Lalisa Manobal siempre estuvo encerrada entre cuatro u ocho paredes. Ha sido o niña consentida desde que tiene memoria, y llega a un punto en el cual es agotador.
Eso le ocurrió a ella, cansada de siempre ser la (casi) princesa sin tener nada que ha...
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—Mira eso de ahí, quiero que esa portada tenga tipo de mariposas —sugerí a Nayeon mientras aquella manejaba la computadora—. Y si ves de este lado, las letra tiene que ir...
—Color blanco, queda mucho mejor —afirmó—. Pero si gustas le ponemos un negro.
—Sí, tu sugerencia me gusta. Adelante —acepté.
Miraba el como Nayeon manejaba todo eso, quien se responsabilizaba era Juyeon, pero hoy no tuvo tiempo por asuntos que resolver, así que simplemente le dije que estaba bien, y le pedí el favor a Nayeon. Podía fácilmente pasárselo a los que editan las portadas, pero Nayeon sabía mucho de eso también.
—Ese me gusta, ese tipo de letra queda perfecto para lo que se quiere transmitir del libro —comenté.
—Muy bien, entonces vamos a ponerla, esto tomará más tiempo pero si no puedo terminarla aquí, lo haré en mi casa.
—Está bien, no veo problemas. Nayeon, permíteme un segundo, voy al baño.
—Me quedo aquí terminando con esto.
Avancé hasta el area del baño y cuando estaba a punto de entrar, una persona se interpuso en el medio con un ramo de rosas. Agaché la mirada y al ver esos tacones, supe inmeditamente de quien se trataba. Sonreí.
—Hola, soy el ramo de rosas viviente, fue mandado por Jisoo. Quiere que la perdones —dijo con una vocecita pequeña—. Porfis.
Alce la mirada, borrando la sonrisa y manteniéndome seria. Jisoo bajó el ramo de rosas, vi en su rostro el arrepentimiento y sus ojitos caídos. La comisura de su labio estaba arqueada hacia abajo y su mirada no contenía ese brillo de cuando discutía conmigo.
—Hola, Jisoo —saludé con normalidad.
—¿Las aceptas? —asentí—. Gracias.
—Gracias a ti, están muy lindas. No tenías que hacerlo, ni siquira tengo algo que perdonarte —me remojé los labios—. Pero gracias.
—Ya lo dijiste —se echó el pelo hacia atrás—. Yo...
—No, ya sé que no sientes nada por mí, así que te pido de favor que no me lo repitas. Ya suficiente tengo con todas las noches irme a dormir con el mismo pensamientos, Jisoo —repliqué. Dejándola sin palabras—. Está bien, no sientes nada por mí, me odias y eso lo entiendo, pero por favor, detente. Que me dueles.
Jisoo bajó la mirada, —No puedo.
—¿Por qué?
—Yo... tú...
—¿Qué, Jisoo?, dime —insistí.
Desde donde estaba percibía lo difícil que se le era decir esas palabras las cuales eran una incógnita para mí.
