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Las gruesas gotas de lluvia golpeaban la tierra colorada formando incansables surcos de agua, el viento agitaba las ramas de los árboles con furia y la expresión de todo aquel que recibía la noticia de la desaparición del pequeño aumentaba la tensión del aire.
En medio de la confusión, Zoe salió al centro del refugio y gritó para llamar la atención de todos.
-¡Escuchenme! - dijo con voz clara y fuerte.
-Vamos a organizar la búsqueda. Vicente vaya a buscar al guardaparques e informe a la brigada de rescate. Lucía quedate con Pedro y María, cancelen las visitas de hoy y llamen a la policía. Carla…- hizo una pausa, la mujer estaba desfigurada, su maquillaje corrido a causa de las lágrimas y el hipo de su llanto desconsolado la mostraban vulnerable y tan herida que Zoe colocó una mano sobre su brazo para darle ánimo.
-Carla, vos quedate con Doña Paula, revisen de nuevo las casas, alacenas, debajo de las camas, placares, todo lugar donde pudo haberse escondido. - le dijo bajando un poco el tono.
La mujer asintió con la cabeza como una autónoma, ni siquiera podía hablar. Por primera vez en su vida estaba aterrada. Temía que su inmadurez y libertinaje le hubieran quitado lo que más amaba en el mundo.
-¿Noah? - preguntó Zoe buscándolo con la mirada.
-Acá estoy.- le dijo él luego de una pausa colocándose a su lado. Parecía abatido, arrepentido e incluso perdido.
-Vamos por el camino que lleva a la reserva indígena, el mismo que hicieron ayer, a lo mejor decidió ir allí. ¿Sabes si le pasó algo ayer?- le preguntó Zoe ajena a todo lo que le había pasado a aquel hombre en las últimas horas.
-Creo que es mejor que te quedes.- le sugirió a Noah tomando su brazo con cariño.
-No voy a quedarme, somos los que más conocemos el camino, puedo ayudar y voy a hacerlo.- le dijo ella con firmeza.
-Pero no quiero que..- comenzó a decir él mirando su vientre con un brillo especial en sus ojos.
-Noah, no voy a discutir con vos ahora. No perdamos el tiempo.- volvió a insistir ella y al ver que Noah no se movía agregó en voz todavía más baja:
-Por favor… confía en mí. -
Noah suspiró y bajó la mirada, con la cantidad de agua que estaba cayendo el tiempo apremiaba, los caminos del monte se volvería cada vez menos transitables y el pequeño Aarón corría más peligro con cada minuto que pasaba.
-Vamos.- le respondió resignado y comenzó a caminar hacia la selva.
Recorrieron varios metros en silencio, con las gotas golpeando sus rostros y el agua colándose debajo de sus impermeables, gritaban el nombre del niño a cada rato, pero no obtenían respuesta. La preocupación era cada vez mayor, Vicente les informó por radio que la patrulla de rescate había iniciado la búsqueda también, pero la situación era desesperante.
-Esto es mi culpa.- dijo Noah llevándose las manos a la cabeza.
Zoe se detuvo para mirarlo.
-¿Qué decis? No tenes nada que ver, es un niño, habrá querido hacer una travesura. - le dijo ella colocando su pequeña mano en su mejilla.
Noah la miró y sus ojos verdes se humedecieron.
-Hoy me llegó el resultado de ADN, no es mi hijo. Eso me enojó, no sólo porque Carla me hubiera mentido, me enojó porque en verdad deseaba que lo fuera, es un chico maravilloso, bueno, que sólo quiere una familia. Me lo dijo ayer, está cansado de viajar de un lugar a otro, quiere tener amigos de verdad, quiere ir a la escuela, ¡por Dios! Y yo…- hizo una pausa para respirar y tomó la mano de Zoe entre la suya.
-Yo se lo prometí, ayer le prometí que se quedaría conmigo, que no viajaría más. Pero cuando llegó ese resultado me encegueció, le grité a Carla que se fuera, que se lo llevara.- Noah se limpió la lágrima que había recorrido su mejilla.
-No es tu culpa, sos humano, es entendible que te hayas enojado. No es momento de buscar culpables, vamos a encontrar a Aaron. Lo vamos a encontrar y vamos a cumplir tu promesa. Se que un resultado no cambia lo que sienten el uno por el otro, todavía podemos darle una familia ¿o no?- le dijo ella con sus ojos empañados también.
Noah la miró sorprendido. Era una mujer fantástica, era dulce, comprensiva, empática, decidida. Era la mejor madre que sus hijos podían tener.
