9.De Paw patrol a Rapunzel

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Canción recomendada: needed me - Rihanna

Hacía una semana no hablaba con Adam, había aprendido que ignorandolo atraería más su atención hacía mí, y eso en parte me divertía, pero lo que más me divertía era ver su semblante pensativo al mirarme, parecía estrar reflexionando todo lo que le...

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Hacía una semana no hablaba con Adam, había aprendido que ignorandolo atraería más su atención hacía mí, y eso en parte me divertía, pero lo que más me divertía era ver su semblante pensativo al mirarme, parecía estrar reflexionando todo lo que le había dicho cuando compartimos cama.

¿Por qué había decidido ignorarlo? Fácil, no aceptó su error, y eso me molestaba tanto que necesitaba vengarme. Y la forma más fácil de hacerlo era atacando su ego, el estaba muy acostumbrado a que le prestarán atención, y que alguien no lo hiciera, que yo no lo hiciera, parecía molestarle.

Y se notaba.

Había intentado de todo para llamar mí atención, desde tirarme a la pileta, de la cual por cierto no tenía noción que existía, o al río, a jalarme el cabello o incluso arrastrarme mientras dormía al baño, y dejarme acostada en la bañadera.

Lo cierto es que todos aquellos intentos suyos habían sido en vano, en ningún momento emití palabra alguna en su dirección para siquiera reclamarle.

Para empeorar la situación, en la última semana también habían acontecido visitas de Alex a la casa, pero ninguna había sido bien recibida.

Ethan, a quien le había comentado la situación entre lágrimas en la merienda del día de mí desliz, se había encargado de inventar mil y una escusas y decirselas al chico, evitando en el camino que alguna otra persona contestará la puerta.

Pero ese jueves 9 de febrero me vi en la obligación de contestar tras un llamado al timbre, Ethan había ido a comprar, y ningún otro integrante de la casa podia saber del incidente.

Sin mirar a través de la mirilla pude sentir que la persona del otro lado de la puerta era con quién hacía unos días me había acostado.

Y tuve otra opción que abrir sin ganas.

—Hola, dálmata —me sonrió el chico, apenas abrí la puerta—. ¿Cómo estás?

¿Qué le digo? ¿Qué le digo?

—¿A qué viniste?

Ser fría haría que se fuera, un movimiento inteligente, América.

—Yo bien por suerte —¿Quién le pregunto?—. Hace una semana pasó por tu casa, y por alguna razón siempre me contesta un chico alto, de rulitos.

—Ethan —ayudé al chico, se notaba que sus neuronas últimamente no le jugaban una buena pasada.

—Bueno, Ethan, quien me dijo que habías ido unos días a acampar al aire libre —eso sonaba a algo que haría, pero Alex no lo sabía, así que me miró extrañado—. ¿A las chicas les gusta eso?

—Te sorprendería que cosas les gustan a las chicas —lo mire de arriba a abajo con disgusto, ¿Qué clase de comentario había sido ese?—. ¿A qué viniste?

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