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A la mañana siguiente Noah amanecía con un nuevo brazo sobre su cuerpo. El pequeño Aaron le había pedido quedarse a dormir con él y en mitad de la noche se había pasado del colchón que le había preparado hasta su cama.
Aquella nueva sensación de brindarle protección a un pequeño tan maravilloso, estrujó un poco su corazón. Comenzaba a quererlo y a juzgar por el hermoso día que habían pasado en la reserva, Aaron también sentía lo mismo.
Se levantó con cuidado y lo tapó con la manta. Era algo temprano para un día sábado y pensó que podía dejarlo dormir un rato más.
Comenzó a calentar agua para tomar unos mates y buscó algunas galletitas en su alacena. Pensó que a Aaron le gustaría que lo esperara con un desayuno especial.
Luego se sentó en una de las banquetas de su cocina y encendió su teléfono. La foto de él junto a Zoe en las cataratas le robó una sonrisa, la había cambiado el día anterior, le apetecía que fuera el nuevo fondo de pantalla de su celular.
Comenzó a tomar los primeros mates y un mensaje de su hermano llamó su atención. Abrió la foto que le había enviado y la bebida casi se le cae rodando por el suelo.
En ese mismo momento Carla entró por la puerta principal, como si fuera la dueña del lugar.
-¿Qué crees que estás haciendo? - le preguntó Noah conteniendo las ganas de gritar que tenía y tensando su mandíbula con furia.
-Buenos día mi amor, ¿Cómo pasaron la noche mis hombres?- le preguntó Carla ignorando aquel gesto de enfado, que Noah no tenía intención de ocultar.
-Te vuelvo a preguntar ¿a qué viniste?- le dijo serio, intentando no moverse.
-A buscar a nuestro hijo, ¿a qué más?- le dijo ella con altanería.
-Me refiero a tu regreso. ¿Qué buscabas? ¿Qué estás buscando ahora? - le dijo apretando sus puños con fuerza.
-Ya te expliqué mi vida, quería que Aaron conozca a su padre, pensé que te iba gustar que volvamos a divertirnos juntos.- le dijo recorriendo el lugar con paso lento, como si estuviera esperando el momento justo para reaccionar.
Noah no pudo continuar sentado, llevaba un volcán en su interior, no quería alzar la voz, temía que Aaron se despertara.
-Me cansé de tus juegos, de tus idas y vueltas, de tu falta de responsabilidad. Ese dulce y encantador niño no se merece una madre como vos. - le dijo acercándose para enfrentarla.
Carla se quedó en aparente calma, intentó tomar su mano, pero Noah la retiró con furia.
-No me toques. Quiero que te vayas hoy mismo.- le dijo mientras desbloqueaba su teléfono y buscaba una foto.
-¡Ni siquiera es mi hijo!- le dijo con un tono algo más alto del que hubiese querido.
Carla, contrariamente a lo que hubiese esperado, comenzó a reírse. Era una carcajada narcótica, como si no estuviera en sus cabales.
-Ay Noah, Noah, siempre fuiste tan transparente. Pobre el pequeño Aaron, ¿vas a abandonarlo? así como así. Sólo por un trozo de papel.- hablaba en voz baja pero con la mirada gélida.
Se acercaba a Noah y lo obligaba a retroceder sobre sus pasos.
-Estás loca Carla.- le respondió Noah, comenzaba a sentirse mal por el niño, tenía sentimientos por él, se había ilusionado con aquella relación, pero no era su hijo.
-¿O acaso es que tu noviecita ya ocupó ese puesto?- le preguntó de repente cambiando el tono con una sonrisa llena de malicia.
Noah la miró aún más desconcertado. Al confirmar que no sabía del estado de Zoe, Carla arremetió de nuevo.
-Ah… no te lo dijo. Una vez más sos el último en enterarte. ¿Qué pensas de la mosquita muerta de la veterinaria ahora? Al final no hay ninguna mujer que te respete. No te contó que está embarazada ¿será que ni siquiera es tuyo?- las palabras sonaban como dagas en los oídos de Noah, se sentía al borde del colapso.
-No te creo, basta de tu maldad y manipulación. No quiero volver a verte.- le gritó con furia y antes de cometer algún error del que pudiera arrepentirse abandonó la cabaña.
Llegó rápidamente a la casa de Zoe. Ella no estaba.
Noah se sentía perdido, apabullado, comenzó a revisar los cajones, los muebles y los bolsos. Se movía con desesperación. Carla estaba equivocada, Zoe no era como ella. Necesitaba comprobarlo, necesitaba verla.
Abrió la puerta del baño con desenfreno y se quedó inmóvil. ¿Qué estaba haciendo? Él tampoco era así, confiaba en Zoe, la amaba.
Suspiró con fuerza y se llevó ambas manos a la cabeza. Se tranquilizó un poco e intentó recuperar su ritmo normal.
Sintiéndose algo tonto negó con la cabeza, ¿qué pretendía encontrar allí?
Iba a cerrar la puerta del baño cuando algo llamó su atención. Se acercó al pequeño cesto y tomó la caja de un test de embarazo.
Su corazón volvió a acelerarse.
Abrió la caja y la fina barra de plástico le confirmó sus peores temores. Lo habían engañado, una vez más.

Un sendero hacia tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora