Ⅴ ✉ «Despedida a la primavera»

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Al final del día, Hyunjin decidió ir al festival. Principalmente porque odiaba darle la satisfacción a quien solo quería molestarlo, y en segundo lugar, porque realmente ese suéter veraniego dos talles más grandes que compró a un vendedor ambulante en la estación de trenes lo consideraba parte del destino; sin mencionar lo bonito que se veía.

Despeinó su oscuro cabello ante el espejo y le restó importancia a la forma. Quizás la noche no sería tan larga para él. Quizás volvería al hotel antes del primer baile, tal vez ni siquiera vería a Minho entre los invitados. ¿Le importaba realmente hacerlo?

Metió sus manos en los bolsillos cuando se encontró con sus padres en el pasillo. Hanbi acomodaba el cuello de la camisa de su padre. Se veían poco entusiasmados, Hyunjin apostaba una mano en que serían de los primeros en sentarse a un costado de la fogata a hablar hasta que les bajara el sueño o se les acabara el vino.

—¿No es demasiado grande ese suéter? —Hanbi limpió una pelusa del abrigo de Hyunjin y el menor negó con la cabeza suavemente.

—La etiqueta pone «blanco», no «acorde a la talla».

—Siempre tienes una respuesta bajo la manga, ¿no es así? —Hanbi ladeó la cabeza inquisitiva y reprochante.

—¿Bajo la manga? —Hyunjin sacudió su brazo y luego miró el interior de su suéter como si realmente hubiesen palabras escondidas ahí—. No, madre. ¿Cómo podría tener oraciones aquí dentro? Es imposible...

Lorimer sonrió levemente cuando Hanbi negó con un blanqueo de ojos.

—Tú eres imposible —respondió rendida—. Andando. La fogata se enciende a las diez.

Al llegar a las escaleras de madera para bajar a la arena, Hyunjin se tomó su tiempo para ver la luna ya reflejada en el agua, la gente hablando a una distancia lejana y uno que otro mojando sus dedos en la orilla. El viento era fresco, pero no demasiado para un simple suéter. Se aseguraría algún lugar al costado del fuego para pasar el rato si las temperaturas daban un giro cerca de la medianoche.

Dejó que sus pies tocaran el frío de la arena y respiró hondo dos veces antes de comenzar a caminar en dirección a la gran pirámide de troncos. Había dos encargados de la fogata, algunos invitados ya sentados en pequeños troncos cortados y otros hablando con una copa en sus manos; también habían personas destinadas a llevar una bandeja con comida y bebida en perfecto equilibrio.

Y por más que intentó ignorar el sonido, no pudo hacerlo por más de unos cortos segundos; Minho estaba con el grupo de músicos ajustando las cuerdas de su violín. Estaba concentrado, parecía discutir con la poca iluminación del fuego en un farol incrustado en la arena. Hyunjin apretó los labios y se alejó lentamente en dirección contraria.

—¿Hyunjin? —La voz de su madre lo detuvo. Se giró en su lugar, mas no se acercó a ella—. ¿Qué anda llenando tu cabeza? ¿Por qué solo te veo dar vueltas?

—¿Vas a juzgar mi manera de mantenerme entretenido en una fiesta, madre?

—No, juzgaré tu ocio. —Hanbi lo apuntó con un dedo y Hyunjin simplemente suspiró—. ¿Dónde está la señorita Cirella?

—Se sentía algo descompuesta, así que no ha podido asistir. La última vez que la visité estaba mejorando. Debió ser alguna salsa casera, suelen caer pesadas.

Hyunjin sonrió. Hanbi ladeó la cabeza casi con reproche.

—¿La dejaste sola en el hotel? —reclamó.

—Ella me lo pidió. Tú misma odias el aspecto que tienes cuando te enfermas, no puedes pedirle que ella no se sienta incómoda ante mi presencia. Respetemos su espacio, madre.

Una copa y tres canciones - [Hyunho] [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora