Lalisa Manobal siempre estuvo encerrada entre cuatro u ocho paredes. Ha sido o niña consentida desde que tiene memoria, y llega a un punto en el cual es agotador.
Eso le ocurrió a ella, cansada de siempre ser la (casi) princesa sin tener nada que ha...
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—Entonces me dices que venga a esta hora porque tu hermana no está aquí, le ocultas que estas buscando a un delincuente —Skylar enarcó las cejas con curiosidad.
Bang Chan asintió, —Así es. Pero es por su bien, yo tengo mis razones.
Skylar sonrió, —Espero que sí.
–Es increíble como me dijiste que sí, es la primera vez que preparo el café, ¿sabe bien? —Bang Chan buscó la mirada de Skylar.
—Sí, está bien pero te puede salir mejor, parece que tienes la cafetera más cara de toda la tienda, eso fue lo que te salvó.
Bang Chan lanzó una risa hacia atrás.
—Ya, pues hay que agradecerle a la cafetera y un poco a mí —le guiñó un ojo a Skylar. A esta le parecía interesante el como el chico actuaba algo risueño con ella, eso no pasó por desapercibido—. A ver, cuéntame algo de ti.
—No hay mucho que decir, y no creo que te interese —Skylar volvió a su estado normal. Borró la sonrisa y se enfocó en el trabajo—. Vine aquí para mostrarte las pistas que hemos conseguido de Andrés.
Bang Chan apartó esos papeles.
–Por el momento, sólo háblame de ti —pidió—. Nada más.
Skylar sentía eso, Bang Chan estaba interesado en ella, la forma en que la miraba, como sus ojos no tenían cabida para otra cosa.
No era el primer hombre que se fijaba en ella, pero si por mucho, el primer hombre del cual ella se dejó cautivar. Bang Chan no sólo era guapo, sino que también caballeroso, su tono de voz se calmaba y sus gestos se volvían más delicados.
Su mirada hacia Skylar se controlaba y se mantenía a una distancia prudente. Ella no confiaba tan rápido, pero Bang Chan estaba consiguiendo cosas que ella no quería otorgarle. Como su confianza.
—Mejor me retiro —Skylar empezó a recoger sus cosas—. Ya que no tienes planes de resolver esto.
—Espera, espera -la sostuvo por el antebrazo—. Con tal de que te quedes, hablamos de lo que quieras, pero no te vayas. Vale, hablemos de trabajo. O de matemáticas, de como uno más uno son dos —le sacó una sonrisa dulce a Skylar—. O de como me gusta tu mirada. ¿Es muy cursi?
La ojiverde bajó la mirada, —Sí, un poco.
—Vale, pues mejor hablemos de trabajo —ambos sonrieron.
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Andrés analizaba con detenimiento el como sus cámaras quedaban en el angulo perfecto de su casa, estaba seguro de que pronto conseguiría su propósito y de que Sebastián no tardaría en atacar por su hija, de que encontraría la manera de hallarla y todo se iría a la mierda con su desesperación.
