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Los primeros rayos de sol iluminaron la cabaña de Zoe y el calor del recién llegado verano logró que por fin se levantara. Llevaba su cabello enredado y un sudor molesto en su cuello.
Se sentó en la cama y en cuanto estiró sus brazos hacia arriba todo su cuerpo le reclamó aquella incómoda posición en la que se había quedado dormida.
No necesitó mirar el celular para conocer la hora, eran 7, como cada una de las mañanas que había compartido con Noah, sólo que esta vez no deseaba hacerlo.
Se duchó y eligió unos shorts de jeans. Iba usar aquella remera clara que solía vestir, pero su orgullo herido le exigió que se esforzara más. Eligió una musculosa azul de breteles finos que se ajustaba perfectamente a su figura y en lugar de anudarse la camisa a la cadera, decidió no llevarla. Se soltó el cabello e intentó estirar la piel debajo de sus ojos para ocultar sus ojeras. Quería que volviera a encontrarla hermosa, necesitaba que volviera a mirarla, aunque en el fondo estaba segura de que eso no ocurriría, al menos su orgullo pedía una última oportunidad.
Recién cuando estuvo conforme con lo que el espejo le devolvía tomó su teléfono. Tenía varias llamadas perdidas de Noah y un mensaje. Con su orgullo aún gobernando su voluntad decidió no mirarlos y como si fuera una mañana cualquiera salió para desayunar con todos los demás.
Ni bien cruzó la puerta del comedor Bernardo fue el primero en señalar lo linda que estaba.
-Ah bueno, pero que hermosa se nos puso hoy la doctora.- dijo el hombre haciendo que todos, incluso Noah, que se encontraba de espaldas, voltearan a verla.
Como si fuera una colegiala sus mejillas se sonrojaron un poco.
-Ese color te queda especialmente bello.- agregó Lucía con su habitual gesto de aprobación.
Zoe sólo quería que Noah volviera a mirarla, pero fue el único que no lo hizo.
Sin entender porque, se limitó a volver a darse vuelta. Ni siquiera la saludó.
Zoe tomó asiento al lado de María, intentando ocultar su decepción.
Se servía café cuando la puerta volvió a abrirse.
Carla llevaba el mismo vestido de la noche anterior. De cerca parecía mayor de lo que Zoe había aventurado. Tenía una mirada intensa y cuando sonrío algo de malicia parecía asomarse a sus labios.
Noah dejó lo que estaba haciendo y se apresuró a acercarse a la mesa.
-Bueno, como todos habrán visto, Carla regresó ayer por la tarde. Tenía algunas noticias importantes para mí y hoy quería compartirlas con ustedes.- dijo sin mirar a ninguno en particular.
Parecía algo avergonzado, aunque su voz era firme y su ceño tan serio como el día que lo conoció.
Zoe apenas lograba entender lo que estaba sucediendo. Se había intentado convencer de que podía volver a trabajar, pero ignorarlo era demasiado difícil.
Entonces un niño de unos cinco años se asomó detrás de aquella enignámitica mujer. Era rubio y tenía unos enormes ojos verdes, tan parecidos a los de Noah que Zoe comenzó a temblar.
-Quiero presentarles a Aaron. Este pequeño es mi hijo.- dijo Noah justo cuando Doña Paula entraba al comedor y frente a tal declaración la pobre mujer soltó la bandeja y todo lo que llevaba en ella rodó por el suelo.
Todos se pusieron de pie y comenzaron a ayudarla. El silencio del lugar se fue perdiendo frente a algunos murmullos.
Zoe fue a recoger uno de los trozos del suelo cuando Noah iba a hacer lo mismo.
Al tocar su mano Zoe se apresuró a retirarla y el trozo de cerámica le produjo un corte.
-Perdón, ¿estás bien?- le dijo Noah tomando su mano para inspeccionarla.
Zoe la retiró con prisa, pero él volvió a tomarla con fuerza.
-Es profundo, necesitas unos puntos.- le dijo enfrentando por primera vez desde la llegada de Carla aquellos enormes ojos que tanto le gustaban.
-No es para tanto.- le dijo ella desafiante, pero Lucía que se había acercado la inspeccionó también.
-Tiene razón. Noah llevala al consultorio que nosotros limpiamos.- le ordenó con su tono de mando.
Zoe quiso volver a resistirse pero con una mirada, Lucía logró que no lo hiciera.
Cuando pasaron por su lado la mujer tomó el brazo de Noah para que se detenga.
-Cuando termines, vos y yo tenemos que hablar.- le dijo en voz baja y el confundido veterinario no tuvo más remedio que asentir con su cabeza.
Llegaron al consultorio poco después. El dedo de Zoe continuaba sangrando y ella lo presionaba con fuerza.
-Dejame a mi.- le dijo Noah tomando asiento en una de las sillas altas del lugar.
Zoe lo miró y su gesto de enfado lo atravesó.
-Por favor.- agregó él alzando sus cejas con algo de súplica en sus ojos, haciendo imposible que Zoe pudiera resistirse.
Tomó el dedo y le indicó a la joven que se sentara al otro lado de la mesa. Luego de asegurar la herida con una gasa y cinta, abrió uno de los kits de sutura y cargó la jeringa con anestesia.
Al ver que Zoe abría grandes sus ojos,vsonrió.
-No podes decir nada, si mal no recuerdo vos me dormiste el primer día que me conociste.- le dijo con su sonrisa de lado mientras comenzaba a inyectar el anestésico en la zona.
Zoe contuvo su sonrisa, no quería que la viera sonreír.
Noah continuó con su trabajo y de a poco Zoe se fue relajando. Ya no le dolía.
-Ayer te llamé.- le dijo Noah, cuando sabía que ella no se podía escapar.
-No escuché.- le respondió ella luego de una pausa mirando hacia la ventana, como si fuera una niña enfadada.
-Quería decírtelo a vos primero.- le dijo Noah mientras alternaba sus ojos entre la herida y aquel rostro que tanto le gustaba.
-Hasta donde yo recuerdo anoche estabas muy ocupado en tu casa.- le dijo ella aún sin mirarlo.
-No es lo que pensas.- le respondió él con algo de arrepentimiento en su voz.
-Igual no me tenes que explicar nada.- respondió rápido ella y entonces Noah sin querer pinchó una zona que no estaba anestesiada.
-¡Ouch!- Se quejó ella y esta vez, por fin lo miró.
-Quiero explicarte, quería ayer pero fui hasta tu casa y no estabas. - le dijo él cuando tuvo su atención.
Zoe le sostuvo la mirada, quería creerle, necesitaba hacerlo. Pero entonces recordó a aquel pequeño y supo que era tarde.
-Ya no importa.- le respondió y antes de que él pudiera hablar le preguntó:
-¿En serio es tu hijo?-
Noah alzó sus cejas y eliminó un largo suspiro.
-Al parecer sí.- le respondió como si aquello le doliera.
Entonces ninguno de los dos supo cómo continuar.
Noah terminó de suturar la herida y giró para descartar el material.
Vendó el dedo y cuando terminó lo tomó con su mano y depositó un dulce beso sobre la venda.
Zoe lo miró y sus ojos se empañaron.
-Ese hermoso nene no tiene la culpa de nada.- le dijo y luego de besar el dorso de aquella enorme mano, cuyo tacto extrañaría de por vida, se puso de pie y se fue.

Un sendero hacia tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora