18: Grietas (parte 1)

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—Algunas cicatrices van a desparecer rápidamente, otras el proceso será más lento. Te recomendaríamos una cirugía para eliminar al menos un poco de ella.

Escucho lo que el doctor dice pero no lo observo en todo momento. Estoy más enfocada en mi hermana al lado, tiene unas cicatrices iguales a las mías pero no son tan grandes. Había pasado varios meses, el proceso de curación fue extremadamente doloroso. Fui quien salió más perjudicada porque mi madre me había empujado hacia la pared que estaba en llamas, me tocó la peor parte a mí y prefería eso a que mi hermana hubiera resultado peor. Intento tocar su mano pero ella se aleja hasta quedar al otro extremo. Observo a mi padre y luce serio, tenso.

—Es decisión de ella —dice mi padre y se acerca a mí—. ¿Qué quieres hacer, cariño?

—No me llames así.

—¿En serio quieres tener esta conversación aquí? Después de todo lo que hemos pasado estos días...

—Quiero ir a casa.

Todo cambia de repente. Por un segundo me siento desconcertada hasta que comprendo que es un sueño, por un segundo se me pasa la idea de decirme que es un sueño, que despierte, pero no lo hago porque también son recuerdos.

Estoy en casa, mejor dicho en casa de Sara. Me veo en el espejo y luzco demacrada. Inevitablemente me quito la camiseta y volteo a ver mi espalda. Algunas partes siguen rojas y otras están casi marrones, haciendo que hayan arrugadas por la piel quemada. Me alejo del espejo y me pongo en posición fetal para empezar a llorar.

Mi hermana entra a la habitación. Esta acariciando mi cabello y no puedo dejar de llorar. Pensaba en mi madre encerrada, en lo que hizo con nosotras y por un segundo, desearía poder cambiar algo.

—Estoy aquí, estaré en los momentos que más me necesites —escucho a mi hermana—. Aquí estoy, Juls. Necesitas ir a un psicólogo por tu salud mental, si es de acompañarte lo haré.

—No me dejes sola, por favor no lo hagas.

—¡Juliette!

—Por favor, Iris. No me dejes...

—Preciosa, despierta. Juliette...

—¡Iris!

Mis ojos se abren de repente por un movimiento brusco y me encuentro con un Sean preocupado a un extremo, a su lado está Kenzie, quien es la que esta abrazándome. Creo que solo le permitía este tipo de contacto físico a mis amigas, por eso es normal que Kenzie esté a mi lado y no Sean, pues es ella quien me cuida cuando me pasan estas cosas.

—Te traeré agua.

Kenzie sale de la habitación y veo a Sean sentado en la silla que está en el escritorio con expresión indescifrable. Quiero decirle algo pero veo la hora y son las 4 de la mañana. La culpa se instala en mi pecho porque los he despertado.

—Aquí tienes —ella tiende el vaso de agua y lo tomo—. ¿Quieres que me quede?

—Estoy bien, solo fueron sueños.

—Vale, estaré en la sala mirando una película, si me necesitas me llamas —lo último fue más que todo para Sean, quien asiente en respuesta.

—Ven aquí —lo llamo.

Sean se levanta y va hasta mi lado para acostarse, antes de que me pregunte si puede tocarme, lo abrazo por el torso y me quedo acostada en su pecho. Su cuerpo parece tenso pero luego de uno segundos siento sus caricias en mi cabello.

—¿Quieres hablarlo? —pregunta con cautela.

—Fue difícil para mí despertar los siguientes días y darme cuenta de que las cicatrices eran peor de lo que imaginaba —comienzo y vuelvo a sentir su cuerpo tenso—. Mi padre había buscado a los mejores doctores para quitarlas o algunas de ellas. No pude hacerlo. Creo que en ese momento sentía que volvía a recodar todo lo sucedió y no era capaz de quitarlas.

En medio de la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora