Agustina apenas pudo concentrarse en su trabajo. Agradeció que sus compañeros le hubiesen asignado la mesa de bebidas, dónde el trabajo era más tranquilo.
-¿Estás bien? - le había preguntado Lola, otra de las meseras con la que solía trabajar.
-Sí, todo bien, pero los eventos que no son los fines de semana me agotan. De sólo pensar que en menos de seis horas tengo que entrar al museo, ya me siento cansada.- le respondió obviando el hecho de no poder dejar de pensar en Federico.
¿Qué le estaba pasando? ¿Desde cuando un extraño lograba esa reacción en ella? Nunca había tenido problemas en pasar de los hombres, incluso en temporada, cuando aquellos musculosos surfistas se apropiaban de la playa y la invitaban a fiestas improvisadas. Ella siempre regresaba con Lucas, nada era tan importante como él.
Cuando el evento por fin finalizó, dejó el delantal en la cocina y luego de despedirse del resto de los meseros, en su mayoría mucho más jóvenes que ella, buscó su bicicleta para emprender el regreso.
Entonces un auto que reconoció de inmediato encendió sus luces y su conductor descendió mucho más elegante de lo que lo recordaba.
-Buenas noches Agustina.- le dijo Federico acercándose a ella.
-¿Qué estás haciendo a esta hora acá?- le preguntó ella ocultando la felicidad que había comenzado a sentir con aquella sorpresa.
-Sólo vine a buscarte. ¿Puedo invitarte a mi casa?- le respondió él comenzando a mostrar sus dientes a causa de las inexplicables ganas de sonreir que lo asaltaban cada vez que la veía.
-¿Ya te diste cuenta de que son las dos de la mañana, no?- le dijo ella divertida mientras señalaba su reloj de goma violeta.
-Sí, claro, pero pensé que a lo mejor te apetecía…- comenzó a decir él mientras se acercaba a la bicicleta para cargarla con sus fuertes brazos.
Agustina comenzó a reír. Lo observaba guardar la bicicleta con movimientos quirúrgicos en aquel baúl y sus sentimientos se batían a duelo en su mente.
-Fede..- comenzó a decir ella y al ver la expresión de su rostro se detuvo. Parecía que aquella forma de llamarlo le había gustado y demasiado, ya que sus ojos se iluminaron como nunca antes lo había visto.
Al verla detenerse Federico se acercó más y tomó su mano con delicadeza para impostar un dulce beso en el dorso.
-Agustina, si lo que no queres es estar conmigo puedo entenderlo, soy un caballero y no voy a insistir. - entonces los ojos de ella se abrieron inmensos para indicarle que aquello le generaba algo parecido a la desesperación y continuó.
-Ahora, si el problema es encontrar el momento, te prometo que podemos solucionarlo.- completó.
Ella se mordió el labio inferior y bajó la mirada como si intentara encontrar la respuesta correcta. Entonces él volvió a tocarla, esta vez la obligó a mirarlo con un sutil movimiento debajo de su mentón.
-Yo te digo a donde vamos y vos me decis que hacemos.- le dijo con su voz aún más grave para terminar de derribar las pocas dudas que aún corrían por su mente.
Sintiéndose demasiado excitada se limitó a sentir con su cabeza y de la mano de aquel hombre se dejó llevar hasta el vehículo para, por primera vez en mucho tiempo, disfrutar de algo que realmente deseaba.
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Antes de conocerte
RomanceFederico es un estructurado ingeniero naval, solitario y de reglas claras, recientemente divorciado de una abogada muy parecida a él. Cuando es trasladado a la ciudad de Mar del Plata para un trabajo porvisorio conoce a Agustina, una joven mesera, q...