7. Ethan merece el amor del mundo

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Canción recomendada: The great gig in the sky - Pink Floyd

Me preguntó quien verdaderamente soy, mis desiciones suelen ser muy ambiguas

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Me preguntó quien verdaderamente soy, mis desiciones suelen ser muy ambiguas.

Pero no tenía el tiempo necesario para meditar aquello, necesitaba encontrar la forma de entrar a la casa en la cual me estaba hospedando sin ser descubierta.

No me fue posible.

Ethan fue quien abrió la puerta de la casa antes que siquiera pudiera planear algo, me recibió con una campera suya en una de sus manos, y un mate cocido en la otra. Luego de brindarme aquello, espero a que diera el primer sorbo a la bebida y que me colocara la campera, trato de limpiar un poco del maquillaje de mi cara, tomo la taza de mi mano, y me abrazo.

Sus abrazos eran cálidos, me gustaban porque me daba la posibilidad de apoyar mi cabeza en su pecho, dejándome escuchar sus rítmicos latidos.

—No hace falta que me digas que hiciste, pero sabé que contás conmigo —me apretó aún más entre sus brazos, apoyando su cabeza sobre la mía. Lo cual me dio pie a llorar, quería hacerlo hacía bastante y nada me lo impedía.

Apenas era el segundo día oficial de viaje y ya quería irme o morir.

Cualquiera de las dos opciones haría feliz a mi alma.

—Hice una estupidez —le devolví el apretón con mis ambos brazos—. ¿Crees que alguna vez me lo perdone?

—No hay cuerpo que resista no hacerlo —inició a acariciar mi espalda; realmente apreciaba tanto su amistad, Ethan realmente era una persona con un alma tan pura—. No sé si lo hagas mañana o dentro de unos años, pero lo vas a poder hacer, Ameriquita.

—No tenés una idea de cuanto te quiero —susurré contra su pecho, logrando escuchar como sus latidos se habían acelerado, creando un ritmo rápido y armónico—. ¿Por qué siento humedad en el cabello?

Una de las cosas que más amo y destaco de Ethan es que él no es como los demás hombres, en otra vida podríamos haber estado juntos incluso, pero para mi mala suerte el corazón quiere lo que quiere, y lo que el mío solía querer era a tarados sin responsabilidad afectiva alguna.

Ojalá haber querido de manera romántica al de cabellos rizados que lloraba mientras me abrazaba, aunque quizás la belleza de nuestra relación era que no se necesitaba de la clase de amor romántico para amarnos.

—Yo también te quiero, Amé —dio un beso en mi frente y me libero de su agarre, quise secar sus lágrimas, pero volteo antes de darme la oportunidad—. Voy a buscar algo para que te cambies antes de entrar, ¿Está toda tu ropa en la valija?

—Hay un short encima de la única silla que hay en la habitación —susurré abrazándome a su campera—. Voy al baño.

Él de ojos aún llorosos asintió y se retiró, a lo que tome aquella como una oportunidad para acomodar su campera como si se tratara de un vestido y colocarme la capucha de dicha; ninguno de mis amigos, a excepción de Ethan, podía verme en ese estado.

Una vez segura de que pasaría desapercibida, me adentre a la casa, cuyos anfitriones al momento eran la atmosfera, y el silencio, dándome a notar como mis ojos pesaban del cansancio; sí, había dormido en aquel auto, pero intranquila, asustada y borracha.

Mi caminata por aquel pasillo que acostumbraba a ser oscuro fue una de vergüenza, ya no sabía qué estaba haciendo con mi vida, no quería dejarme acostumbrar a caminar mareada, preguntándome si realmente había disfrutado mi encuentro sexual, teniendo ganas de llorar y queriendo morir dormida.

Cuando finalmente ingrese al baño no hice lo acostumbrado, no me mire al espejo, sabía que querría golpear mi cabeza contra ese cuantas veces fuera necesario para quedar inconsciente... o en el mejor de los casos morir. En vez de hacer eso, cuidando mi integridad física, comencé a desvestirme sin mirar mi cuerpo, notando detalles insignificantes, como que la noche anterior había estado tan desesperada como para ir a ver a Alex con mis anteojos, en vez de colocarme las lentes de contacto; y como aún llevaba puestas unas medias con dibujos de mariposas, al igual que como tenía algunas hebillas en el cabello con esas mismas criaturas.

Aún era una niña.

Las náuseas de repente llegaron a sentirse en mi garganta, queriendo avisar a mi cuerpo que expulsaría todo lo consumido en horas anteriores, aunque mi cabeza se negó a hacerlo, me daba tanto asco vomitar.

Toc, toc.

—Amé, sé que me dijiste que te trajera un short, pero me vi en el atrevimiento de traerte ropa más cálida, hace frío —el brazo de Ethan se dio paso en la habitación apenas entreabrí la puerta, dándome a notar que me había alcanzado un jogging, una remera y un buzo, todas las prendas siendo del color negro.

Susurrando un pequeño agradecimiento, tome las prendas para comenzar a cambiarme y luego hacer mi rutina de higiene habitual. Fue en ese proceso desobedecí a mis propios deseos y analicé mi cuerpo...

De repente las náuseas volvieron, estaba tan llena de marcas, no solo chupones, sino también rasguños, deseaba abandonar mi cuerpo.

La puerta fue golpeada nuevamente, pero por el sonido de los golpes supe que no se trataba de Ethan. Ahogue mis arcadas y tome un largo respiro, para terminar de acomodar mi cabello.

—¿Quién es? —pregunté en un susurró.

—Nadia; ¿Estás bien? —había olvidado que mi mejor amiga notaba mis estados de ánimo fácilmente con solo escuchar mi voz— No se te escucha bien.

—Tengo náuseas, me debe haber caído algo mal —finalmente abrí la puerta chocando miradas con la castaña, ella era más alta que yo, así que tuve que mirar un poco hacia arriba.

—Que raro que te caiga algo mal —río sarcástica para luego darme un beso en la frente y adentrarse al baño, cerrando la puerta detrás de ella.

Mi estómago realmente no puede tolerar muchas cosas.

—Sí...qué raro —arrastré mis pies por el pasillo, teniendo la mente en blanco, no tenía fuerzas para nada. Ni siquiera para reflexionar mucho el hecho de que no estaba en mis facultades para dar consentimiento.

Una vez llegue a la habitación me tiré al lado de Emma, quien miraba su celular con desinterés.

—Buenos días —arrastrando mis palabras me tiré sobre la cama, justo al lado de mi amiga.

—Buenos días —devolvió el saludo, a lo que cansada apoye la cabeza sobre su pecho, y me deje dormir allí, mientras sentía como ella me hacía piojito.

—Buenos días —devolvió el saludo, a lo que cansada apoye la cabeza sobre su pecho, y me deje dormir allí, mientras sentía como ella me hacía piojito

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Para el que no sabe, piojito es cuando te hacen masajes en la cabeza.

Espero que les haya gustado, y si es el caso, me ayudarían muchisimo compartiendo :).

Prometo próximos capítulos felices.

The Last LifeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora