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Era recién el mediodía, cuando llegaron a la Av. del libertador. Ese camino llevaba hasta la estación de Retiro, frente a la torre del reloj. Se detuvieron sobre la vereda de un Shell que se hallaba al lado de una concesionaria y de un restaurante. La calle se hallaba completamente vacía, salvo algunos vehículos abandonados, sin embargo, ninguno tenía la llave; probablemente se la había llevado algún que otro dueño de los mismos. Quizás, para Leo, hubiese sido bueno llevarse un Peugeot abandonado, justificado por estar en pleno apocalipsis arácnido. Caminó hasta la esquina, y observó un puente que recorría la zona, y pasaba casi por encima de ellos. La sensación de vértigo era aún mayor cuando observaba la punta de los edificios, los cuales tendrían un aproximado de cien metros. Tampoco había ninguna señal de vehículos aéreos en absoluto.

Leo observó a su alrededor, y se dio cuenta que dentro del Shell había dos cuerpos humanos, y ambos estaban partidos por la mitad.

—Creo que nos estamos metiendo en la boca del lobo. —advirtió Sergio.

—Estoy casi seguro de que tenés razón —dijo Leo—. El lado bueno es que ya estamos en Retiro. —agregó.

El grupo cruzó la calle hasta un gran paredón que tenía anuncios pegados «ADQUIERE STAR+» tenía inscripto. Leo observó hacia la Av. del libertador, dónde a duras penas podía distinguir el final.

—Tenemos que caminar por ésta zona. —dijo Leo.

—Sí —replicó Sara—, una vez fui a Zona Portuaria, cerca de la villa treinta y uno.

—¿Creen que nos espere algún bicho raro allá? —inquirió Melanie con algo de ansiedad.

—No lo sé —espetó Leo—, pero nos daremos cuenta cuando estemos allá. Igual tenemos en la espalda varias espadas que nos otorgó nuestra colmena. Al parecer le pertenecía a una logia masónica.

—Nunca entendí que era la masonería —dijo Melanie—, pero siempre me dio curiosidad saberlo.

—Un grupo que liberó el mundo. —replicó Leo.

—Entiendo. —repuso Melanie.

Caminaron por la Avenida Libertador, unos cuantos metros, y se toparon con la S.A.R, el cuerpo argentino de rescate. Y a su lado un museo ferroviario. El grupo siguió por esa ruta hasta una estación de colectivos (buses) que se hallaba en la misma.

—Ya casi llegamos. —dijo Felipe.

—Sí, creo... —repuso Leo.

El grupo se dirigió nuevamente hacia el lado dónde en el fondo se podía observar una minúscula torre, y se toparon con la estación de trenes de Retiro, y dos hombres que se hallaban en ella. A Leo le pareció curioso, debido a que no se solía encontrar gente por esos lugares, sin embargo, se acercó a ellos con mucha cautela.

—¡Eh! —llamó Leo— ¡Perdón! ¿Son supervivientes como nosotros?

—¡Andá a cagar! —dijo uno de ellos—, seguramente querés robarnos.

—No —alegó Leo—, no es nuestra intención. Somos de un grupo de supervivientes llamado La Colmena.

—¡No nos interesa tu vida! —interrumpió el otro—, ¿cómo puedo confiar en alguien que se me aparece de repente?

—Bueno, si no quieren venir, entonces nos vamos. —dijo Leo. El grupo comenzó a marcharse de ahí.

—¡ADIOS, HIJOS DE PUTA! —gritaron los hombres.

Tren sin destino © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora