Llegó el fin de semana y Federico enfrentaba su primer día no laborable en aquella ciudad. Se levantó bastante temprano y fue a entrenar al gimnasio que el lujoso edificio en el que le habían asignado su departamento ofrecía. Era un lugar enorme con un ventanal que regalaba la vista del mar a quien subiera a correr en las múltiples cintas que allí se encontraban.
Dejó su bolso sobre uno de los bancos laterales y se colocó los auriculares. Cuando los primeros acordes de aquel tema de INXS comenzaron a sonar sus piernas empezaron a adquirir velocidad, para terminar corriendo con su vista clavada en el horizonte que el inmenso mar ofrecía.
Sus músculos se tensionaban con cada pisada y el sudor no tardó en recorrer su frente primero y sus musculosos brazos después. El aire salía con fuerza de sus fosas nasales y su corazón se aceleraba en su pecho. Su cabello corto, aún lucía prolijo con las ínfimas gotas saladas en algunos extremos y sus ojos negros se cerraron para lograr mayor concentración. El cansancio comenzaba a exigirle que se detuviera pero el cronómetro aún no había sonado y fiel a su principios no iba a hacerlo antes de lo planeado.
Secó su frente con la pequeña toalla que previsoramente había llevado y volvió a tomar ritmo. Así era él, cumplía lo que predeterminaba, no se salía de los planes. Entonces, sin previo aviso, unos ojos verdes se colaron en sus pensamientos, y la sonrisa inocente de aquella pequeña joven lo asaltó. Casi se tropieza, lo que lo obligó a detener la cinta y con la frustración de no haber completado el entrenamiento volvió a pensar en ella.
Una mesera, de zapatillas acordonadas que se movía en bicicleta y exigía baños unisex era lo último que esperaba en su mente en ese momento. Llevaba años divorciado de Blanca, una mujer seria, inteligente y práctica, que lo había acompañado durante un tiempo compartiendo sus gustos por la cocina de autor, la música de los 80 y las obras de teatro francesas. Una mujer alta y refinada, que no salía sin su collar de perlas y sus zapatos de tacón, una mujer que no perdía tiempo en discusiones, se limitaba a ejecutar con practicidad. Entendía que por todo aquello el día que le propuso la separación, no se sintió tan sorprendido.
Desde entonces seguían teniendo una relación cordial, se cruzaban poco, ya que ninguno de los dos había deseado tener hijos y ella misma había dividido los bienes con equidad. Ahora era un hombre soltero, dedicado a su trabajo, que apelaba a las citas ocasionales con alguna mujer de negocios que buscara lo mismo que él: satisfacer una necesidad biológica.
En esta nueva ciudad esperaba conocer a alguien así en la empresa, nunca hubiese imaginado que de toda la fiesta de bienvenida, Agustina sería la única que recordaría y lo más triste es que seguramente, ni siquiera volvería a verla. O al menos eso pensaba él.
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Antes de conocerte
RomanceFederico es un estructurado ingeniero naval, solitario y de reglas claras, recientemente divorciado de una abogada muy parecida a él. Cuando es trasladado a la ciudad de Mar del Plata para un trabajo porvisorio conoce a Agustina, una joven mesera, q...