-Sos de otro mundo, Zoe. No se si merezco que me perdones, no debí gritarte...- le dijo apretando sus manos con fuerza.
Ella lo besó sin dejar que continuara hablando.
-Vos sos maravilloso. Te amo, te amo como nunca creí que podría amar, te amo tanto que en cuanto supe que nuestro hijo crecía en mí, ese amor derribó todos mis miedos, ya no temo no ser buena madre, porque sé que juntos, somos la familia que siempre soñé y me encantaría que Aaron también forme parte de ella. Debí decirte antes lo del embarazo, pero no encontré el momento, no tengas dudas de que es nuestro hijo. - le dijo y ahora fue él quien la besó.
-Nunca tuve dudas, Zoe, te amo. - le dijo por fin con una sonrisa.
Ella volvió a besarlo y luego se separó con prisa. Estaba feliz, pero nada sería lo mismo si no encontraban a Aaron.
-Ahora vamos a encontrar a tu hijo.- le dijo apretando sus labios con nerviosismo y él asintió sin querer soltar su mano nunca más.
Caminaron varios metros más y nadie respondía al llamado.
-¡Aaron! - gritaban los dos con todas su fuerzas, pero sólo la lluvia y los truenos sonaban en el silencio del monte.
Entonces Zoe creyó oírlo.
-Shh…- le dijo a Noah deteniendo su marcha.
-¿Aaron, sos vos?- volvió a preguntar guardando silencio después.
-Tengo miedo.- La voz del niño prácticamente les devolvió la vida a los dos.
-No tengas miedo, acá estamos.- dijo Zoe en voz alta, aún no podían verlo, su voz parecía lejana como si tuviera eco.
-¿Dónde estás? ¿Qué es lo que podes ver?- le preguntó Noah mirando en todas direcciones.
-Me metí entre unas rocas porque llovía pero no se como salir.- explicó el niño llorando.
Noah divisó unas rocas y las señaló. Se acercaron con Zoe, parecian formar una especie de cueva, Noah intentó entrar pero su cuerpo no cabía.
-Voy yo.- le dijo Zoe sacándose la mochila y la capa de lluvia.
-Es muy peligroso, voy a volver a intentarlo.- le dijo Noah estirando su brazo para bloquearle el paso.
-Noah, seamos razonables, mirá tu tamaño y mirá el mio, voy a pasar mejor. Confía en mi, no haría nada que pusiera en riesgo a nuestra familia.- le dijo tomando aquel fuerte brazo y colocándolo sobre su vientre.
Noah sonrió de lado, no estaba convencido pero era cierto que él no iba a poder entrar. Cerró sus ojos y asintió con la cabeza.
Se agachó y apoyando sus rodillas en el barro besó aquel lugar donde crecía su futura felicidad. Zoe enredó sus dedos en el cabello de Noah con cariño.
-Vamos a estar bien.- le dijo y subiendo a la gran roca introdujo su cuerpo en aquel espacio minúsculo.
El tiempo afuera parecía no correr, los nervios de Noah no le permitían quedarse quieto, su vida entera estaba en aquella cueva y él no podía hacer nada.
Esperó en silencio con el corazón a punto de explotar y la sangre de sus venas corriendo a máxima velocidad.
Entonces oyó unos golpes y se acercó hasta la entrada.
-¿Noah?- dijo el niño con la cara llena de barro y los ojos húmedos.
-Acá estoy, hijo.- le dijo Noah mientras lo ayudaba a salir de aquellas rocas.
-No soy tu hijo.- le respondió el niño llorando con desconsuelo.
-Si vos queres que yo sea tu papá, lo soy. No sé que escuchaste o que entendiste, estaba enojado, hablé sin pensar. Conocerte fue una de las mejores cosas que me pasaron en la vida y si tu mamá está de acuerdo podes quedarte a vivir con nosotros todo el tiempo que quieras.- le dijo con una sonrisa.
Aaron saltó a sus brazos y lo apretó con todas sus fuerzas.
-¡Tenías razón Zoe, tenías razón!- gritó Aaron con alegría sin querer soltar a Noah, pero cuando se acercaron a la entrada de la cueva se oyó un estruendo que los obligó a apartarse.
El barro había cedido desde lo alto, había obstruido la entrada por completo. No lograban ver nada, la lluvia continuaba cayendo y la desesperación crecía con cada segundo que pasaba.
Noah comenzó a cavar con sus propias manos.
No podía perderla.
No iba a rendirse, no podía hacerlo.
No iba a abandonar sus esfuerzos.
No iba a perder la esperanza de finalmente poder hacerla feliz.

Un sendero hacia tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora