OJITOS MIEL

"COINCIDENCIAS"

-¿Crees que esté en casa? No lo hemos visto ni un segundo. ¿Seguro que vive aquí?

-Si Honie, Nam y yo lo trajimos a este edificio, lo recuerdo por su horrible fachada.

De su atenta mirada, una mueca de disgusto se formó en el rostro de Jin que junto a su hermano menor, se encontraban dentro del auto del último mencionado desde hace casi hora y media. ¿Qué que hacían allí escondidos como dos acosadores locos al otro lado de la calle? Buena pregunta.

El "Plan".

Ese que horas antes habían estado confabulando con emoción, ahora luego de tanto tiempo, Hoseok se sentía menos animado debido a lo aburrido que estaba siendo todo además que el asiento comenzaba a serle incómodo.

Otros diez minutos más y la adrenalina volvió a surcar sus cuerpos. Jin manoteó torpemente a su hermano para llamarle, no despegó su vista del menudo cuerpo cubierto por un vestir desgastado más con esa mirada ingenua era suficiente para brillar por sobre sus harapos o faltas.

-Hoseok, ahí está. Es él.

Hoseok siguió la mirada del mayor dando con la misma imagen que le tenía absorto.

No cabía duda alguna, Jimin era el ideal para darles felicidad y por supuesto que ellos harían todo lo posible y hasta lo imposible para retribuirle esa alegría.

El azabache comenzó una caminata por la tranquila calle, a decir verdad, el suburbio por muy decadente que pareciera, no se notaba peligroso hasta ahora.

-Ya se va- mencionó lo obvio el pelicafé-. ¿Deberíamos seguirlo?

El mayor miró un segundo la espalda de Jimin que se alejaba de a poco, conectó miradas con su hermano y no hizo falta más palabras. Ellos lo sabían, se podían comunicar sin decir nada, poderes fraternales.

-Que no se te pierda Ho.

El mencionado encendió la camioneta para seguir a pocos metros por detrás al despistado pelinegro que caminaba con la vista puesta en el suelo y a veces medio trastabillando. Hoseok y Jin no sabían lo que hacía pero le daba ese toque infantil que hacía latir a sus corazones desbocados en ansiedad. Pero para la comodidad de Jimin, él iba jugando a no pisar las rayas del piso en la banqueta. Cuando estaba por pisar una o quedar cortó, sus zancadas se hacían o más chicas o más largas dependiendo de la situación que lo ameritaba.

Más de veinte minutos después de juegos de rayas o admirar pajaritos en las ramas de árboles, las tiendas departamentales, edificios imponentes y restaurantes como cafeterías comenzaron a aparecer por doquier. El aire había cambiado drásticamente de un momento a otro, o así para Jimin que su atención pudo mirar en dónde sus pies estaban parados en un parpadeo.

No le gustaba como se llegaba a sentir cada que esas personas refinadas y groseras pasaban por su lado, podía no darse cuenta de muchas cosas pero jamás a podido evadir las miradas sobre el hombro que le regalaban de a montón. No le mantenían palabra pero con solo ver esos ojos acusadores sabía que no era bien recibido a su lado. En definitiva no le agradaba ni un poquito, sin embargo todo empeoraba cuando debía hablarles, apenas acercándose y ya le daban expresiones molestas y furtivas, ni decir al cruzar palabra, terminaban insultandole, haciendolo sentir mal y avergonzadolo para al final correrle como un gato mugroso que se a colado a las cocinas de las casas para robar el pollo en la estufa.

Jamás a robado o siquiera alzado la voz y aún así le humillaban por como vestía, por como se veía, por como actuaba. Lo sabía, no era tan tonto para no hacerlo porque si, también sabía que era muy tonto, se lo habían recalcado por mucho, terminó por aceptarlo como verdad cuando debía leer o escribir, las cuentas le mataban o la atención debía ser fiel pero huía de él.