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La desesperación se apoderó de sus cuerpos y estar separados ya no fue opción. Agustina llevaba tanto tiempo sin desear estar con alguien que pudo sentir cada fibra de su cuerpo reclamar por aquellos besos que parecían pedir permiso al principio para desaforarse después. 

Pasó sus dedos por el suave cabello de Federico y alzó una de sus piernas para enredarse en su cintura y así sentir aquella gran erección justo donde la deseaba. 

Federico cerró sus ojos y por primera vez en mucho tiempo se dejó llevar. Tiró de su vestido con exigencia para volver a ver aquellos pechos redondeados y firmes bajo la tela del traje de baño que rápidamente corrió con la yema de su dedo. Rozó aquel pezón erecto abriendo los ojos para ver como el goce alcanzaba el rostro completo de aquella mujer tan hermosa. La oyó respirar con más fuerza y cuando pellizco con suavidad aquella preciada protuberancia un ligero gemido escapó de aquellos labios carnosos que volvió a besar con impaciencia. 

Ella desabrochó su camisa y luego de recorrer con sus uñas los firmes pectorales que su torso ofrecía acercó sus pechos contra aquella piel, aumentando el deseo en él de hacerla suya.

Con una de sus manos rodeó su gran miembro para liberarlo y lo guió con premura a la humedad de su sexo. Continuaba respirando con fuerza y los gemidos eran cada vez más frecuentes, él besó su cuello y recorrió aquel tatuaje con voracidad mientras ella se arqueó para sentirlo finalmente dentro. 

La sintió estrecha pero tan húmeda que las embestidas comenzaron a ganar velocidad, alentadas por sus manos presionando sus glúteos demandando más. 

Entonces se olvidó de la playa, de la arena, del viento frío y de las formas, la penetró una y otra vez mientras ella le regalaba su aliento y aquella mirada cargada de satisfacción disfrutando al máximo de aquel encuentro tan poco habitual en él.

-No pares, por favor.- le pidió Agustina al oído en voz baja y sus palabras fueron suficientes para llevarlos a los dos a la cima, con un último movimiento que los dejó tan exhaustos como satisfechos. 

Tardaron unos segundos en volver a mirarse, con sus pechos subiendo y bajando por la intensidad del momento recientemente vivido. Federico sonrió primero y ella lo imitó con una timidez que jamás le había visto, terminando de confirmar que había sentido lo mismo que él.

-Perdón, yo nunca hago… hace tanto tiempo que no…-  comenzó a decir Agustina mientras se acomodaba la ropa, sin poder volver a mirarlo.  

Estaba algo avergonzada, llevaba tiempo sin tener sexo y lo manejaba bien, sin embargo aquel hombre tan diferente, tan seductor y serio a la vez la había cegado al punto de no poder evitar lo que acababa de pasar. 

Federico tomó aire mientras terminaba de acomodarse también y al ver que Agustina se movía con desesperación la tomó suavemente del brazo para que lo mirara. 

-Te puedo asegurar que yo tampoco hago esto, prometeme que la próxima vez va a ser a mi manera.- le dijo sin una pizca de remordimiento en su mirada. 

¿La próxima vez? ¿Qué le hacía pensar que habría una próxima vez? La mente de Agustina era un caos, lo miró con tanta incertidumbre que toda la seguridad que guardaba Federico a la hora de comportarse se vio amenazada. 

¿Acaso habría interpretado mal sus intenciones? A lo mejor no lo había encontrado tan placentero como él. Espero unos minutos sin soltarla aún, entonces ella habló.

-Ahora me tengo que ir o voy a llegar tarde.- le dijo comenzando a caminar a gran velocidad. 

Federico la siguió y no tardó en alcanzarla con sus grandes pasos manteniendo la calma que solía acompañarlo. 

-Te puedo llevar si queres.- le propuso y ella, sorprendida de tenerlo tan cerca, se detuvo una vez más.

-Federico, esto es complicado, yo soy complicada. La pasé muy bien con vos pero no puedo prometerte nada. Tengo mi bicicleta ahí así que puedo ir sola.- mientras hablaba su cuerpo expresaba justamente lo contrario, había depositado su mano sobre aquel fuerte pectoral y su travieso dedo jugueteaba con aquel botón desprendido que recordaba haber desabrochado segundos antes. 

-Gracias por ofrecerte a llevarme.-   le dijo luego de una pausa en la que finalmente había apartado su mano. 

Federico le sonrió y entendió que no estaba todo perdido. Decidió dejarla ir, al menos por ahora. 

Antes de conocerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora