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Agustina pedaleaba con todas sus fuerzas. Sus pulsaciones aceleradas la llevaban a tomar bocanadas de aire cada vez más profundas. No sabía que haría al enfrentarla, pero sentía que debía hacerlo. 

Había dejado a Lucas con Federico, sin siquiera pedirle permiso. ¿Qué estaba haciendo? ¡Era una locura! Y sin embargo  era lo único que se le había ocurrido.

Lo había visto tan hermoso, tan comprensivo, tan dispuesto a ayudarla que su mente se nubló. Sabía que lo extrañaba, pero no imaginaba que tanto. Aquel abrazó, su aroma, sus dulces besos siempre tan sutiles y profundos a la vez, le habían recordado con más fuerza lo placentero que era estar junto a él. Se sentía una tonta por haberse alejado y sin embargo, estaba segura de que su accionar sólo iba a lograr alejarlo más. ¿Quién querría estar con alguien tan conflictuada? Y aún no conocía lo peor, pensó con amargura. 

Llegó por fin a su casa y Lucía seguía allí. Caminaba con nerviosismo mientras fumaba un cigarrillo con desesperación. Llevaba un vestido de estilo hippie en colores marrones y unas sandalias acordonadas de cuerina. 

-¿En dónde está? - gritó al verla y arrojando la colilla aún encendida al suelo se abalanzó sobre ella a gran velocidad. 

-Es mi hijo, no podes negarme mi derecho a verlo. Sos una porquería, ni siquiera fuiste capaz de salvar a Marcos. Él sí me entendía. ¡Devolvemelo! - gritaba mientras intentaba pegarle. 

Sus movimientos eran torpes, como si estuviera bajo los efectos de algún tipo de sedante, pero Agustina no podía reaccionar. Que nombrara a Marcos, que la culpara de su accidente y que exigiera llevarse a Lucas era más de lo que podía soportar.

Se dejó pegar como si el dolor de aquellos puños pudiera amenizar el que sentía en su interior. El dolor en su rostro aumentaba con cada nueva embestida, pero el de su corazón era aún mayor, nada parecía poder superarlo. Cayó al piso y apenas apoyó sus manos, los gritos de Lucía ya no podían aturdirla, un ligero pitido en sus oídos lo impedía.

Con su mejilla sobre el frío asfalto y un sabor metálico en su boca, creyó ver unas luces azules girando a lo lejos y de repente, ya no pudo sentir nada más. 

Antes de conocerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora