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Llegaron al lujoso edificio en poco tiempo. Federico estacionó el auto en la cochera y cuando dio la vuelta para abrirle su puerta, Agustina ya había bajado. 

-Dejate mimar, Agustina.- se limitó a decir y frente a su sorpresa volvió a atrapar su mano para guiarla hasta el ascensor. 

Una vez adentro ella lo miró a través del espejo y volvió a morderse el labio como si quisiera comprobar que aquello estaba pasando realmente. Él sonrió y fue suficiente para que se diera vuelta y volviera a besarlo como lo había hecho en la playa esa misma tarde. 

Él la tomó de la cintura y respondió a aquel beso con más pasión de la imaginaba, teniendo en cuenta que aún estaban en el ascensor. Su erección no tardó en llegar y cuando ella se acercó para sentirla sus manos bajaron hasta esa redondeada cola que comenzaba a gustarle demasiado. 

El sonido del habitáculo anunciado la llegada a su piso los sacó de la marea de lujuria que los había hechizado y Federico cayó en la cuenta de que de haber tenido unos segundos más la habría abordado allí mismo. Eso no le gustó, él no era así, sabía contener sus emociones ¿qué tenía esta mujer que lo llevaba a olvidar todo?

Entraron al departamento y Agustina tuvo la sensación de volver a un pasado que creía enterrado. Era un living espacioso con sillones blancos y muebles de época, la lujosa araña que colgaba en medio combinaba a la perfección con la mullida alfombra que cubría parte del piso de madera. Los ventanales regalaban la postal de la ciudad con el oscuro mar de fondo. Ella recordaba haber vivido en un lugar así, pero sentía que aquello había ocurrido en otra vida. Pasó su mano por el borde de aquel sillón mientras Federico se sacaba el saco y lo colgaba prolijamente en una de las sillas. 

-¿Y bien, señorita? - le preguntó acercándose para abrazarla desde atrás. 

Ella giró su cabeza para encontrar aquel hermoso rostro demasiado cerca.

-¿Qué desea hacer?- volvió a preguntarle él besando aquel tatuaje en su cuello como si llevará años deseándolo.

Ella cerró sus ojos y alzó una de sus manos para soltarse el rodete que llevaba en el pelo. Con los besos de Federico recorriendo su cuello comenzó a desabrocharse la camisa, cuando por fin no quedaba ningún botón, él pasó las manos por sus hombros para deshacerse de ella.

Agustina giró y se sacó el sostén para ofrecerle la vista de sus redondeados pechos  apenas cubiertos por sus rizos dorados. Sin dejar de mirarlo tomó una de sus manos y la apoyó sobre uno de ellos. Federico supo exactamente qué hacer. 

Atrapó ambos pechos con premura para besarlos luego, ella inclinó su cabeza hacia atrás ofreciéndose como nunca en su vida lo había hecho. Federico podía ser tan sutil como apasionado. Le daba seguridad y la llevaba al límite del deseo tanto con sus delicados roces como con la fuerza con la que se deleitaba de sus pechos en ese mismo momento. 

Tuvo la necesidad de tocarlo. Recorrió su abdomen firme y desabrochó sus pantalones para liberar una vez más su enorme erección. La tomó con su mano y comenzó a masajearla volviendo a buscar su mirada, quería decirle cuando lo deseaba y al notar esa sonrisa de lado supo que la había entendido. 

El bajó el cierre de aquel ajustado pantalón que llevaba Agustina y antes de que ella pudiera reaccionar se agachó para bajarlo junto con su ropa interior y comenzar a besar su bajo vientre. Pasó ambas manos por su cola con lentitud y separó sus piernas con más lentitud aún. Comenzó a recorrerla con su lengua con la misma pausa hasta que ella no pudo aguantar más y enredando sus dedos en su cabello lo empujó un poco para que la llevara a un orgasmo arrollador que la obligó a pronunciar su nombre junto con un largo gemido.

-Fede.. - volvió a decir mientras recuperaba el aliento y sin dejarlo ponerse de pie, se agachó para estar a su altura. La velocidad del movimiento lo obligó a recostarse sobre aquella impoluta alfombra clara.

Sin perder el tiempo ella se sentó sobre él y guió su duro miembro para que la penetrara con profundidad. 

Se colocó su cabello de costado y apoyó ambas manos en su pecho para comenzar a moverse cada vez con mayor velocidad. Parecía cabalgar sobre él con sus ojos bien abiertos y su respiración cada vez más acelerada llevándolos en pocos minutos a un nuevo orgasmo que los colmó desmesuradamente. 

Aún sobre aquella dura superficie ella lo abrazó para escuchar el latido de su corazón perfectamente con su oído. Él acarició su espalda con dulzura y disfrutó del aroma de su pelo tan suave y cercano. 

Cuando Agustina percibió que los latidos se apaciguaron se incorporó un poco para levantarse, no sin antes regalarle una gran sonrisa. 

-¿Sabes que tengo una cama, no? Muy cómoda, por cierto. - le dijo él mientras se incorporaba también llevando una de sus manos a su cintura. 

Ella se rió y aún desnuda se acercó para examinarlo.  Pasó sus manos con una pericia que desconcertó un poco a Federico y luego de masajear algunas zonas finalmente le dijo:

-Nada que un Ibuprofeno no pueda solucionar.- y tomando su ropa se dirigió hasta lo que presumió sería el baño para higienizarse y volver a vestirse. 

Cuando regresó, Federico se encontraba vestido nuevamente y si bien, sabía que había llegado el final del sueño algo en ella tenía la esperanza de que no fuera así. 

-Me encantaría que te quedaras pero se que posiblemente tengas que regresar por tu hijo y no quiero presionarte.- le dijo él  acercándose al recibidor donde yacían las llaves de su auto. 

-No es mi… - comenzó a decir ella, pero de repente parecía una buena excusa para escapar y decidió tomarla. 

-Te agradezco mucho.- le respondió y lo siguió hasta la cochera nuevamente en silencio.  

 

Antes de conocerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora