Hanemiya Kazutora era conocido en su instituto cómo alguien extraño, gran parte de sus compañeros sabía que venía de una familia disfuncional, no tenía muchos amigos, y no parecía sobresalir tanto en los estudios. Aún así, el chico parecía estar lle...
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Flashback: años atrás.
El joven Manjiro Sano se encontraba conversando con su grupo de amigos, en dónde reía y podía ocultar el dolor que llevaba encima.
Apesar de tener un nombre bastante peculiar, no era de su agrado total. Desde los insultos de su padre dejo de agradarle le llamarán "Manjiro", entonces una noche conversando con su hermanita menor, Emma, se convenció así mismo que apartir de aquel momento se llamaba Mikey.
El rubio vivía con su hermana menor, y su padre en aquel entonces. Su madre había fallecido hace unos pocos días atrás, el dolor estaba realmente fresco, su hermana lloraba todas las noches y todos los días. Mikey no quería mostrarse débil, así que reprimía todo su dolor.
Antes toda su vida podía ser de color rosado, era todo perfecto y no había dolor, sólo amor y cariño fraternal. Pero desde la partida de su madre todo cambió para peor.
Su padre no se hacía totalmente cargo de los dos menores, puesto que el hombre ya no trabajaba, el hombre sólo se hundía en alcohol y nunca pasaba en casa, los menores podían pasar días y días sin comer algo.
Un día, Mikey recuerda que su padre se llevó a Emma a su habitación, recuerda que estuvieron muchas horas allí conversando, aquello no le saboreó bien al rubio, y desde ese día ciertas cosas volvieron a dar un giro.
Por alguna razón, tenían dinero, tenían comida.
Estaban teniendo todo lo necesario para sobrevivir, aquello pudo ser una chispa de esperanza para Mikey si no fuera porque su hermana cada vez se le veía más apagada.
Sin contar que aún así, su padre no siempre se encontraba en casa, y si aparecía era para llevarse a su hermana.
Todo se rompió una noche... Que escuchó gritos y lloriqueos en el pasillo de la casa.
— ¡Ya no quiero papá! ¡Por favor!—
— ¡¡Tendrás que hacerlo o juro que voy a matarte!—
Se escuchaban golpes, gritos, de todo.
Mikey se sentía aterrado, pero al oír la voz rota de su hermana menor pudo agarrar valor, agarrar su bate de béisbol como arma de defensa y adentrarse al pasillo, topandose con una escena que rompería su vida para siempre.
Su hermana estaba tirada en el suelo semi-desnuda, sólo era cubierta por una clase de sabana.
Y su padre le estaba gritando mil cosas sin sentido, dando a entender que el hombre se encontraba en su peor estado de ebriedad.
El menor se quedó quieto por unos segundos, no podía procesar lo que estaba viendo ante sus ojos. Por impulso de la ira, golpeó fuertemente a su padre con el bate de béisbol dejándolo caer rápidamente.
— ¿Mikey?...—
— Vámonos de aquí, Emma— Habló desesperado el rubio.
Le dió ropa más adecuada a su hermana para que se vistiera con total rapidez, pues el hombre podría levantarse y golpear a ambos chicos, después de ello huyeron de casa.
