ⅩⅩⅤ ✉ «Siempre se trató de esperar contigo»

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La estación parecía un desierto en el que solo ellos dos existían. Y aunque esa era una exageración romántica, una forma de ignorar al resto del mundo por el brillo de una única presencia, así se sentía. Porque, en realidad, había más personas, trenes que llegaban y partían, y una maraña de vías, pero para ellos, todo lo demás se desvanecía.

Hyunjin permaneció inmóvil cuando Minho le devolvió la bufanda, el gesto impregnado de una ternura inquebrantable.

—Pensé que llegaba tarde —susurró Hyunjin, incapaz de apartar los ojos de Minho, como si aquel momento fuese un espejismo que amenazaba con desvanecerse.

—Te habría esperado —respondió Minho.

—¿Y si no hubiera recibido la carta a tiempo?

—Habría vuelto. Una y otra vez.

—No se visita dos veces la misma estación.

—Tampoco se entrega el mismo corazón a dos personas distintas. Tendré que romper una de esas reglas, ¿no es así?

Hyunjin cerró los labios, ahogando el deseo de besarlo allí mismo, de borrar el tiempo, las reglas, y la distancia de siete largos meses. Y por poco no lo consigue.

—¿Tienes tiempo? —preguntó Minho, alzando su maleta del suelo—. Me gustaría conocer tu ciudad.

Hyunjin asintió y le hizo un gesto con la cabeza para que lo siguiera a la salida de la estación. Ambos caminaron unos minutos mientras se ponían al día.

—Te vi en los periódicos —comentó Hyunjin mientras hundía las manos en los bolsillos. El frío aún mordía el aire.

—Y yo no te vi en ninguno. ¿Hemos intercambiado los papeles, Hwang?

Hyunjin sonrió.

—Dejé la empresa familiar —respondió y Minho lo miró con sorpresa. Te lo dije en una carta, pero no la recibiste nunca—. No voy a... No me dedicaré a eso.

—¿Y qué planes tienes?

—Viajar —respondió con una chispa de emoción en la voz—. No me interesa el lujo de la comodidad, solo el nuevo conocimiento. Vivir en una supervivencia aún inexplorada. Un bolso, un mapa, boletos de tren económicos, trabajos de salario mínimo, paisajes, cultura... ¿Tiene sentido?

—Tiene sentido contigo —dijo Minho, y Hyunjin sonrió porque esa era la esencia de Minho: siempre un paso adelante, siempre viendo el reflejo antes de que él se parara frente al espejo. Y eso lo fascinaba—. Estoy increíblemente orgulloso de ti, Hyunjin.

Hyunjin. No fue Hwang. Tampoco "amore". Fue su nombre, su existencia antes de la pertenencia o la rivalidad.

Continuaron caminando, intercambiando historias de los viajes de Minho por el sur, las noches bajo cielos extraños y los días de trabajo agotador. Minho compartió sus miedos, sus inseguridades y los momentos de quiebre en los que pensó que regresar a casa sería la solución al vacío que lo devoraba.

Hyunjin escuchó con atención, apreciando la apertura. Por primera vez, él también se sintió cómodo entregando hasta la última gota en un vaso que hacía tiempo había rebalsado. Le habló de lo que ya había escrito en sus cartas: dejó su hogar, vendió la casa que compró y estuvo a punto de irse esa misma mañana.

—Pero no te fuiste —observó Minho, sentándose en un banco de madera en una zona arbolada.

—Tenía un reencuentro con un viejo amor.

Minho sonrió, y Hyunjin se perdió en esa curva de sus labios más tiempo del que debería.

—¿Cirella ha venido contigo? —preguntó Hyunjin ante su silencio.

Una copa y tres canciones - [Hyunho] [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora