ⅩⅩⅠⅠ ✉ «Dejar ir algo equivale a no volver a buscarlo»

763 159 211
                                    


Hyunjin se debía promesas rotas. No había nadie en la tierra a quien engañara más que a sí mismo. Y aunque al principio solo se trataba de mirar a un costado, romper tantas veces el espejo iba a terminar haciéndole una herida tarde o temprano. Y así pasó. Así dejó que pasara. Hyunjin se prometió no darle el corazón a nadie, y ahora no sabía qué hacer con un vacío asfixiante en el pecho.

¿No somos todos un poco precavidos? ¿No somos todos un poco distraídos? ¿Cuándo uno se da cuenta de que bajó los escudos en una tierra enemiga y, aun así, no los levanta de nuevo? ¿Cuándo uno transforma el miedo en experiencias y cuando la experiencia tapa las consecuencias?

¿Cuándo Hyunjin decidió bajar la guardia con Minho y por qué, sabiendo que la había bajado, decidió seguir de pie, indefenso?

Se había enamorado. Prometió ante su alma que cuidaría el corazón y miró a un costado cuando Minho metió la mano, penetró su piel y le arrebató el órgano y la revolución. No fue descuidado, pero tampoco precavido. Sabía lo que estaba pasando, pero no quería evitar que pasara. ¿Era su culpa entonces sentirse destrozado?

Y la respuesta llegó la mañana del jueves que se subió a un tren y por la ventanilla miró al amor personificado. Minho alzó su mano, y Hyunjin juró ver una lágrima en su mejilla. Tal vez era la suya. Cirella sujetaba el brazo de Minho y le sonreía a Hyunjin como si fueran viejos amigos que se separarían por un tiempo y luego volverían a abrazarse.

Y qué ingenuos los tres. No, no era ingenuidad, porque los tres sabían que no volverían a verse, pero miraron a un costado, a la caja de Pandora y el contenido que no debía ser revelado: la esperanza. La maldita esperanza.

El tren se alejó de la estación y atrás quedó un libro que no tuvo final. ¿Como se pelea con un escritor que nadie conoce? ¿Cómo se sigue ante la duda de lo que podría haber pasado? Hyunjin cerró la tapa. El narrador se quedó en silencio. Pero eso no significa que la historia jamás volvería a ser contada.

Se preguntó si Minho también le había entregado el corazón, si lo había puesto en su bolsillo en medio de un beso, si se lo había colado entre los dedos cuando entrelazaban las manos, si se lo había suspirado en una risa o hundido en el pecho mientras dormía.

Se preguntó muchas cosas. Hyunjin se llenó de dudas. No respondió ninguna porque no hizo la pregunta en voz alta.

Cuando llegó a casa se dio cuenta de que esa parte de su vida, esa brecha rebelde, ese despegue de la tierra, lejos de zona segura, fue un antes y un después.

No. Minho fue un antes y un después.

Su madre salió de la casa descalza a recibir a su hijo con una sonrisa encantadora. Hyunjin no hizo el esfuerzo de devolverla. Hanbi lo abrazó dándole la bienvenida de regreso. Lo tomó de los hombros y con la mirada buscó su mano. Hyunjin vio la mueca en sus labios.

—¿Hyunjin? —inquirió, pero no agregó nada y se entendió todo. ¿Dónde está el anillo? ¿Dónde está la vida que planeaste? ¿Dónde está el amor, Hyunjin?

Se permitió desmoronarse. No porque no pudiera evitarlo, sino porque ya no quería evitar nada. Sabía que tarde o temprano todo estallaría en su rostro. Hanbi soltó un jadeo de sorpresa y lo envolvió en sus brazos mientras Hyunjin lloraba. Por primera vez, anhelaba respuestas a todo, incluso a lo que aún no se atrevía a preguntar. Y como siempre, el silencio fue su única respuesta, pues él no abrió la boca.

—Perdóname —susurró sin aliento, aferrándose al vestido de su madre—. Sabía que el dolor sería inevitable, que el desenlace sería adverso, que era una quimera, y aun así me empeñé. Ya no sé distinguir la valentía de la imprudencia.

Una copa y tres canciones - [Hyunho] [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora