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Cuando regresaron Zoe ya no estaba. Emanuel insistió en visitar el parque y Noah decidió acompañarlo. Llevaron a Aaron con ellos y recorrieron aquellas maravillosas cataratas.
Los ojos del niño transmitían una sorpresa cada vez más grande y cuando llegaron al final de la pasarela y lo tomó de la mano, Noah quiso abrazarlo.
-¿Qué te parece?- le preguntó agachándose para estar a su altura.
- Grande…- le respondió con una sonrisa, la primera que le había visto desde su llegada.
Noah no pudo contener la risa. Era un niño auténtico, parecía algo triste, pero al verlo recuperar la sonrisa, quiso que no volviera a perderla.
-¿Podemos mandarle una foto a Zoe? Ella me había contado de este lugar y quiero decirle que es mucho más lindo de lo que me contó.- le pidió y Noah acarició su cabello con cariño mientras sacaba su teléfono del bolsillo.
-Por supuesto que podemos.- le respondió y posando juntos, con la sonrisa hasta en sus ojos, inmortalizaron aquel paseo tan especial.
Regresaron entrada la tarde al refugio. Luego de una larga ducha, Noah fue al comedor para reunirse con los demás.
Al entrar lo primero que vio fue a Sebastián conversando animadamente con Zoe. Le hablaba mientras intentaba acortar la distancia entre los dos, ella lo escuchaba con su habitual sonrisa. Sin pensarlo demasiado se acercó y tomando una silla la acomodó entre ellos..
-Sebas, querido. ¿Ya conocías las cataratas? ¿Qué te parecieron?- le dijo llamando su atención, mientras Zoe ocultaba su sonrisa.
¿Qué le pasaba a Noah? ¿Acaso estaba celoso de Sebastián?, pensó Zoe, intentando borrar aquel pensamiento de su mente.
-Si, me encantaron, había venido de chico, no me acordaba que era tan lindo.- le respondió Sebastián y volviendo a mirar a a Zoe agregó:
-Una lástima que no pudiste venir, Zoe. Me hubiese gustado ir con vos.- dijo con una sonrisa demasiado engreída para ella.
-La próxima.- le respondió divertida.
Llevaba semanas viendo como Carla se le acercaba a Noah, como le hablaba al oído, como intentaba demostrar su familiaridad en cada oportunidad. De repente quiso darle un vistazo de lo que había vivido a Noah.
-Puedo mostrarte el resto de refugio, si queres.- agregó y entonces Noah clavó sus grandes ojos verdes en ella.
-Me encantaría. ¡Vamos ya mismo!- le respondió Sebastián poniéndose de pie al instante.
Noah colocó su mano sobre la pierna de Zoe como si no quisiera que se levantara.
-¿No estás de acuerdo?- le preguntó ella con algo de provocación.
Entonces Noah volvió a mirarla y apretó los dientes.
-Si es lo que queres, está bien.- le respondió en voz baja.
Zoe se levantó y antes de salir, apoyó su mano sobre el hombro de Noah para hablarle al oído.
-Lo que quiero no se puede.- le dijo y sin esperar la respuesta salió con aquel engreído, pensando en la mejor forma de apresurar el paseo.
Una hora más tarde Zoe regresaba a su casa. Había escuchado a Sebastián alardear acerca de su trabajo y sus planes para entrar en un prestigioso buffet de abogados, había esquivado sus roces y comentarios de galantería con evasivas cordiales. Estaba arrepentida de haber sugerido aquel paseo, pero ya no podía hacer nada.
Se había despedido esquivando un sutil intento de Sebastián por besarla y con su habitual amabilidad le había dicho que estaba cansada.
Llegó a la puerta de su casa y ni bien abrió la puerta una voz la sobresaltó.
-¿Se divirtieron?- le preguntó Noah. había estado sentado en uno de los escalones oculto por la noche.
-Noah, me asustaste.- le respondió ella llevándose una mano al pecho.
-¿Necesitas algo?- le preguntó al ver que él continuaba mirándola.
Noah se levantó y se acercó con un largo suspiro.
-¿Podemos hablar?- le preguntó en un tono más calmado.
Zoe apretó los labios, como si lo dudara y finalmente, empujó la puerta y le señaló el camino para que entrara a su casa

Un sendero hacia tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora