La colmena en el Café de Marco recibió a Federico en su refugio, y esa noche la iba a pasar con ellos. Juan se comunicó con la colmena del Petit Colón mediante unos viejos Walkie-Talkies de los noventa, los mismos que usaban en el comité de la fraternidad universitaria Lápices y Libros de la Universidad de Alem cuándo Leo la había cursado. Él recordó los antiguos momentos esforzándose para ayudar al resto de los estudiantes del campus, entrando en él con sus típicos cuadernos Rivadavia, anotando a toda prisa aquello que hablaban en cada reunión cuándo fue el secretario electo. Aunque era parte de un grupo, normalmente se aislaba en la soledad, ya que casi nadie solía hablarle. Ellos luchaban para mejorar la calidad de los estudios universitarios en ese lugar, y solían ser boicoteados por el centro de estudiantes.
Poco antes de la usual cena de la facción, él entró al edificio, cuando se dio cuenta que habían entrado nuevos supervivientes; una familia, la cual se había quedado en la Línea A del tren subterráneo, en el momento en que las arañas aparecieron. En su caso, o se encontraron con ninguna sino hasta salir del túnel en Avenida 9 de julio, frente a un McDonald's, cuando vieron a los bichos tejer su tela de araña sobre ellos. La familia Pérez tenía como integrantes a Carolina Rosenberg y Roberto, quienes eran los padres de un niño de diez años llamado Santiago, y una niña de siete años llamada Samila. También se encontraba su abuela, Norma, de setenta y nueve años de edad, viuda de su esposo, Fernando Pérez, quien falleció de leucemia tres años antes.
Durante la cena, Melanie se había sentado junto a Leo, y Sergio de su otro lado. Llegó Diego con los platos, los cuales tenían una mezcla entre pollo, milanesas de ternera, cordero y ensaladas.
—Encantado. —dijo Leo, mientras se llevaba un bocadillo a la boca.
—¿No vieron a esos bichos? —carraspeó Norma—; cuando los vi por primera vez, me quería morir, ¿viste? ¡Son tan grandes! —agregó manteniendo un ademán de sorpresa en sus expresiones.
—¡Silencio! —interrumpió Juan.
Inmediatamente la sala quedó en silencio, no se podía oír nada más que los sonidos ambientales, cuando Juan dijo:
—¡Felicitaciones a los que fueron a la expedición! —hizo una pausa y siguió—. Regresaron justo para el funeral de Jessica, con un montón de comida en un carro, y con mucha información para otorgarnos. Esos monstruos, esos malditos monstruos de los cuales no sabemos nada, no nos ganarán. Nosotros tendremos que buscar la forma de que regrese nuestro mundo a la normalidad.
Toda la sala se llenó de aplausos y felicitaciones de la gente, hasta que nuevamente entró en silencio.
—Sobre lo que haremos, será enviar a nuestro equipo expedicionario a la dirección que se nos dio. Mugica, Zona portuaria. —anunció Juan.
Los aplausos regresaron a la sala, Leo miró a Melanie y a Sergio, pues otra vez les tocaría salir, sin embargo, Sergio tenía más motivación para hacerlo, pues aún tendría que saber cómo estaba su familia, de la cual no pudo mantener contacto desde que comenzó todo. Leo y Melanie eran indiferentes al hecho.
Todos se habían levantado, y estaban por irse a dormir, cuando Leo comenzó a hablar con Sergio y Melanie.
—Madre —dijo Samila—, madre. Quiero que ese chico sea mi novio.
Leo logró observar que ella se refería a él, y le provocó una sensación bastante negativa, a comparación de Melanie, quien parecía sentir ternura.
—No, niña —dijo Leo, esbozando una sonrisa forzada—, no. ¿No crees que aún no tenés edad para eso?
—¡No! —exclamó Samila— ¡Vos sos héroe! —agregó.
—Aún sos muy chiquita —dijo Leo—, espera a crecer, y ahí puede que nos arreglemos. —agregó, aunque sabía que realmente eso no iba a pasar, solamente quería tranquilizarla para que lo deje de molestar y seguir conversando con su grupo; cosa que sirvió. Leo logró observar cómo la abuela de la familia hizo el ademán de querer echar Coca-Cola a un vaso, pero no se dio cuenta que la botella estaba tapada. Oyó a lo lejos a la niña decir «¡quiero ser grande!», a lo que iba a contestarle que eso dolía pero prefirió guardárselo.
—Bien. —dijo Sergio.
—Bueno, yo estaba —dijo Leo—... Sí, mañana va a estar jodida la cosa.
—Yo creo que sí. —replicó Sergio.
—Ni me lo digas. —exclamó Melanie.
—Hay que ir a ese lugar... se llamaba —dijo, hizo una pausa y prosiguió— Barrio Mugica, en la zona portuaria precisamente. —agregó.
—Pues sí —repuso Sergio—, ya sabemos cuál es la dirección.
—Che, Sergio —llamó Leo— ¿No te parece raro el hecho de que se armaran facciones de forma tan rápida?
—Un poco —dijo Sergio—, pero mañana le preguntaremos a Juan qué ocurrió, así estamos al tanto...
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Tren sin destino © ✔️
HorrorAlgo acecha a los pasajeros del tren desde las penumbras tras las ventanillas, y poco a poco ellos observarán a la muerte a los ojos. En el subterráneo de Buenos Aires, Leo volvía a su casa después de una larga jornada de trabajo, cuando por algún m...