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El olor a café llegó desde la cocina para despertar al dolorido cuerpo de Agustina. La voz de Lucas explicando algo apasionado la llevó a incorporarse con rapidez.  Llevó sus puños a sus ojos aún cansados y se apresuró a salir de la habitación. 

Había dormido en aquella cama en la que aún yacían los recuerdos de encuentros que llevaría tatuados en la piel, pero esta vez estaba sola. 

Federico había insistido en no despertar a Lucas y con un agotamiento que le impidió luchar lo había aceptado.

Salió del cuarto descalza con la misma ropa del día anterior y el cabello despeinado. Pudo ver a Federico sentado en una de las banquetas altas del desayunador escuchando con la misma seriedad con la que lucía en el trabajo las palabras de Lucas que no hacían más que nombrar el mar, el surf y las mejores técnicas para combinarlos. Se detuvo unos segundos, como si ver aquella escena lo hiciera posible y cuando sus ojos volvían a empañarse la mirada de aquel hombre en apariencia tan frío y formal la atravesaron con un calor que, sin saberlo,  necesitaba.

-Buenos días, dormilona.- le dijo poniéndose de pie. 

-¡Tina!- gritó el niño corriendo para abrazarla. 

-Le estaba contando a Federico las nuevas estrategias que tenemos y me dijo que a lo mejor un día se animaba a intentarlo. Le dije que vos eras la mejor instructora de toda la Argentina, así que no iba a tener ningún problema. - Lucas hablaba rápido, ajeno a los sentimientos que en ese momento crecían en el corazón de Agustina, que sin dejar de sonreír volvió a mirar a Federico y cuando Lucas giró para volver a su lugar pronunció la palabra gracias con sus labios sin que el sonido fuera oído. 

Federico corrió la banqueta en la que había estado sentado para ofrecerle el lugar y cuando ella se sentó, con la voz de un alegre Lucas aún narrando estrategias de surf, le susurró al oído: Un placer.

Volviendo a la cocina colocó una cápsula en la cafetera para prepararle un café y ofrecerle una de las medialunas que había ido a comprar con Lucas minutos antes.

Agustina desayunó agradecida, siguiendo el hilo de aquella conversación, como si no tuviese ninguna preocupación que atender y cuando terminó comenzó a levantar las tazas.

-Lucas, por favor, andá a mirar algo en la tele que tengo que hablar con Federico. - le dijo con una sonrisa. 

-¿Van a hablar de mi mamá?- le preguntó el niño con suficiencia. 

Agustina miró a Federico con desaprobación. 

-Yo no dije nada. Tu hijo es muy inteligente.- le respondió el acusado haciendo énfasis en esa manera de llamarlo. 

Agustina alzó ambas cejas y contuvo la respiración por un instante. Sabía que era su hijo, así lo sentía, así debía ser, pero la amenaza de aquella mujer había puesto en jaque su vida, aquella de la que le había costado tanto apropiarse. 

-Bueno, señor inteligente.- dijo finalmente mirando a Lucas.

-Sí, es de tu mamá. Pero son cosas de grandes. Te prometo que te voy a contar todo lo que tengas que saber, sólo te pido unos minutos para arreglar unos temas burocráticos.- le explicó sin perder la sonrisa.

-Ah, bueno, de buroestática no se nada, así que charlen tranquilos.- dijo con esa falsa arrogancia que pueden mostrar los niños intentando sonar como adultos. 

Federico y Agustina se rieron mientras lo veían alejarse. Luego volvieron a enfrentar sus propias miradas. Un silencio expectante los envolvió y al querer comenzar ambos hablaron al mismo tiempo.

-Yo…-

-Eh.. Yo- dijeron para volver a callar.

-¿Dormiste bien?- le preguntó él finalmente, intentando entablar una conversación normal. 

-Sí, muchas gracias.- respondió ella.

