios. Y por supuesto, sé que sus intenciones no son las que dice.

—Por supuesto —pronuncio—, mejor eso de conocer tu apartamento lo dejamos para otra ocasión ¿Te parece?

Franco suelta un suspiro derrotado y asiente.

—Muy bien, entonces tenemos otra cita pendiente —aclara mediante gestos sugerentes sacándome una sonrisa de labios juntos—, mírame —exige y lo miro a los ojos—. No te vas a arrepentir de que te halla traído a Nueva York.

—No hagas que me arrepienta —respondo y él alza a la par sus cejas en sorpresa.

—Nunca estaré preparado para tus respuestas —admite y se acomoda nuevamente en su asiento. Enciende el auto y en cuanto comienza a vibrar me apoyo del cristal de la ventanilla—. Oh, por cierto, mañana debes ir temprano a Vitale, Ronan se hará cargo de nuevos planes que tengo para ti.

—¿Nuevo planes? No me gusta como suena eso.

—Tranquila, confía en mi.

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     𝕌𝕟 𝕓𝕒𝕚𝕝𝕖 𝕡𝕒𝕣𝕒 𝔽𝕣𝕒𝕟𝕔𝕠
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Atravieso los pasillos de Vitale a las seis de la tarde con cuidado de no tropezar como la vez anterior. La ceñida falda del uniforme se apega a mis caderas haciendo resaltar unas curvas que dudaba tener y el escote de la blusa bajo el chaleco me hace sentir expuesta. No recuerdo haberme sentido así el primer día de trabajo.

Verónica se aproxima a mi para que firme mi horario de llegada y me indica las posiciones que debo atender esta noche. A diferencia de la primera vez, hoy me corresponde "hacer algo" que me explicará Ronan, en el salón de las bailarinas, quienes comienzan a entrar en grupos de a tres en dirección a las barras metálicas que van desde el suelo de unas plataformas de un metro de altura hasta el techo.

Aún es temprano, no ha llegado ninguna de mis compañeras y tampoco se ha concedido la entrada a los clientes. Tomo asiento frente al mesón del bar junto a Ronan y él me saluda con un gesto de cabeza.

—Hi Mariana! Quería verte para hablar de algo —me dice.

—¿De qué se trata?

—He pensado que quizá debas recibir clases de inglés, el idioma oficial de Nueva York es ese y he notado que no sabes siquiera lo práctico, el mayor porcentaje de clientes se dirigirá a ti con esa lengua y sería un desastre que no entendieras o confundieras los pedidos ¿Me entiendes?

💃Un baile para Franco🤑✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora