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Llevaban unos minutos sentados, uno frente a otro, en silencio. Zoe miraba a su alrededor en busca de algún indicio pero él tenía la mirada fija en el suelo.
Al ver que Noah no reaccionaba decidió levantarse.
-Perdón, perdón.- la interrumpió él, sabiendo que llevaba demasiado tiempo en silencio.
-No es fácil para mí decirte esto. Quiero contarte mi historia, quiero que lo conozcas todo de mi. Quiero que sepas todo antes de alejarte. - dijo por fin tomándola del brazo para que se sentara a su lado.
Zoe lo miró y le regaló una tímida sonrisa.
-Te escucho. Me encantaría saberlo todo de vos.- le respondió colocando su mano sobre la de él.
-Conocí a Carla en una charla del colegio secundario.- comenzó, mientras Zoe abría grande sus ojos.
-¿Era tu profesora?- le preguntó, intentando esconder su sorpresa.
Noah negó con su cabeza.
-No, la habían invitado a dar una charla de arte. Siempre fue algo enigmática y en ese momento había elegido un vestido demasiado transparente que no dejaba mucho para la imaginación de unos adolescentes de 16 años.- continuó Noah, entrecerrando un poco los ojos, como si eso le avergonzara.
-Cuando terminó nos acercamos con mis compañeros. A modo de juego queríamos charlar un poco más con ella, nos creíamos grandes y éramos unos perejiles. Pero Carla nos escuchó y cuando nos estabamos yendo al recreo me pasó un papelito con su mano. Era una especie de invitación. Yo la abrí con mis amigos y alentado por ellos, decidí acudir. - la voz de Noah era algo temblorosa, como si nunca hubiera contado la historia.
-La fui a buscar a su taller, temblaba como una hoja y sudaba como un maratonista. Mis amigos me esperaban afuera, ninguno de nosotros teníamos experiencia y al parecer yo iba a ser el primero. - le dijo con una risa amarga.
-Carla se mostró como una experta, ni siquiera tuve la necesidad de hablar con ella. Volví con mis amigos y ellos me hicieron creer que era una especie de Dios. Todo parecía una travesura de chicos, pero Carla me siguió buscando. No estoy seguro si yo quería o no, en ese momento creía disfrutarlo. Iba solo y comencé a alejarme de mis amigos. Sólo la seguía a ella. No es que la culpe, pero mi hermano me hizo ver que hubo algo de asimetría en esa relación.- continuaba hablando sin atreverse a mirarla.
Zoe había comenzado a acariciarlo y él ya no quería detenerse.
-Cuando desapareció la primera vez me culpé a mí mismo, creí que había hecho algo mal. Por eso cuando regresó decidí hacer mejor las cosas. La seguí, en todo. No estoy diciendo que me haya obligado a nada, simplemente su personalidad tenía algo que me atraía y yo la seguía. Por eso la segunda vez fue aún peor. No me atreví a regresar a Posadas, me veía a mi mismo como un idiota, como alguien que necesita de otro para vivir, como alguien que había tirado a la basura todos sus sueños y ya no sabía como recuperarlos.- apretó sus puños con fuerza y su mandíbula se tensó.
-Con el tiempo me fui adaptando a mi nueva vida. Estaba tranquilo, había vuelto a amar mi profesión y me había rodeado de gente maravillosa. Pero un día llegaste…- le dijo, por fin mirándola a los ojos.
- Con tu alegría, tu valentía y tus impulsos.- le dijo y al ver que sonreía pasó un pulgar por sus labios.
-Y esa sonrisa… Daría mi vida por no dejar de verla. - agregó sonriendo él también.
-Me mostraste que existía otra forma de amar, una de igual a igual, una real, una sincera. - le dijo ya sin temor.
Zoe no podía callar a su corazón. ¿Había dicho “una forma de amar”?
-No confío en Carla, no sé si Aaron es realmente mi hijo, no sé si se va a volver a marchar, no sé si se lo va a llevar. Pero sé que la mentira, el ocultamiento y la falsedad son las únicas cosas que no puedo perdonar.- lo dijo volviendo a mirar hacia el suelo y negando con su cabeza.
Zoe había confirmado su embarazo esa misma tarde, sabía que debía decírselo cuanto antes, pero no sintió que fuera el momento.
-Voy a hacerme un ADN y si es mi hijo voy pedir su custodia completa. No puedo pedirte que te conviertas en la madre de un niño de 6 años de la noche a la mañana. Tampoco que soportes mi malhumor matutino, ni mi vida solitaria…- comenzó a hablar con algo de temor y Zoe ya no pudo aguantar.
Enrolló ambos brazos alrededor de su cuello y lo besó.
Quería demostrarle cuánto deseaba todo lo que había sugerido. Quería estar con él. Por primera vez deseaba creer en el amor.
No lo dejó continuar hablando. Se apoderó de sus labios, besó cada uno de sus tatuajes con pausa, acarició cada centímetro de su piel intentando dejar su huella.
Conocía el camino que lo llevaba al placer y no dudó en tomarlo. Primero fueron sus dedos, qué algo torpes, desabrochando los botones con prisa. Luego su lengua lo recorrió sin dejar de mirar aquellos ojos verdes que hacían un gran esfuerzo por no cerrarse ante el incremento del placer. Y cuando ella misma no pudo contener su propio deseo, se acomodó para comenzar a moverse. Entraba y salía de ella cada vez con más velocidad. Arriba y abajo. Arriba y abajo.
Esforzándose porque aquello no acabara demasiado pronto, hizo una pausa para volver a besarlo.
Ya no era la pasión la única responsable de la unión de sus cuerpos.
Esa noche hicieron el amor.
Con el anhelo de que aquello fuera real y la necesidad de demostrarse que el amor puede ser el bálsamo que no sólo cura, también es capaz de borrar todas las heridas, se dijeron sin hablar que estaban dispuestos a intentarlo.

Un sendero hacia tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora