Una copa y tres canciones - [Hyunho] [✓]

ⅩⅤⅠⅠⅠ ✉ «De la Rebelión a la Aclamación»

Cuando el sol irrumpió en la habitación del hotel con su recorrido matutino, acariciando sin piedad el rostro de Hyunjin, este lamentó no haber cerrado las cortinas la noche anterior. Ese fue su primer pensamiento. Luego, al girarse perezosamente, su rostro dejó de recibir la atención del sol veraniego y se encontró de frente con el de Minho. La embriaguez y el vértigo lo invadieron.

Ese poder tenía Minho, de esa maldita magia se adueñó la noche anterior. Podía estar colgando del borde del más alto precipicio, pero la sensación no era del todo miedo, sino más bien adrenalina. Y el peligro se veía a millas.

Sus cuerpos estaban cubiertos solo por una insulsa sábana blanca, agradecida de ser reemplazada en la próxima limpieza. Minho dormía boca abajo, con un brazo abrazando su almohada y el otro rodeando la cintura de Hyunjin, quien casi perdió el control de sus latidos al sentir esa firme presión en su piel desnuda.

Quería culpar a los primeros y torpes pasos de sus extremas emociones, pero Hyunjin no carecía de experiencias en amores fugaces. Lo que le faltaba era el deseo de transformar el pánico a perderlo todo en la determinación de tenerlo para siempre. Y ahí recaía en Minho, en la facilidad con que le hacía quererlo todo y nunca tener lo suficiente. Sentía que podía encapsularlo en una botella y embriagarse con su esencia. La insuficiencia no era motivo de aburrimiento; era la razón que lo mantenía despierto y anhelante.

Quizás era muy temprano y el calor de la mañana había sacudido todos sus recuerdos de hace unas horas, pero Hyunjin se acercó un poco más al cuerpo de Minho. Este, por inercia, lo apretó como si el espacio inexistente entre ellos no fuera suficiente.

No dejó fluir sus pensamientos en aguas inestables y se permitió casi volver a dormirse hundido en el cuello de Minho si no fuera por el recorrido descarado que hizo su mano desde el agarre en su cintura por toda su espalda desnuda. Podía sentir el suelo vibrar cada vez que Minho dejaba rozar sus pieles con tanta intimidad. Podía jurar que el mundo giraba el doble de rápido.

—No te veo muy arrepentido —murmuró Minho contra su cabello. Hyunjin sonrió levemente al oír su tono adormilado—. ¿O estoy soñando y ya me has echado de la habitación hace horas?

—El arrepentimiento no me permitirá cambiar lo que pasó anoche.

—Pero te prohibirá repetirlo —replicó Minho y con su mano levantó la barbilla de Hyunjin solo para mirarlo por primera vez—, y créeme que no quiero nada cercano a perder esa oportunidad.

Hyunjin sintió el calor en sus mejillas. Apenas se permitía rememorar las imágenes de la noche anterior para no caer de nuevo en un estado de necesidad insatisfecha. Definitivamente, esa había sido la mejor noche compartida de su vida, y no había forma alguna de borrarla de su mente.

—No estoy arrepentido —murmuró Hyunjin—. Y eso es exactamente lo que me hace arrepentirme de todo.

—Vas a tener que explicarme eso, amore.

El corazón de Hyunjin se apretó ante ese apodo, sintiendo un vacío a su alrededor tan grande como la habitación. Se enderezó en la cama, apoyando su espalda contra el respaldo, mientras Minho descansaba su cabeza en su regazo. Hyunjin agradeció que una sábana cubriera su cuerpo del contacto caliente de la mejilla de Minho.

—Quiero repetirlo —dijo, recuperando apenas su voz—. Quiero verte caer en la cama sin camisa, cerrar los ojos al tocar una zona sensible de tu cuerpo y llamarme por mi nombre una, dos, tres veces, como si fuera todo lo que gira en tu mente. Por Dios, Minho... Quiero que me aprietes la piel hasta que parezcas a punto de traspasarla y tocar directamente mi alma. Pero desear volver a darle el control al corazón me hace darme cuenta de lo lejos que estamos de tierra segura. De lo mucho que nos hemos alejado de la superficie y de lo cerca que estamos de asfixiarnos. Y eso...