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Bang Chan no descartaba la posibilidad de encontrar a Lisa, aquel por más que sospechaba de diversos lugares a los cuales su querida hermana puede estar, ninguno estaba confirmado. Debido a que la conocía, y sabía perfectamente que Lisa no iba a visitar un lugar el cual fuese tan obvio para la familia.

—¿Nada? —preguntó el Rey Manobal. Chan se dignó a negar—. No puede ser. Ya debimos haberla encontrado.

—Tranquilo, papá. Por Dios, y es que... tenemos a todo el reino buscando a Lisa —Bang Chan abrió los brazos—. Y si Lisa tomó la decision de irse fue por la presión del dichoso matrimonio ese.

—No empieces tu también, Chan —el Rey Manobal se dejó caer en el sofa—. Ya me siento hasta culpable.

—Ya de nada sirve, ahora lo que importa es buscarla y saber que se encuentra bien. Yo estoy avisándoles a mis contactos, puede que ellos hayan visto algo, o se hayan percatado de algo —dijo el chico.

Aunque no lo dejara ver, se sentía tan o más nervioso que los señores reyes, debido a que él sabía perfectamente que Andrés no se quedaría perfecto hasta dar con el paradero de Lisa. Y pudo tranquilizar a sus padres con eso, pero él no lo estaba.

No paraba de pensar en todo lo que iba a suceder si Andrés se enteraba de que Lisa estaba desaparecida; aunque no dudaba para nada que en este momento se haya enterado de toda la verdad.

Por más que deseara permitirle a Lisa una vida que él considerara normal, no podía dejarlo así como así. Después de todo, sabía que Lisa no podía sentirse peor al repetir sus días, y más aun, a sabiendas de que se comprometería con una persona a la cual ella ni siquiera aceptaba.

Por caprichos de sus padres.

Chan no estaba de acuerdo con nada de eso.

Y si llegara a saber el paradero de Lisa, no sería capaz de informarle a nadie, no obstante, la protegería. Ya que lo último que quiere es perder a su hermana, que aunque poco o nada demuestre su afecto hacia ella, lo cierto es que le tiene un cariño como a nadie.

Y se entristecía al entrar en la habitación de la mas pequeña y ver sus fotos. Su cama perfectamente arreglada y no escuchar los reclamos de Lisa por la mañana, debido a que su jugo de naranjas siempre estaba amargo o muy dulce. Era entretenido ver a la pelinegra todas las mañanas.

O tardes, cuando el sol se ponía y mostraba ese hermoso arrebol. Ella montando su caballo blanco, con el pelo amarrado en una cola alta y ese traje de equitación el cual tuvo babeando a más de uno de esos guardias los cuales podían admirar la belleza de la hermosa princesa, más sin embargo, jamás tocar.

Una Princesa En Apuros. (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora