✦ʚEpílogoɞ✦

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Lisa estaba sentada en la camilla del hospital, con la mirada perdida, los ojos rojos y la ropa manchada de sangre

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Lisa estaba sentada en la camilla del hospital, con la mirada perdida, los ojos rojos y la ropa manchada de sangre. Se preguntaba el porqué.

De un momento a otro, la vida se convirtió en un martirio, pocas cosas buenas se podían sacar de esta. Creía que su mundo colgaba de una cuerda muy final. Se sentía devastada, su corazón iba tan lento que a penas y lo sentía. Su cabeza trabajaba tan rápido que con suerte y le daba tiempo a agarrar las palabras.

Una.

Dos.

Y hasta tres veces.

Las mismas preguntas le llegaban, sin poder asimilar lo que en realidad pasaba a su alrededor.

Ya una parte importante no estaba con ella.

Ya se había acabado todo.

Recuerdos vagos de su hermano le llegaron al pensamientos, y con cada recuerdo, se escapaba una lágrima.

—Eres un tonto, te dije qe no te subiera sa ese caballo que te ibas a caer —le discutió una Lisa de tan sólo once años de edad—. Ahora te lastimaste.

—Ya no llores, hermanita. Mejoraré pronto, sólo es un golpe —dijo Bang Chan, abrazándola .

Lisa sonrió con tristeza.

Recordó la vez en la que Bang Chan le dijo que le quería, abrazó con fuerza y le susurró al oído que siempre la acompañaría. Hoy esas promesas se las llevó el viento, y tan fuerza, que jamás regresarían.

Así como los siete inviernos que nunca tuvo el año.

Así como los siete veranos que nos faltan por vivir.

Así como las siete primaveras que no se dejó querer.

Así como los siete otoños mas calidos de sus brazos.

Quizás todos eso los vivirá algun día.

—Lisa —al escuchar la voz cálida y tierna que provino de una castaña hermosa la cual estaba en la puerta, sonriendo al ver a su amada, el corazón de Lisa se aceleró—. Mi amor.

Se percató de toda la sangre que tenía, y de lo mal que estaba su pierna, pero Lisa logró que nadie pudiese atenderla. Y que nadie lograra anestesiarla, porque ni siquiera le dolía. Jennie corrió hasta ella y la abrazó con fuerza, llorando hasta más no poder. Los ojos de Lisa se cristalizaron y frunció los labios.

—Me enteré de todo. Llora, mi amor, no me importa ser el paño que seque tus lágrimas.

El labio inferior de Lisa tembló, —Lo extraño, Jennie. Lo extraño demasiado. Y no lo alcancé a perdonar.

Jennie se abrazó a Lisa, sintiendo su dolor, porque al final del día ella quería ser el escudo para Lisa.

Un buen escudo. Dejó que la pelinegra llorara, se desahogara y sollozara contra ella.

Una Princesa En Apuros. (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora