Miré al cielo, un pájaro. Tal vez un avión. Tenía que dejar de distraerme con estupideces como esas.
Abrí la puerta de mi lugar de trabajo y me senté en mi escritorio usual, donde montañas de género ya me esperaban. Lancé un largo suspiro y me puse a trabajar.
Desde pequeña lo único que he querido ser ha sido diseñadora. Compré mi primera máquina de costura a los siete años, y nunca he comprado un vestido. Cuando terminé la escuela, postulé a la mejor universidad de diseño del país, pero no logré quedar. Asique entré a otra. Terminé mis estudios y encontrar trabajo fue más difícil de lo que esperé. Tenía hambre y frio cuando encontré este trabajo. Son ocho horas de costura por la paga mínima. Cuando entré me prometí que solo sería temporal. Que encontraría trabajo para una gran marca de ropa, que luego podría empezar la mía propia y sería reconocida mundialmente. Pero ya han pasado cuatro años, y lentamente me he ido acostumbrando a mi rutina. No es como que me sobren comodidades, pero tampoco me falta nada. Y la verdad es que, soy feliz. (Tal vez si sigo repitiéndolo voy a creerlo)
Tomo el primer pedazo de género y comienzo mi trabajo. El día avanza lentamente, termino el último pantalón, comienzo el primer vestido.
-Oye Sáenz - Mi jefa se acerca por detrás- ¿Podrías dejar esto en la tintorería?-
Miró hacia arriba, está sosteniendo un vestido de gala con una enorme mancha café en el centro. Asiento, tomo el vestido y salgo hacia afuera.
El sol es suave y el viento frio. Estoy temblando para el momento en que llego a la tintorería la cual se encuentra a solo una cuadra.
-¿No estás un poco desabrigada?- Me pregunta el hombre atrás del mostrador, un empleado nuevo.
Le sonrío cortésmente y le entrego el vestido.
-Bastante lindo- Dice observándolo.- ¿Es tuyo?-
-No - Contesto, mirando hacia abajo- Es de mi jefa.-
-Una lástima - Dice mirándome.- Apuesto que te hubieras visto increíble en él.-
-¿Cuánto sale?- pregunté apresuradamente, casi interrumpiéndolo.
-Eeehh... - Pareció un poco confundido por mi pregunta, pero me dio el precio y la boleta.
Yo agradecí y comencé a caminar hacia la puerta.
-Espera- Me dijo desde atrás- Toma esto.-
Me di vuelta. Tenía una chaqueta de aspecto abrigado en la mano.
Reí nerviosamente.
-No... No podría aceptarlo.-
-No te preocupes, lleva años aquí, nadie lo ha reclamado. Y además, puedes pasar a devolverlo otro día.- Y dicho eso, lo dejó en el mostrador y se fue al fondo de la tienda.
Miro afuera. Si hace mucho frio. Además, él tiene razón, nadie lo extrañaría. No habría nada de malo con aceptarlo... Supongo que tal vez...
Tomo el abrigo, me lo pongo y salgo de la tienda lo antes posible. Es bastante cómodo, y no he tenido un abrigo tan lindo como este desde que vivía con mi madre.
Entro a la fábrica sonriendo y me siento a terminar con los vestidos. Supongo que hoy fue un día distinto. Un día bueno.
Fui a decirle a la jefa que el vestido había sido entregado y ella me dio el cheque del mes. Sonreí, feliz de poder pagar un par de las deudas que me había conseguido estas semanas.
Terminé de trabajar, marqué mi salida y caminé por las calles, junto con la gran manada de gente que salía del trabajo a la misma hora que yo. Miraba hacia el cielo, el cual se encontraba en una de las puestas de sol más hermosas que he visto en toda mi vida, cuando sentí un tirón.
Todos mis sentidos se activaron. Un chico había tomado mi cartera y salido corriendo por entre la multitud. No perdí tiempo y comencé a correr tras él... O al menos lo intenté, ya que el maldito era demasiado veloz. Me apoyé en la pared, completamente derrumbada. Cerré los ojos y rogué por no existir. Cerré los ojos con fuerza e intenté evitar las lágrimas. Intenté.
-Hola linda. Creo que esto es tuyo.- Miré hacia la voz. Era el de la tintorería. Con mi cartera en la mano. Sonriéndome.
Lo abracé repentinamente, y él se tambaleo un poco bajo mi peso.
-Gracias, gracias, gracias, gracias, gracias.-
-Ese era un chiquillo muy veloz, creo que necesitaré algo más que un simple "gracias".-
Me separé de él y lo miré a los ojos, curiosa.
-¿Qué tal una cena?- Preguntó con una sonrisa coqueta.
-Una cena suena perfecto.- Sonreí yo también.
Luego caminamos juntos hasta la parada de tren, sin dejar de hablar ni un solo segundo.
And She Smiles... Oh, When She Smiles
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Canciones y otras locuras de amor.
Short StoryUna canción, una historia. Si puedes, pon la canción en modo repetición hasta terminar la historia, le da un toque. Pero si eres de esas personas que quedan enfermas de una canción por culpa de la repetición, entonces solo escuchala antes de comenza...