ⅩⅠ ✉ «El orden del caos»

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Los aplausos se extinguieron y Minho se inclinó ante ellos con una sonrisa discreta en los labios. Luego, cada uno de los espectadores se aproximó para depositar algunas monedas olvidadas en los pliegues de sus ropajes o billetes arrugados en la funda abierta del violín. Entre murmullos, elogios y sonrisas de satisfacción, la multitud reunida volvió a sus quehaceres.

Había sido solo una melodía. Tres minutos suficientes para que el destino de alguien se desviara en alguna mínima forma. Esa era la influencia de Minho. Esa era la magia del arte.

Hyunjin le lanzó una sonrisa a Minho cuando sus miradas se encontraron.

—¿Este es el momento en que te alabo por tu arte y tú finges no haberlo sabido desde el primer instante? —preguntó con un destello de diversión en los ojos.

—¿Eres capaz de elogiar el arte, Hwang?

—Soy capaz de elogiarte a ti —respondió—. No tengo tanto orgullo como para nadar contra la corriente de tus admiradores.

—¿Admiradores? —Minho esbozó una sonrisa irónica.

—¿Has visto cómo haces suspirar a esas mujeres?

Minho guardó cuidadosamente el violín en su estuche después de recoger todo el dinero en sus bolsillos.

—No estaba tocando para ellas —aclaró Minho—. Tú querías escuchar mi canción favorita.

Hyunjin inhaló profundamente, sintiendo cómo su corazón latía más fuerte de lo esperado.

—Eso no significa que no tengas... un efecto sobre las personas.

—¿Lo tengo? —Minho levantó la mirada y encontró los ojos de Hyunjin.

—¿Utilizas la modestia para alimentar tu ego, violinista?

—Es entretenido ver cómo me ensalzas, eso es todo.

—Quizás debería haberme callado —murmuró Hyunjin, apartando la mirada con un blanqueamiento de ojos.

Minho colocó el estuche del violín de vuelta a su espalda y buscó la mirada de Hyunjin con cierta diversión.

—Olvídate de eso, ya me has fastidiado todos estos días dejando en claro lo que piensas y sientes. No te atrevas a cerrar la boca ahora.

—Lo siento, mi cuota de cortesía contigo se ha agotado.

—Insultame, entonces —replicó y Hyunjin entonces le devolvió la mirada—. Pero no te quedes callado.

—¿Qué ha cambiado desde mi discusión con tu padre hasta ahora?

Minho inhaló profundo, pensando unos segundos la respuesta en su cabeza.

—Espero que nada.

Hyunjin no emitió palabra alguna; simplemente lo observó alejarse con la mirada fija en el pueblo y retuvo en su mente aquella frase borrosa. Era una respuesta tramposa, después de todo. La espera nunca sería una certeza. Muchas cosas habían cambiado. Hyunjin esbozó una sonrisa satisfecha antes de voltearse y correr hacia Minho para alcanzarlo.

Regresaron al pueblo entre breves conversaciones sobre la vida cotidiana, rostros conocidos, las actividades del día a día y algunas anécdotas de pescadores, vendedores ambulantes y comerciantes astutos. Minho señaló la mejor pastelería de Cirella, robaron dos manzanas de un jardín y terminaron comiéndolas al borde del muelle, contando los barcos que surcaban el horizonte.

—Todavía llevas el lazo gris en tu muñeca —observó Minho con un gesto—. Pensé que te desharías de él en cuanto pudieras.

—Dijiste que debía quemarlo, ¿no es así? Despojarme de las inseguridades; ese era su significado.

Una copa y tres canciones - [Hyunho] [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora