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Agustina se movió algo dolorida en aquella inmensa cama y su mano se topó con los firmes músculos de Federico. Sobresaltada se incorporó para descubrir que la penumbra había tomado el protagonismo y la claridad del día había dejado de existir.  

Comenzó a tantear con torpes movimientos la mesita de noche en uno de los laterales para finalmente encender la luz y tomar su viejo teléfono, que como solía pasarle se había quedado sin batería. 

-Federico, despertate ¿Qué hora es?- le preguntó mientras tocaba su brazo primero con delicadeza para endurecer sus golpes al notar el poco éxito. 

Federico comenzó a moverse y algo parecido a una queja se escapó de sus labios.

-Dale, Fede, ¿No me dijiste que programabas una alarma?- continuó ella con tono bajo, como si alguien más pudiera oírlos. 

Entonces él reaccionó, escuchar aquella manera de llamarlo en sus dulces labios lo devolvieron a la realidad y aunque su cuerpo reclamaba más descanso su mente supo que debía responder. 

-Sí, si. Eso hice.- dijo tomando su teléfono con dificultad para corroborar que no había sonado y anunciarle que ya eran las 9 de la noche. 

Habían disfrutado tanto de sus cuerpos durante tres largos asaltos que cuando por fin se dispusieron a dormir él le había prometido que sólo sería durante los cuarenta minutos que le quedaban a Agustina para llegar a su otro trabajo. Pero algo debía haber salido mal, porque la alarma no sonó o ninguno de los dos había sido capaz de oírla. 

Al conocer la hora Agustina se levantó con desesperación, debía saber de Lucas. Golpeó su teléfono con desenfreno como si a través de aquellos golpes pudiera revivirlo y comenzó a vestirse a toda velocidad.. 

 -Sabía que esto no estaba bien.- dijo en voz baja terminando de atar sus cordones y entonces Federico y al apoyar una de sus manos sobre su hombro ella se corrió. 

-¿Te puedo llevar a algún lado?. - le preguntó él sin saber muy bien cómo actuar. 

-¡No!- gritó ella, pero en seguida se arrepintió. Ella era la única responsable allí, había accedido a ir, se había quedado dormida y no había puesto su teléfono a cargar. Él sólo la había invitado. 

-Perdón, Federico. - dijo girando para mirarlo mientras buscaba el cargador en su mochila.

-No debí gritarte. Es sólo que Lucas..- comenzó a decir cuando él le sacó el teléfono y el cargador de las manos y caminó hasta el recibidor para enchufarlo. 

-¿A qué hora debías verlo? - le preguntó de vuelta con esa calma que solía mostrar siempre que no estaban teniendo sexo. 

Ella lo miró intentando salir de la desesperación que la había alcanzado. 

-En la playa, lo lleva una mamá, cuyo hijo también toma clases conmigo.- dijo por fin con los ojos llenos de lágrimas. 

Él la observó aún pensando el próximo movimiento, no era bueno con las emociones, no sabía consolar a una mujer, sin embargo aquellas inminentes lágrimas lograron conmoverlo de un modo que nunca había sentido. 

-Tranquila, tus amigos están en la playa también.- dijo acercándose para abrazarla y cuando ella se derrumbó sobre su pecho, su corazón le anunció algo nuevo. Quería que dejara de llorar, quería asegurarle que todo estaría bien, quería protegerla por el resto de sus días. 

El teléfono se accionó sorprendiendolos y una catarata de mensajes comenzaron a llegar aturdiendo el silencio del lugar. 

Llamadas perdidas y textos con muchos signos de pregunta que hicieron que Agustina se separara para comenzar a leer con premura. 

-Está con Lola.- dijo luego de una larga y tensa pausa. 

-Vamos, te llevó.- dijo él con seguridad. 

-No está bien, voy sola. - respondió ella comenzado a responderle a su amiga tecleando a gran velocidad.

-Agustina, vamos a buscar a tu hijo, conmigo vas a llegar más rápido.- reiteró él con determinación. 

-No es mi…- comenzó a decir ella aún escribiendo, entonces reaccionó y volteó para mirarlo. 

-En serio, Fede. Puedo sola.- respondió aún con más arrojo. 

Y sin dejar que respondiera salió a toda velocidad hacia el ascensor con la única certeza de que aquello no podía volver a pasarle. 

Antes de conocerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora