54

5 1 0
                                    


Caminaron por la calle Viamonte, por una ruta similar a la que hicieron para ir al supermercado, pero tenían planeado desviarse por Paraná. Fueron a una marcha lenta con el fin de evitar ser descubierto por alguno de esos arácnidos, cuando en el recorrido lograron ver un cuerpo deformado y tirado en el suelo. Era el hombre paranoico del Jockey Club. ¿Por qué terminó ahí? Esa pregunta se la hizo Leo al momento de verlo. Un montón de arañas pequeñas salían de él como había pasado con el hijo de Jessica en el tren, y esa escena les llevo a unos malos recuerdos que ellos no querrían volver a tocar, pero sin embargo, en esa situación era casi imposible no hacerlo. ¿Por qué tuvo que pasarle eso? Volvió a preguntarse Leo, ¿Acaso mientras más le temes a algo, más probabilidad hay de que ocurra? No quiso caer en supersticiones dignas de una persona paranoica o con ansiedad, así que tomó un respiro. Melanie apartó la vista en el momento en que lo vio, al parecer no quería saber más nada acerca de cadáveres, y muy probablemente, si todo el problema se solucionaba, le quedaría un trauma de por vida a la pobre. Sergio ya estaba acostumbrado a ver ese tipo de cosas, sin embargo, tampoco significaba que no le produjera nada el estar en una situación como esa, ya que era muy tensa, además de horrible. Decidieron seguir avanzando mientras ignoraban el cuerpo de aquel hombre, con el fin de evitar morir de alguna manera agónica gracias a las arañas. Según el dicho en la colmena, la peor forma de morir es hervido vivo con aceite, pero tampoco sabían qué tan dolorosa sería la sustancia que los arácnidos inyectaban en sus víctimas antes de matarlas, o que mueran por la misma. Era un ida y vuelta del cual no querían hacerse cargo.

En esa calle, giraron hasta Paraná, en la cual se encontraba el edificio del Club Universitario de Buenos Aires (CUBA), otro club similar al Jockey Club, pero para universitarios que fueran invitados por otros miembros. El edificio era similar a los anteriores, como la sociedad científica, el círculo italiano o hasta el mismísimo Jockey Club. Leo tocó el timbre, el cuál sonó, quizás gracias a unos generadores que probablemente adquirieron como en el café de Marco. Leo no pudo dejar de pensar en el cadáver del hombre que se hallaba en la calle Viamonte, ni tampoco en el pequeño Timmy, cuándo murió de manera trágica en el tren, o quizás la muerte de Jessica, que se suicidó después de llegar a la colmena. Una serie de situaciones desafortunadas con las que no querían seguir lidiando. La puerta del CUBA se abrió, y salió otro muchacho joven con unas gafas redondas como las de Harry Potter, un pulóver bordó el cual escondía debajo una camisa con corbata. Parecía un chico sacado de Harvard, aunque realmente no lo era.

—¡Muy buenas! —exclamó el chico.

—¡Hola! —replicó Leo—, ¿Qué tal? Vengo para entregarte un Walkie...

—Sí —interrumpió el joven—, entiendo. ¿Te envió Juan?

—¿Cómo sabes?

—Pues él era el tecnológico de nuestro grupo universitario. Recuerdo cuando se quedaba todo el día experimentando con sus... Beduinos o como se llamen esos aparatos que parecen un Motherboard en miniatura —Después recordó el nombre—... era Arduino, me acordé. Él era todo un freak en nuestro grupo.

—En ese caso, entonces era muy evidente que era él. —dijo Leo.

—Sí, era todo un genio en esas cosas que a mí nunca se me dieron bien.

—Al parecer era un genio. Ahora está liderando nuestra colmena, y lo hace perfectamente bien. Suerte que lo tenemos —dijo Leo—. Y bien, él creó un sistema monetario en nuestra colmena.

—¿En serio? —preguntó el joven— es todo un genio, un sistema monetario propio dentro de una colmena. Creo que le voy a robar la idea —bromeó—. Por cierto, me llamo Santiago Casan.

El joven extendió la mano a Leo, quien le devolvió el saludo. Su mano poseía una calidez que contrarrestaba con el frío del ambiente, por aquel entonces invierno. Era como un irradiador que emitía cómodo calor en el helado mes de junio. Leo sentía una gran comodidad en cada una de las colmenas a las cuales él visitaba, y sentía que era bienvenido, sin embargo, no siempre tenía la oportunidad de quedarse en todas ellas ya que su objetivo tenía que ser completado lo antes posible. A Leo le interesó, en ese instante, averiguar por la forma en la que estaban repartidas las colmenas en todo el centro de la ciudad, y también tenía curiosidad por saber si se habían formado colmenas en otros lugares del país, tanto como si quiera conocer si el desastre se había dispersado a otros países aparte de Argentina. Leo coincidió con Sergio durante su estadía en la colmena en que los demás países tampoco se salvaron, debido a la falta de actividad en las redes de internet en los momentos anteriores a que se caiga el sistema.

—Encantado. —dijo Leo.

—Es todo un placer. —contestó Santiago...


Tren sin destino © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora