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La noche había avanzado increíblemente bien en lo que quedaba, hasta que todos despertaron. La noche anterior se habían levantado las sillas sobre las mesas, y colocado en las paredes para poder dormir dentro de carpas y bolsas de campamento que alguien logró recuperar de una armería cercana de la zona en el momento de la aparición de los seres. Leo se quedó con la duda sobre lo que había ocurrido, así que se acercó a él; Osvaldo se hallaba en ese momento bebiendo un café en una de las mesas que había rearmado.

—Osvaldo —llamó Leo—; ¿Estuviste presente mirando qué ocurrió fuera?

—Sí, Leo —dijo Osvaldo—; por supuesto. En ese momento me encontraba en un ascensor de un edificio.

—¿Podrías detallarme cómo fue? —inquirió Leo.

Osvaldo tomó otro sorbo de café, mientras que su rostro parecía pensativo. Dejó la taza en la mesa, y se dirigió hacia Leo.

—En ese momento estaba subiendo para la segunda planta —explicó—, pero escuché algo así como una explosión en el momento en el que había llegado a dicho piso. Antes de que las puertas se abran, las personas que estaban ahí cayeron al suelo inconscientes —hizo una pausa y siguió—. Yo salí del ascensor, y a medida que caminaba, vi como uno de los cuerpos se transformaba en una cosa parecida a una araña. Entonces corrí nuevamente hacia el primer piso por las escaleras. No estoy seguro si esas cosas me seguían, porque no volví la vista en ningún momento.

—Después llegaste hasta acá, ¿No?

—Sí. Los chicos de nuestra colmena me acobijaron. —Terminó Osvaldo. Leo, en vez de aclarar sus dudas, comenzó a tener más. ¿Cómo es que toda esa gente se transformó en un montón de arañas? ¿Por qué se salvó Osvaldo?

—Disculpa, me urge ir al baño —dijo Leo—; espérame un momento.

Leo se levantó, y caminó hasta la gran mesa que se encontraba al fondo a la derecha del local, y de ahí fue al pasillo del baño. Notó que su ex ya no estaba en el saco de dormir. Se acercó al baño, y se dirigió a orinar. Se lavó las manos y salió de ahí. En la puerta se topó con una mujer.

—Así que vuelvo a verte —dijo Luz—. Creí que habías muerto; al menos habrías tenido el privilegio de tenerme como pareja una vez.

—Ya, tengo cosas que hacer. —dijo Leo, siguió su camino, saliendo del pasillo por una puerta de cristal.

—¡Leo! —llamó Sergio con un aire de preocupación— ¡Vení un minutito!

Leo se fue a ver a Sergio, quien su voz se hallaba en el almacén del lugar. ¿Querrá algo en especial? Pensó.

Tren sin destino © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora