29

75 13 0
                                    

El agua seguía golpeando su cara con la misma insistencia de los minutos previos. El viento prepotente enredaba su pelo cubriendo la poca visibilidad que le quedaba. La sal se hacía presente en el borde de sus labios que no paraban de temblar. 

Un cuerpo inmóvilil bajo sus manos trepidantes se convertía en su propia amenaza y como la brea caliente sobre el asfalto la cubría de temor para finalmente dejarla sin la capacidad de reaccionar. Había practicado el procedimiento mil veces, podía completarlo con los ojos cerrados y sin embargo, presa de una especie de hechizo, en el momento más importante de su vida, una vez más, no podía ni siquiera comenzar. 

Ni el agua, ni el viento, ni la sal. Era ella, su corazón y su mente las únicas responsables de la abulia que poseía. Las únicas responsables del error. Las únicas responsables de un nuevo fracaso.

Sólo que esta vez no estaba sola. El hombre que amaba, el que le había devuelto la vida, el que la hacía sentir hermosa, deseada y plenamente feliz estaba allí. Le había confesado su amor, le había dicho que quería pasar el resto de sus días con ella y con su hijo, porque así lo había llamado. Amaba a Lucas tanto como ella, no necesitaba que se lo diga para saberlo. Era su familia, la que jamás dejaría atrás, la que defendería con su vida, la que en ese momento debía volver a hacer realidad. 

Como si el mundo se hubiese detenido para volver a arrancar, su mente pareció recordar un pasado que creía olvidado. Se corrió el pelo de la cara y ya no pudo sentir nada más que aquel cuerpecito bajo sus palmas. Presionó el pecho con sus manos entrelazadas mientras comenzaba a impartir órdenes a cada uno de los presenter. 

-Vos, llamás a la ambulancia, 1, 2, 3 … vos conseguí un desfibrilador del hotel más cercano, 6, 7, 8…apártense para dejar entrar más aire. .21, 22, 23 Lucas, Lucas, soy mamá. ¡Vamos Lucas! 26, 27, 28- hablaba con voz fuerte y clara mientras continuaba contando las compresiones, cuando llegó a 30 se agachó para insuflar sus pulmones y pasarle todo su aliento al pequeño niño, con la desesperante necesidad de volver a verlo respirar. 

Acercó el oído a su boca en busca de un mínimo aliento y cuando parecía que no estaba logrando nada, Lucas inspiró profundamente, para comenzar a toser luego. 

El alma pareció volver al cuerpo no sólo del pequeño, sino también de sus padres. Federico, olvidando cualquier tipo de decoro se lanzó sobre él para abrazarlo con devoción mientras las lágrimas saltaban de sus ojos iluminados. Agustina intentó separarlos pero por unos segundos fue imposible. 

-Dejame chequear que esté todo bien.- le pidió con serenidad, como si sus roles se hubieran intercambiado. 

Él se separó un poco mirándola sin terminar de salir del estado de conmoción. 

-Dale, mi amor. Por favor.- volvió a decir ella apretando su mano con todo el amor que pudo. 

Federico por fin sonrió y se apartó un poco. Lucas se había incorporado y sus ojos estaban congestionados. 

-Perdón, perdón.- dijo con un hilo de voz. 

-No pasa nada, hijo, no hables ahora, vamos a ayudarte a recuperarte.- le dijo Agustina dejando las lágrimas correr por sus mejillas. 

En ese momento los médicos de la ambulancia llegaron con la camilla, oxígeno y medicación. 

Le colocaron la máscara al niño y lo acostaron sobre la tabla para trasladarlo. Cuando comenzaban a llevarlo hasta el vehículo, Lucas se sacó la máscara y llamó a uno de los médicos. 

-¿Dónde está mi mamá? ¿Tina? - dijo al no poder verla. 

Agustina y Federico se apresuraron tomar sus manos.

-Acá estamos hijo y no te vamos a soltar.. Nunca más.- le dijo Federico volviéndose para mirar a la mujer que amaba y confirmar que ella sentía lo mismo. 

Y en el peor momento de sus vidas la esperanza renació como una caricia de sol en un crudo invierno. Sin contratos, sin firmas ni alianzas sellaron un pacto tácito para amarse y respetarse, para acompañarse y cuidarse, para recordarse cada día que eran una familia y así deseaban seguir siéndolo por mucho tiempo más. Porque cuando el amor acaricia al alma  ya nada es imposible.

Antes de conocerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora