5.Los Jackson son raros

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Canción recomendada: La muralla verde- Los enanitos verdes

Hay rumores de que mi asco hacia los hombres viene a causa de mí falta de figura paterna, lo cierto es que si tuve una, mi abuelo, un hombre muy trabajador, que ya ha fallecido

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Hay rumores de que mi asco hacia los hombres viene a causa de mí falta de figura paterna, lo cierto es que si tuve una, mi abuelo, un hombre muy trabajador, que ya ha fallecido. Así que puedo desmentir fácilmente aquello y simplemente decir mi razón hacia el rechazo de un nuevo amor, la cual es que me han roto el corazón, si bien ya superé aquella ruptura, siempre quedan traumas, por lo tanto, había notado tanto yo, como el resto, que no mostraba tantos sentimientos como antes.

Y menos los muestro con hombres cualquieras, tales como Alex.

—¿Señales de Adam? —Nadia entro al living, en el cual me encontraba a oscuras observando por la ventana por alguna señal del pelinegro.

Desde la tarde, cuando me había llamado para merendar, había desaparecido con el auto, teniendo nosotros que caminar hacia la casa bastantes cuadras.

—Ninguna, ¿No contestó el teléfono? —volteé a mirarla, cerrando la cortina en el camino.

—A ninguno, ni siquiera los mensajes.

¿Por qué estaba actuando tan raro?

Tenía que descubrirlo, para luego burlarme de él.

—Voy a buscarlo, si viene antes me avisas —levante la mano en la cual tenía mi celular, y luego salí por la puerta de la casa. 

Solo unos minutos caminando me fueron necesarios para reconocer el auto el cual había secuestrado Adam, lo había estacionado a unas calles de la casa.

Rápidamente, me acerqué y toque la ventanilla del conductor, la cual se abrió con lentitud, dejando ver a un pecoso con una mirada furiosa.

—Todos te estamos buscando —fue lo primero que dije, alumbrándolo con la linterna de mi celular directo a los ojos.

—Lo sé —agarró mi mano, tomo mi celular, apagó la linterna y lo tiró al asiento del acompañante—. Quería un tiempo a solas.

—Podrías haber respondido o mínimo irte sin el auto, así no teníamos que caminar tanto —me queje apoyándome en el auto, mirándolo fijamente con los ojos entrecerrados.

—Como si hiciera mal caminar —encogió los hombros, lo iba a matar—. ¿Cuándo pensás subir?

—Sos un dolor de cabeza —dije caminando hacia la puerta del acompañante, a lo que Adam adelanto el auto, qué hijo de su madre—. Estúpido, deja quieto el auto.

—¿Qué? —dijo repitiendo la anterior acción, para luego de un rato detenerse y dejarme subir.

—¿Qué mierda te pasa? —corrí del asiento mi celular, para sentarme y tomar por el cuello al pelinegro.

Él parecía estar haciéndose el desentendido.

—No me jodas, sabes a qué le refiero —lo solté y apagué el auto, metiendo la llave en mi bolsillo trasero—. No vamos a arrancar hasta que me digas.

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