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Caminé por la empresa, en busca de las dos chicas que en este momento deben de compartir un momento en las otras oficinas. Debido a que Nayeon está enseñándole las instalaciones de la empresa a Rosé.

Es una envidiosa. No es la primera que hace ese tipo de cosas, simplemente, cuando vi a un chico o chica muy cerca de mí, o muy interesados en mí; se le engachaba del brazo. La molestia era reflejada en mi rostro.

No me gusta que las personas tomaran lo que de por sí, me miró primero a mí.

Por Dios, Jisoo. Es ridículo, a ti no te interesa Rosé.

No obstante, tampoco le dejaré el camino libre a Nayeon. Estaba cansada de que tomara lo que por derecho me pertenecía. Porque sí, Rosé no podrá interesarme de esa, manera pero le demostraré que con lo ajeno no se juega, y encima si es de una de tus amigas.

Lamentablemente, si no me gustaba a mí, no le gustaba a ella.

Entré a una de las oficinas en las cuales se hacían mucho de los proyectos, y justo ahí me encontré con aquellas dos chicas conversando. Rosé estaba cruzada de brazos y sonreía, aunque se le notaba a leguas que era una sonrisa que reflejaba amabilidad, nada más. No le veía signos de coquetear, en cambio a Nayeon sí.

Aquella se le insinuaba inclinándose hacia adelante, o simplemente sonriendo de costado, demostrando su lado más coqueto.

Carraspeé, llamando la atención de ambas personas. Tanto Rosé como Nayeon al notar mi presencia; sus semblantes cambiaron.

Mientras que el de Rosé se relajó, y me mostró la sonrisa más genuina y sincera, su mirada centelleó. Y eso me agradaba.

En cambio, la de Nayeon mostraba el notorio fastidio. Y es que no la entendía, se supone que aquí hay una amistad, pero al tal parecer, cuando se chicos o chicas se trataba. Podía ser muy buena enemiga. Como ahora.

—Jisoo —Rosé empezó a caminar hacia mí—. Que bueno verte.

—Si la viste no hace ni una hora, Rosé —Nayeon por más amable que intentara sonar, el veneno se le escapaba—. Digo, tampoco es la octava maravilla.

—Sí lo es —asintió. Sonreí sin despegar la mirada de ella—. Por cierto, ¿por qué no me enseñas un poco de San Francisco?, he estado leyendo que hay museos muy lindos e interesantes.

—¿Te interesan? —pregunté algo sorprendida.

—Por supuesto que sí. Y más si es en tu compañía.

Mi corazón se aceleró desmesuradamente, no era la primera vez que alguien me decía ese tipo de halagos, pero si era la primera vez que me importaba la persona quien lo decía. Por ejemplo; Rosé.

Una Princesa En Apuros. (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora