Leo le explicó a Juan todo lo ocurrido en el transcurso del viaje que tuvieron por las periferias de Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Todo ese hecho dejó boquiabierto al líder, sin embargo, logró deducir algo; si las arañas actúan como una conciencia sola, entonces significa que su centro es la reina misma. Por un motivo la protegen tanto, la reina es muy importante para ellas.
Los sucesos de ese día habían sido catastróficos, pero algo de información habían logrado sacar de ahí. Al final de todas las terminales se encontraba el semillero de seres arácnidos que erizaban la piel a aquel que los vieran, sin embargo, Leo, Melanie, Sergio y los demás habían logrado atravesar las compuertas y descubrir un macabro suceso digno de teorías conspirativas, pero verídico, al fin y al cabo. La cara de Juan, a medida que Leo contaba lo ocurrido, cambiaba a una de sorpresa e interés. Seguramente Juan no hubiese querido estar ahí. Leo tenía a todos sus testigos del hecho, y también desde la otra colmena, en la cual antes de regresar habían llevado a Sara y a Felipe. Leo había saludado a Federico, y poco después regresó a la cafetería antes de que no quede ni rastro de luz en las calles. El café de Marco era la única fuente de luz disponible en toda la calle, y eso se podía notar con solamente asomarse por el ventanal del edificio. En un día normal, cualquiera podría intuir un posible asalto dentro de las penumbras en la zona, sin embargo, lo peor que podían pensar en ese momento es que algún monstruo los esté vigilando si alguno salía.
Leo convino con Juan en que la mejor idea era buscar la forma de atacar a la reina, sin embargo, parecía ser una muchacha muy poderosa, tanto así, que con tan solo su llegada logró convertir a gran parte de los humanos —al menos en el país— en arácnidos. Las preguntas seguían recorriendo las mentes de los protagonistas. ¿De dónde vino la chica? ¿Qué había tras el portal al que llevaba la escalera? Y otras preguntas de ese tipo, las cuales no sabrían que respuesta podrían obtener de ahí. Él se levantó de su silla de madera, y se dirigió hasta el bar del edificio, dónde lo atendería un tal Martín, y ahí le pediría un vitel toné con un Chandon del bueno, y entonces lo comería con Sergio y Melanie, pero la cosa no salió como esperaba cuando vio que Luz estaba en la misma barra, sentada, bebiendo un Malbec, Cabernet Suavignon de la cava local. Sin embargo, Leo sabía que tenía que aprovechar comer en ese preciso momento debido a que en el futuro, cuando ya no hallen más alimentos, era muy probable que se dediquen a cultivar, sin embargo, sabían que la caza no era tan sencilla como en antaño, sobre todo porque el ser humano ya tenía un predador nuevo. Leo suspiró y se acercó a la barra, sin siquiera mirar a Luz.
—¡Hola, guapo! —exclamó Luz.
Leo no respondió, solamente se quedó callado en ese instante, sin embargo, Luz siguió insistiendo.
—Ya sabía que ibas a volver corriendo a mí —espetó Luz.
—Solamente estoy esperando a que me atiendan. —explicó Leo.
—Lo que digas, yo no volveré contigo. —repuso Luz.
—Tampoco quiero que lo hagas —respondió Leo—, totalmente lo contrario. Más lejos, es mejor. —agregó.
En ese momento llegó Martín, con una sonrisa de vendedor, miró fijamente a Leo mientras limpiaba una copa.
—¿Qué puedo ofrecerle? —preguntó.
—Un vitel toné. —replicó Leo.
—En seguida.
Martín volvió a entrar a la cocina para preparar los aperitivos, sin embargo, Leo sentía una gran incomodidad, así que se alejó de Luz y regresó a dónde estaba Melanie. Sí él tuviese que contar las veces que Luz le había hecho molestar en los últimos tiempos debido a su aire de superioridad, una moneda por cada una, serían diez monedas. Convivir con ella no había sido nada fácil, sin embargo, él intentaba dejar de lado ese pasado y enfocarse en lo que el presente tenía para traer; cómo el viejo refrán «El presente es el único tiempo existente», y así se resumía su filosofía de vida.
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Tren sin destino © ✔️
KorkuAlgo acecha a los pasajeros del tren desde las penumbras tras las ventanillas, y poco a poco ellos observarán a la muerte a los ojos. En el subterráneo de Buenos Aires, Leo volvía a su casa después de una larga jornada de trabajo, cuando por algún m...