Agustina abrió sus ojos intentando descubrir por qué se sentía tan dolorida y al ver que había terminado durmiendo en el suelo encontró su respuesta. Lucas aún roncaba con sus piernas y brazos estirados, haciendo uso completo de su propia cama.
Sonrió al observarlo tan sereno, pero sobre todo por poder tenerlo junto a ella, y eso era algo que debía agradecerle a Federico también.
Recordó su encuentro de la noche anterior mientras se miraba al espejo para intentar mejorar su aspecto. Debía hablar con él, debía dejar atrás esa tonta condición y pedirle que lo intentaran sin molestas cláusulas. Debía confesarle que se había enamorado de él y que no le importaba la cronología de los hechos, sino lo que sentía al verlo.
Quería decirle que no sólo le gustaba verlo, quería que terminara de soltarse y pudiera mostrarse tal cual era, porque aquel rostro que encontraba tan hermoso no era nada al lado de lo que era capaz de hacer. Su forma de anticiparse a los deseos tanto de ella como de Lucas, su entrega absoluta a aquella descabellada idea de convivir, sus intentos por formar parte de aquel mundo, que no sólo lo habían llevado a intentar surfear, también tomaba mate aunque al principio lo encontrara demasiado amargo, escuchaba música moderna y asistía a largos encuentros de surfistas en instalaciones poco amigables sin quejarse.
Haberlo conocido era mucho más de lo que merecía y quería que él se sintiera como él la hacía sentir.
Bajó las escaleras recogiéndose el cabello y lo vio preparándose un café. Llevaba una camisa que creía casual, aunque para Agustina resultara demasiado formal para un sábado por la mañana y su cabello aún mojado le daba un aspecto al borde de lo irresistible. Intentó no hacer ruido para disfrutar un poco más de sus movimientos, pero el crujiente piso de madera bajo sus pies la delató.
No estaba segura de cómo había tomado el hecho de que hubiese dormido con Lucas, quería aclararle que no había sido su intención pero al cruzar su mirada y verlo, en seguida supo que algo no andaba bien.
Su sonrisa quedó a medio salir y comenzó a sentir que le costaba respirar. ¿Sería demasiado tarde?, pensó.
-Buenos días.- le dijo ella con cautela mientras se acercaba con lentitud.
-Buenos días.- le respondió él con más seriedad de la que solía mostrar.
-Llegó esta notificación ayer. Somos libres de terminar con esto si así lo queres. - le dijo, como si le estuviera anunciando una noticia del periódico.
Agustina, sin terminar de comprender se acercó rápidamente al papel y comenzó a leerlo. Era una carta del juzgado que llevaba la causa. Al parecer Lucía había sido detenida en Villa Gesell, estaba involucrada en un caso de drogas y debería aguardar el juicio en prisión preventiva. El juez les otorgaba la custodia completa y solicitaba que llevaran al niño a visitar a su madre si ella así lo requería.
Un sabor ambivalente azotó a Agustina, nunca hubiese querido ese destino para Lucia, pero estaba contenta de poder cuidar de Lucas sin amenazas. Sabía que la noticia podría lastimarlo una vez más, pero confiaba en que el amor que tanto ella como Federico le brindaban pudiera ayudarlo a sanar.
Volvió a leer la nota para confirmar que había entendido correctamente y recordó las palabras de Federico. ¿Quería terminar ? ¿Con qué precisamente?
Volvió a mirarlo sin terminar de entender.
-¿Queres terminar con esto? - le preguntó haciendo énfasis en su forma de nombrar al matrimonio, sin atreverse a acercarse.
-Es lo que vos querías ¿no? - le preguntó sin cambiar su expresión.
La noche anterior la había esperado, quería volver a estar junto a ella, quería que dejara atrás esa ridícula condición, quería saber que lo había deseado tanto como él a ella, que su encuentro había sido real y no producto de una confusión o una extraña forma de consuelo. Pero ella no había regresado, temía que no quisiera enfrentarlo. Recordó que en los meses que habían compartido no lo había buscado y sintió un dolor que jamás había sentido.
No iba a presionarla y aquella carta había llegado en el momento justo. Si ella no lo quería, allí tenía su huida.
En ese momento, Lucas, recién despierto, los escuchaba desde la escalera.
-Lo que yo quería… ¿y vos? ¿Es lo que queres? ¿Que nos separemos? ¿Queres volver a tu vida anterior? ¿Queres librarte de nosotros? - le preguntó Agustina sin poder contener su enojo, había elevado el tono de voz y se mostraba enfadada, gesticulando con sus brazos sin atreverse a tocarlo aún.
-Es lo que habíamos acordado.- respondió él sin inmutarse, tenía la habilidad de ocultar lo que sentía muy bien desarrollada, necesitaba conocer los deseos de Agustina antes de pedirle que continuaran juntos. Tenía miedo al rechazo, tenía miedo de que ella no sintiera lo mismo que él y no tenía las herramientas para expresarlo. Colocó sus manos en los bolsillos de su pantalón y una de ellas apretó la pequeña caja que contenía los anillos, deseaba entregárselos, deseaba confesarle que la amaba, deseaba pedirle matrimonio una vez más. Pero lo que deseaba pocas veces era lo que hacía y ese momento no fue la excepción.
Lucas sintió como su corazón se estrujaba una vez más. Las lágrimas comenzaron a rodar por su rostro y una desesperación hasta entonces desconocida lo llevó a huir.
Se escabulló hasta el parque y tomó su tabla de surf para correr en dirección al mar, aquel refugio, el único que nunca lo había abandonado, el único lugar donde se sentía seguro, el único lugar que sabía que su padre había amado, lo único que le quedaba de él.
Se metió sin pensar, sin avisarle a nadie, sin seguir ninguna regla… sin esperanza, sólo para dejar de sentir aquel dolor, aunque a lo mejor fuera lo último que haga.
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Antes de conocerte
RomanceFederico es un estructurado ingeniero naval, solitario y de reglas claras, recientemente divorciado de una abogada muy parecida a él. Cuando es trasladado a la ciudad de Mar del Plata para un trabajo porvisorio conoce a Agustina, una joven mesera, q...