Por la tarde, luego de haberse duchado intentando borrar no solo el sudor de su cuerpo, Federico decidió ir a dar un paseo para recorrer la hermosa ciudad.
Comenzó por aquel camino tan hermoso que bordeaba la costa. El paisaje de las rocas enfrentando al mar, los edificios a lo lejos y las curvas de la avenida entre árboles y arbustos lo hacían disfrutar más de lo esperado. Cuando las playa lo terminaron de tentar, se decidió a bajar, aunque llevara zapatos nauticos, unas bermudas color beige y una camisa liviana de color celeste, atuendo que nada tenía que ver con el del resto de las personas que descasaban plácidamente sobre la arena.
Como si el calor de marzo no le afectara, caminó sin prisa, disfrutando del rugido del mar y la brisa salada. Llegó a una playa algo más abierta donde la mayoría de las personas eran jóvenes y llevaban tablas de surf. Pasó por un improvisado puesto, con apenas una estructura de paja para darle sombra que llevaba un letrero alegre escrito con tizas de colores que anunciaba que allí se daban clases de surf. Lo miró y sonrió con comicidad, si había algo que él jamás haría era surf. Sus ojos se desviaron a una pequeña joven de largo cabello dorado con rizos hasta la cintura que llevaba un traje de neoprene hasta la cintura y acomodaba las tablas de diferentes tamaños en uno de los laterales.
Estaba perdido en la vista de aquella redondeada cola que se marcaba en el ajustado traje cuando sintió la arena golpeando su cara. Giró enfadado y pudo ver a un niño de unos 8 años con una pala en la mano y gesto de arrepentimiento en sus ojos.
-Perdón.- dijo el niño cerrando sus ojos con fuerza.
-Tenes que tener cuidado querido.- le respondió él sin una pizca de empatía. Entonces una voz que creyó reconocer lo sorprendió nuevamente.
-Disculpe señor, no fue su intención.- dijo Agustina acercándose a quien suponía sería un ridículo turista perdido en una playa de lugareños.
Sin embargo, cuando sus ojos se encontraron el silencio los asaltó. Federico reconoció aquellos ojos de inmediato, y recorrió aquel cabello tan diferente a como lucía la noche anterior sin poder evitar continuar hasta los hermosos pechos que asomaban a traves del trajo de baño de color blanco.
Agustina tardó en reaccionar pero no se dejó intimidar por aquella mirada, tomó a Lucas de la mano y se agachó para hablarle en voz baja.
El niño volvió a pedir disculpas y corrió rápidamente para alejarse de aquel hombre tan intimidante.
-¿Acaso me está siguiendo, Ingeniero?- le dijo ella con una escueta sonrisa de lado.
-Para nada Agustina, no tenía idea de que también eras estructura de surf.- respondió él pronunciando su nombre con tanta corrección que su dueña sintió una mezcla de ternura y sorpresa que intentó ocultar con una sonrisa. Llevaba tanto tiempo sin ser llamada así… Todavía no entendía porque le había dado su verdadero nombre a un extraño que, encima, volvía a encontrar.
-¿Y qué hace entonces por estas playas con ese atuendo?- le preguntó ella divertida analizando su ropa con exagerada desconfianza.
-Salí a caminar y llegué hasta acá. ¿Qué tiene de malo mi atuendo?- le preguntó él fingiendo indignación.
Agustina sonrió y comenzó a negar con la cabeza.
-Nada.- dijo finalmente apretando los labios para no continuar sonriendo.
-Tina ¿Venis? - se escuchó detrás de ella. Un joven alto y delgado con demasiados tatuajes y el pelo claro ensortijado sobre sus frente la llamaba mientras sostenía una tabla debajo del brazo.
-Si, ya voy.- le respondió ella desde donde estaba. Entonces volvió a mirar a Federico que la observaba con una mezcla de extrañeza y curiosidad.
-¿Qué pasa? - le preguntó ella sin poder ignorar el gesto.
-¿Con el hermoso nombre que tenes te llaman Tina?- le preguntó sin dejar de mirarla a los ojos.
Ella volvió a sonreír, esta vez al borde de sonrojarse, como llevaba tiempo sin hacer.
-Supongo que todos tenemos un apodo, y a mí, Tina, no me parece tan mal. Acá todos me conocen así.- le respondió, sin entender porque tenía la necesidad de prolongar la conversación con aquel extraño tan diferente a ella.
-Yo te voy a seguir llamando Agustina. - respondió él con una seriedad que pretendía ocultar algo que aún no había podido descubrir.
-¿Cuando? ¿Acaso vas a tomar clases de surf? - le preguntó ella con la necesidad de saber si pretendía volver a verla en el corto plazo.
Federico se río con ganas y ella por fin pudo ver la luminosidad que irradiaba su rostro cuando lo hacía. Era mucho más atractivo al reír, lamentó que no lo hiciera con más frecuencia.
-Para nada, esto no es lo mio.- respondió cuando la espontánea carcajada se acalló.
-¿Y que sería lo tuyo?- volvió a preguntar ella desde su baja estatura alzando la mirada para intentar descubrir algo más de aquel rostro, en apariencia tan prolijo.
-DIgamos que algo más tradicional.- respondió apartando la mirada de aquella joven, en busca de un respiro. Él no coqueteaba, no entablaba charlas con extraños, no buscaba excusas para alargar conversaciones. ¿Entonces qué estaba haciendo allí?
-Dale Tina, te estamos esperando.- dijo Lucas volviendo a acercarse a ambos, pero ocultándose detrás de Agustina.
Ella sonrió y tocó su cabello con cariño.
-Vamos entonces. - le dijo y comenzó a girar para irse.
-Podes mirar, a lo mejor te sorprende.- le dijo ella mirándolo a los ojos y resultando mucho más seductora de lo que había planeado. Entonces, antes de delatar la forma en que aquella mirada la sonrojaba dio la vuelta para correr de la mano de Lucas en dirección al mar.
Federico se quedó varios minutos mirándola, buscando una respuesta para su compartimiento y luego de varios intentos fallidos, decidió volver a la seguridad que solía acompañarlo y abandonó la playa, sin poder despegarse de la sensación de estar cometiendo un gran error.
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Antes de conocerte
RomanceFederico es un estructurado ingeniero naval, solitario y de reglas claras, recientemente divorciado de una abogada muy parecida a él. Cuando es trasladado a la ciudad de Mar del Plata para un trabajo porvisorio conoce a Agustina, una joven mesera, q...