-Por eso y por todo. No tenías porque venir a buscarme al hospital o cuidar de Lucas toda la noche. En serio, gracias.- le dijo ella acercando sus manos a las de él sobre la mesa del desayunador, pero sin atreverse a tocarlo. 

-No hay de que.- respondió él con su habitual gesto cortés. 

-Hable con Laura.- volvió a decirle, haciendo que Agustina comenzara a imaginar a aquella mujer que, aunque no conocía, presentía sería amenazante y se vió obligada a bajar la vista. 

-Y también estuve pensando mucho.- agregó logrando que ella lo vuelva a mirar. 

-Con la denuncia de lo que ocurrió ayer, el cuidado que recibió el niño durante todos estos años, y su propio testimonio, es probable que puedas pedir que continúe bajo tu custodia. Pero al ser la madre, el juez le va dar el derecho a verlo y hasta puede que revea el caso cada año que ella vuelva a solicitar su tenencia. Tampoco es menor el hecho de que seas una madre soltera y no tengas un empleo estable. - agregó como si en lugar de su vida estuviera analizando el motor de un barco. 

-¿Y eso qué tiene que ver? Tengo empleo, tengo tres empleos, a Lucas nunca le faltó nada.- respondió ella con clara indignación alzando un poco el tono de voz. 

Entonces él sí la tocó. Atrapó sus manos entre las suyas y volvió a mirarla a los ojos.

-No dije que fuera justo, dije que es lo que suele pasar en estos casos. Pero también te dije que estuve pensando. - dijo cuando tuvo su atención. 

-Casate conmigo.- le arrojó con el mismo tono de voz, como si aquellas palabras no tuvieran un profundo sentido, como si se tratara de un mero trámite, como si luchar con las ganas que tenía de besarlo en ese momento no fueran suficientes, le estaba pidiendo que se casara con él. 

-¿Qué decis?- le dijo sacando sus manos y poniéndose de pie para alejarse un poco.

-Digo que es una solución. Tengo un trabajo estable, puedo demostrar que soy solvente y la jueza tendría menos motivos para negarnos la adopción legal. - agregó sin inmutarse. 

-¿Y el resto? No me estás pidiendo que firme un contrato de alquiler, me estás pidiendo que unamos nuestras vidas en matrimonio. Apenas nos conocemos, somos demasiado… diferentes. ¡Vos mismo me dijiste que no te gustaban los niños! ¡Es una locura! - le dijo ella caminando de un lado a otro de la cocina intentando no levantar la voz para que Lucas no la oyera. 

Federico se levantó y fue hasta donde estaba para que se detuviera. 

-Todo eso lo sé y no digo que no sea una locura, pero es una opción. No son los tiempos que hubiésemos imaginado, ni siquiera pensé que volvería a casarme algún día, pero tampoco pensé que terminaría haciendo el amor en una playa a mi edad y si mal no recuerdo…-

-Shh..- lo  interrumpió ella con desesperación. 

-Es una locura. ¡No! Te agradezco la ayuda pero no.- le dijo tomando sus cosas para irse. 

Él la tomó del brazo con sutileza y la volvió a mirar a los ojos, esos ojos verdes que lograban desestabilizarlo. Quería disfrazar aquella propuesta de practicidad cuando en verdad algo en él había comenzado a cambiar y si bien no podía aceptarlo, la idea de pasar el resto de su vida con ella no le parecía nada mal. 

-Pensalo Agustina. Yo este fin de semana viajo a Buenos Aires, cuando vuelva podemos volver a hablarlo.- le dijo demasiado cerca de su boca. 

Ella cerró sus ojos con fuerza, era una locura, no la conocía, estaba segura de que de hacerlo, no se lo propondría. 

No respondió, no pudo hacerlo. 

Llamó a Lucas y se fue sin siquiera despedirse. ¿Que se casara con él? Que locura, que delirio, que tentador…  

Antes de conocerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora