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El corazón de Zoe no podía latir con más velocidad. Todos sus temores se habían materializado en una lejana figura femenina. No tenía idea de quién era esa mujer pero había conseguido que Noah se olvidara hasta de su propio nombre.
Toda la alegría que guardaba de aquel día se le había escapado como arena seca entre los dedos.
Sin querer observar aquel espectáculo se había retirado a su casa con la excusa del cansancio y con el correr de las largas horas la tonta idea de que Noah llamaría a su puerta también se esfumó.
Se había recostado en su cama luego de una larga ducha, intentando que aquel peso liberara su pecho, pero su terca mente volvía a observar aquella foto que los encontraba juntos y como en una rueda sin fin volvía a sentirse sola.
Entonces unos suaves golpes lograron que prácticamente saltar de su cama.
Se acomodó el cabello frente al espejo y abrió como si fuera una niña en navidad.
-Hola, hermosa.- le dijo Lucía con una tímida sonrisa para ocultar su propia decepción.
Zoe perdió la poca esperanza que le quedaba y su rostro lo tradujo en aquel gesto de tristeza que llevaba años sin liberar.
-¿Vamos a dar una vuelta?- le preguntó Lucía levantando su mano para tomar la de aquella joven que quería como una hija.
Zoe asintió con su cabeza y sin siquiera tomar su celular acompañó a Lucía hasta el auto.
Lucía manejó en silencio durante unos minutos y finalmente estacionó frente a un bar de luces cálidas y muebles de madera.
-Creo que una copa no nos vendría nada mal.- señaló la mujer.
Tomaron asiento en una de las mesas de la galería, y en aquella noche tan apacible como solitaria, le ordenaron unos tragos al amable mozo que las atendió.
-No estes triste chiquita.- le dijo Lucía observándola con cariño.
-No estoy triste, solo estoy algo confundida, pero nada de lo que no sepa recuperarme. - le dijo Zoe bebiendo su trago para intentar que las lágrimas no la alcanzaran.
- A veces los hombres son algo tontos, necesitan un poco mas de tiempo para darse cuenta de lo que es bueno.- le dijo Lucía apretando los labios.
-¿Hombres? No, no.. yo..- comenzó a decir Zoe. Lo único que le faltaba era que todo el mundo supiera lo que había ocurrido entre ella y Noah.
-Vamos, Zoe, que puedo ser algo vieja, pero no soy tonta. No necesito los detalles, pero estoy segura de que entre Noah y vos pasa algo. No tenes que avergonzarte, es un gran muchacho.- le dijo Lucía y Zoe, por primera vez en su vida, quiso dejar de ocultar sus sentimientos.
-Creo que me confundí con él.- le respondió estudiando el gesto de Lucía.
-Creo que el confundido es él, no puedo creer que esa mujer haya regresado.- le respondió Lucía, captando toda su atención.
-¿Quién es?- le preguntó Zoe volviendo a sentir como su corazón se aceleraba.
Temía escuchar la respuesta, pero la necesitaba.
-Se llama Carla. Llegó con Noah hace varios años al refugio. A mi nunca me gustó y cuando lo abandonó sin siquiera una explicación confirmé que no era una buena mujer.- le explicó Lucía.
No iba a decirle que Noah parecía un perro faldero a su lado, que aquel primer año sólo se dedicaba a hacer lo que ella le pedía, que faltaba a sus obligaciones como veterinario si a ella se le ocurría salir a pintar al monte o lo mucho que había sufrido cuando se quedó solo.
-¿Era su novia?- le preguntó Zoe, con necesidad de conocer más.
No la había logrado ver de cerca. Parecía una mujer alta y delgada, llevaba un vestido hindú y una cabellera de rulos que le pareció demasiado desprolija. No parecía alguien para Noah o ella no quería verla como alguien para Noah..
-Fue alguien que lo hizo sufrir, alguien que no vale la pena.- le respondió Lucía, volviendo a beber de su trago.
-Él no parecía pensar lo mismo.- le dijo Zoe curvando sus labios hacia abajo.
-Dale tiempo. Cuando ella se fue Noah necesitó años para reencontrarse con él mismo. Intentó regresar a Posadas, pero su orgullo no se lo permitió Entonces quiso volver a intentarlo, comenzó a dedicarse al refugio y recuperó su profesionalismo. No necesito decirte que es un gran hombre, sólo que fue herido, mal herido y a veces, cuando eso ocurre, volver a amar es difícil. - Lucía hablaba con su voz suave y calma.
Zoe la escuchaba pero no lograba creerle.
-No se si tengo años.- le respondió luego de una pausa.
-No creo que le tome años saber que se enamoró de vos.- le respondió la mujer.
Zoe abrió grande sus ojos y casi debe escupir la bebida de su boca.
-¡No está enamorado de mi!- le dijo como si aquello fuera imposible.
-¿No sería bueno averiguarlo?- le preguntó Lucía como si aquello fuera posible.
Zoe se quedó en silencio. No sabía que debía hacer. Siempre había huido de los sentimientos. No era buena para las relaciones a largo plazo. Carla parecía la excusa perfecta para marcharse y sin embargo, esta vez, no deseaba hacerlo.
Se quedaron juntas casi una hora. Bebieron unos tragos más, mientras Lucía intentaba recuperar en Zoe aquella alegría que tanto le gustaba.
Charlaron de todo lo que pudieron y cerca de las once regresaron al refugio.
Zoe se despidió de Lucía con un gran abrazo, en verdad le agradecía que la hubiera acompañado. La vio alejarse y cuando estaba por entrar a su casa, en un repentino impulso de valentía decidió intentarlo.
Caminó en silencio hasta la casa de Noah y al ver la luz encendida decidió tocar.
Al cabo de unos segundos Noah por fin abrió la puerta.
-Hola.- le dijo Zoe mientras apretaba sus dedos delante de su cuerpo para mitigar los nervios.
Noah la miró entre sorprendido y nervioso.
-Zoe, no es un buen momento.- le dijo en voz baja.
Zoe lo miró algo confundida, aquel rechazo dolía, le dolía más de lo que hubiera imaginado.
-¿Este es el único shampoo que tenes?- la voz de aquella mujer sonó desde el interior de la casa y ambos no pudieron evitar mirar.
Carla llevaba apenas una toalla y sacudía un frasco de shampoo con su mano.
Entonces ella quiso que la tierra la tragara para desaparecer de ahí en ese mismo momento. Sin querer que Noah viera sus lágrimas, giró sobre sí misma y se apresuró a regresar a su casa.
¿Cómo podía ser tan tonta? Se reprochaba entre sollozos y lágrimas, hasta que el cansancio la venció y aunque dormía, ni siquiera en sueños pudo dejar de sentir aquel incisivo nuevo dolor en su corazón.

Un sendero hacia tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora