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Jamás había sentido tantos cambios en sus sentimientos como en aquel momento. Zoe había tenido que apresurar su paso y sin siquiera saludar al pobre Pedro recién llegado del colegio se había tenido que encerrar en su casa para descargar todas aquellas lágrimas que llevaba contenidas en su pecho.
¿Qué le estaba pasando? Llevaba días sin terminar de entenderse. Se había alejado de Noah, lo había intentado evitar, no quería que nadie le contara nada de aquella extraña mujer. Haberla visto en su casa, aquella noche, le había dolido tanto que había apelado a todas sus herramientas para encerrarse en sí misma e intentar olvidarlo. Pero esa tarea parecía cada vez más imposible, ya que cada noche recorría su cuerpo imaginando que era él y en cada ronda por las mañanas, debía concentrarse en el paisaje para no quedarse hipnotizada con sus labios.
Él tampoco había hecho nada. No habían vuelto a hablar, no sabía cuál era la relación que lo unía a Carla. Al parecer para él había sido mucho más sencillo dejar lo vivido atrás. Por eso hoy estaba confundida.
Se había dejado llevar. Lo había besado. Habían hecho el amor olvidándose de todo. Ahora estaba aún más confundida.
Lloraba sin poder contener sus lágrimas cuando su estómago la obligó a levantarse. Apenas llegó al baño cuando las náuseas terminaron de confirmar sus sospechas.
Nunca se había visto a sí misma como una madre, no había tenido una que le enseñara cómo hacerlo, no se creía buena para ello. Y menos aún en estas circunstancias.
Se enjuagó la boca y enfrentó su reflejo en el espejo. Alzó el vestido despacio y sus manos recorrieron su abdomen. La idea de que una vida estuviera creciendo allí la emocionó. Los ojos de Noah aparecieron en sus pensamientos y en seguida recordó los del pequeño Aaron.
No era el momento de contárselo. Había vivido demasiadas sorpresas en pocos días. Aún intentaba conectarse con aquel pequeño, no le robaría a él la posibilidad de tener un padre.
Volvió a secar sus lágrimas y se acomodó el cabello. Eran demasiadas desiciones que debía tomar, pero primero tenía que confirmar sus sospechas.
Salió de su casa en busca de Lucía, iba pedirle el auto para ir a la ciudad cuando vio al pequeño Aaron en un rincón algo angustiado.
-Hola.- le dijo una vez que se acercó lo suficiente como para apoyar su mano sobre aquel pequeño hombro.
El niño la miró con los ojos borrosos y en seguida se limpió con el dorso de su mano.
-No está mal llorar a veces.- le dijo ella señalando sus propios ojos.
-Yo acabo de hacerlo. ¿puedo ayudarte con algo?- le preguntó con su sonrisa, tan amable como genuina.
-Extraño mi antigua casa.- le dijo el niño luego de meditarlo un rato.
-Me imagino, no es fácil cambiar de hogar.- le respondió ella tomando asiento en el suelo, a su lado.
-A mi me pasó lo mismo cuando llegué. Estaba algo perdida. ¡Encima no sabes la bienvenida que tuve!- le dijo abriendo grande sus ojos.
Zoe le contó su episodio con el jaguar, le habló de Pedro, de los manjares de doña Paula, de los animales que curaba, de su aventura en la tribu y de Noah. Aaron la miraba interesado y su rostro iba adquiriendo un brillo especial al escucharla.
-¿Podríamos ir a ver a los indios algún día? - le preguntó entusiasmado.
-Estoy segura de que tu papá estaría encantado de llevarte.- le dijo Zoe con una sonrisa.
Desde el otro lado del sendero, Noah los observaba. Zoe era fantástica. Era elocuente, divertida y empática. Lograba hacer sonreír a quien estuviera con ella. Era una mujer que haría afortunado a cualquier hombre. A cualquiera que la mereciera.
Él no se creía capaz de hacerla feliz. La había lastimado y no hacía más que volver a hacerlo.
Decidió acercarse de todos modos. Le hubiese encantado que aquella fuera su familia real.
-¿A dónde me encantaría llevarlo?- dijo desde su altura, llamando su atención.
Zoe se apresuró a ponerse de pie y le dio la mano al niño para que la imitara.
-Creo que pueden comenzar con un recorrido por los animales en recuperación.- le dijo ella aún sonriendo.
Unió las manos de los dos. La de Aaron, tan pequeña como suave, se hundió en la de Noah y este la tomó con cariño.
-Creo que es un buen momento para hacerlo.- respondió Noah con una mueca parecida a una sonrisa.
Aaron que hasta ahora lo había visto distante, demasiado alto, demasiado serio, por primera vez quiso acompañarlo.
-¿Querés venir?- le preguntó el niño a Zoe antes de comenzar a caminar.
-Me encantaría, pero va a tener que ser la próxima. Tengo algunas cosas que hacer.- le explicó ella y volvió a mirar a Noah.
-Disfrutenlo.- les dijo y antes de que se alejaran, acercó sus labios al oído de Noah y agregó:
-Dejá al Noah gruñón acá y mostrarle cómo sos en realidad, le va a encantar.-

Un sendero hacia tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora