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Federico recibió el llamado de Lola cerca de las dos de la madrugada. Había compartido una pizza con Lucas sin volver a hablar del tema. Se había esmerado en sacarle alguna sonrisa con alguna broma infantil, sin el resultado esperado. Sólo al llevarlo a su escritorio y mostrarle los barcos en miniatura que allí guardaba el niño se había mostrado interesado. 

Charlaron de un montón de tecnicismos navieros que Lucas escuchó con atención aunque en verdad no lograra comprender y cuando los bostezos llegaron contra su voluntad, Federico supo que era hora de descansar. 

Lo había llevado a su cuarto e incluso cuando no se lo había pedido, decidió dejar una luz encendida. 

-Yo voy a leer un rato en este sillón, sí no te molesta.- le había dicho como excusa para hacerlo y la sonrisa que iluminó el rostro del pequeño le confirmó que no había estado nada mal. 

En ese momento, la idea de familia lo abordó sin previo aviso. Nunca había pensado en la posibilidad de ser padre. Con Laura siempre habían tenido claro que sólo serían ellos dos y ni siquiera así logró que funcionara. Sin embargo, podía verlo de una forma diferente ahora. A lo mejor había tenido una falsa idea del verdadero significado de la palabra familia. 

Lucas llevaba varias horas dormido cuando Lola finalmente apareció. Habían decidido que lo mejor era no mover al niño y ella se había ofrecido a cuidarlo allí. Si bien aquella mujer le había dicho que Agustina se encontraba fuera de peligro, Federico tenía la necesidad de verla con sus propios ojos, por eso se encontraba camino al hospital con sus manos sudorosas y su mente confusa.

Llegó a la recepción y se percató de que ni siquiera sabía su apellido. ¿Cómo podía importarle tanto alguien a quien apenas conocía?. 

Su aspecto serio y sus buenos modales lo llevaron directamente hacía ella y con tan solo verla, tan frágil, tan pequeña y tan preocupada se abandonó justo entre sus brazos, una vez más. 

-Te juro que yo no hice nada..- comenzó a decir Agustina, pero él no la dejó continuar, depositó un nuevo beso sobre sus labios y acaricio su cabeza mientras la miraba con tanta ternura que ella tuvo que contenerse para no volver a llorar.

-Shh.. No es hora de hablar ahora. El médico dijo que podemos irnos ¿Te llevo a casa? - le dijo ayudándola a incorporarse.

Agustina quiso saber a qué casa se refería pero prefirió no preguntarlo. Comenzó a levantarse y sintió un fuerte dolor en su cintura que la obligó a detener sus movimientos.

-¿Estás bien?- le preguntó Federico preocupado. 

-Sí, si, es sólo que me dolió un poco.- le respondió ella volviendo a incorporarse.

-Si preferís puedo hablar con el médico para que te quedes a pasar la noche acá.- sugirió él algo asustado.

-No, no. Quiero ir a hacer la denuncia lo antes posible. Fui una tonta en irme sola, tenías razón. Perdoname.- dijo aferrándose a su brazo para comenzar a caminar. 

-Eso no importa, creo que es mejor que descanses y mañana a primera hora vamos a hacer la denuncia juntos.- le dijo saliendo de la habitación.

-¡Doctora!- se escuchó desde una de las habitaciones y en un gesto instintivo Agustina volteó para mirar.

-¿Te golpeaste la cabeza también?- le preguntó Federico con algo parecido a una sonrisa y ella lo imitó.

-Gracias Fede.- le dijo luego de una breve pausa en un tono tan dulce que llegó a calar sus huesos.

-Un placer, Agus.- respondió él completando esa sonrisa que lo hacía lucir aún más hermoso. 

Y sin volver a mirar atrás abandonaron el hospital sin querer soltar sus manos, porque tenían la certeza de que estar separados, sería cada vez más difícil. 

Antes de conocerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora