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La mañana había llegado demasiado rápido para todos. Luego de aquella discusión nadie en el refugio había podido dormir. Zoe no se había animado a acompañar a Noah en su habitual recorrida, Lucia le había aconsejado que le diera espacio y decidió hacerle caso. Lucia comenzaba a ganarse aquel lugar de consejo y cariño que llevaba tanto tiempo vacante en el corazón de Zoe. 

Estaban sentados a la mesa para desayunar, Doña Paula hacia el pan más rico que Zoe jamás hubiera comido, Maria y Pedro se habían marchado con Bernardo hacia la escuela y Vicente contaba una divertida historia acerca de algo vivido el fin de semana en la ciudad, cuando Noah entró y la tensión se hizo palpable. 

Si bien Lucia intentó continuar con la conversación, la sola presencia de Noah, quien se había limitado s tomar un trozo de pan, pero no se había sentado a la mesa, comenzaba a llenar el espacio con una mezcla de expectativa y rigidez.  

Zoe comenzó a buscar su mirada, intentando encontrar algún indicio que le dijera donde estaba parada, pero si bien sus ojos se habían cruzado varias veces, él se apartaba rápidamente para evitarla. Lucia continuaba hablando y el resto de los comensales fingían prestarle atención, cuando Zoe no fue capaz de aguantar más aquella absurda tensión. 

-Noah ¿Podemos hablar a solas, por favor? – le dijo poniéndose pie y logrando un silencio de misa a su alrededor.  

Noah por fin la miró. Recorrió su rostro  y su cuerpo con algo de deleite disfrazado de indiferencia.  

-Está bien.- le respondió, luego de una larga y abrumadora pausa, y sin volver a mirarla tomó un nuevo trozo de pan y comenzó a caminar hacia afuera.  

Al sentir que Zoe lo seguía se detuvo y señaló a Vicente. 

-Quedate cerca por si quiere volver a drogarme.- le dijo con algo parecido a una sonrisa de costado, logrando que el anciano volviera a sonreír.  

Aquella especie de broma logró aflojar el ambiente y Zoe pudo percibir el momento exacto en que algo de esperanza volvía a encenderse en su interior.  

-Muy gracioso.- le respondió ella sin atreverse a sonreír, todavía.  

Continuaron caminando unos metros, él delante y ella imitando sus pasos, hasta una zona rodeada de vegetación, que contaba con unos troncos a modo de asientos. 

-Te escucho.- le dijo Noah, tomando asiento en uno de los troncos de madera y volviendo morder el pan que llevaba en su mano. 

-Noah, yo quería volver a pedirte perdón. Lo que hice estuvo muy mal, en ese momento no lo pensé, sentía que debía ayudar a “Error” y vos no ibas a querer que te atienda primero.- comenzó a explicarle Zoe mientras se tomaba las manos y se apretaba los dedos, para mitigar los nervios que sentía al tener que enfrentarlo.  

-¿A quién?- le preguntó Noah, confundido.  

-Es el nombre que recibió el pobre cachorro y antes de que te quejes no fui yo la responsable. Los chicos decidieron que aquel nombre me recordaría no volver a hacer semejante estupidez.- le aclaró Zoe, sin atreverse a mirarlo aún. 

Noah emitió una especie de bufido, como si aquello lo fastidiara y Zoe continuó.

-En serio, necesito que no me eches. Este trabajo es todo lo que siempre quise, lo pedí durante muchos años, intenté formarme para ser útil y estoy dispuesta a seguir todo lo que me digas con tal de aprender más. No quiero irme.. no pudo regresar a Buenos Aires..- al decir aquella última frase su voz se había apagado, no quería confesarle que se había ido para escapar de Pablo o de cualquiera que quisiera algo serio con ella.  

Noah, que ya la había perdonado hacía rato, notó aquel cambio en su voz y la necesidad de conocer más lo invadió, no estaba dispuesto a aceptarlo, pero Zoe cada día le parecía más interesante.  

-No pensaba despedirte- le dijo logrando que ella por fin le regalara aquella sonrisa tan hermosa.  

-Lo que hiciste estuvo pésimo, fue poco profesional, impulsivo y peligroso. Me diste la dosis de un caballo. ¡Por Dios!- dijo abriendo sus manos en señal de indignación. 

-La mitad...- le aclaró ella con un gesto de arrepentimiento bastante inocente.

Noah volvió a mirarla desconcertado, incluso con aquel gesto de niña arrepentida era adorable, pero él no mostraba sus sentimientos, no sucumbía y menos ante alguien tan diferente a él como Zoe.  

Al ver que no respondía ella se acercó y lo tomó de la mano. 

-Estoy muy, pero muy arrepentida, en serio y te prometo que me voy a controlar. En verdad quiero aprender y aunque apenas pasamos unas horas juntos, se que tenes mucho para enseñarme. - le dijo ejerciendo una leve presión sobre aquella gran mano que a pesar de trabajar en los terrenos más hostiles ni siquiera era áspera al tacto. 

Noah miró sus manos unidas y volvió a mirar a Zoe, tenía que alejarla de alguna manera, llevaba tiempo solo y aquel simple contacto comenzaba a traerle recuerdos que había elegido sepultar.  

-No soy un profesor. - le dijo finalmente retirando su mano lentamente. 

-Y no te pido que lo seas. Con sólo mirarte aprendo, prometo no hacer muchas preguntas, no te digo ninguna porque ya te habrás dado cuenta que suelo ser conversadora, pero prometo contenerme y… aprender a cebar mate también. - dijo y la última frase sonó algo más bajo mientras sus ojos se reian antes que sus labios. Otra vez había acortado la distancia entre los dos. Eso comenzaba a agradarles.  

Noah se quedó en silencio, no quería alimentar aquella falsa idea de que pasarían tiempo juntos y él sería simpático y didáctico, no era así, incluso antes de que tiñera su vida de soledad. Siempre había sido callado y serio, no iba a cambiar, de eso estaba seguro.  

-¿Esa cara es un sí?- le preguntó algo nerviosa Zoe, creía entender que el hecho de haber aceptado conversar con ella indicaba que la había perdonado, pero con Noah todo parecía más complicado, más indescifrable.  

Noah por fin sonrió y cuando iba a responderle el pequeño cachorro corrió hasta ellos, llevaba una de sus patas vendada pero parecía moverla sin problemas.  

-Disculpen, Error se me escapó.- dijo Vicente algo agitado corriendo para alcanzarlo. 

Zoe se agachó y el cachorro se le acercó para comenzar a lamer su mano. Ella lo acariciaba mientras sonreía y cuando el animal se echó en el suelo y giró para recibir mimos en su vientre, Noah se les acercó.  

Zoe palpó entre caricias la herida y levantó la vista hacia Noah que se había agachado a su lado. 

-No me mires, te dije que no soy tu profesor.- le dijo con gesto de fastidio, aunque al ponerse de pie nuevamente apoyó una de sus manos sobre el hombro de Zoe y agregó: 

-Igual hiciste un gran trabajo. Zoe – le dijo y antes de que ella pudiera agradecerle, se marchó para completar sus tareas matutinas. 

Zoe miró a Vicente y este le enseñó su pulgar hacia arriba mientras asentía con su cabeza. 

-Ahora sólo evita volver a drogarlo.- le dijo divertido y Zoe no tuvo más remedio que imitarlo.  

Tenía una segunda oportunidad y pensaba aprovecharla al máximo, aunque eso significara acallar las millones de mariposas que sentía en su estómago cada vez que Noah se le acercaba. 

Un sendero hacia tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora