Capítulo 2

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Me di la vuelta un segundo para ir a por el balón que se había escapado, y a los que me quise dar cuenta, aquel extraño niño había llenado su cara de barro. Iba a reírme, algo que me encanta hacer, pero claro, padre siempre decía que no debía expresar lo que siento tan a la ligera ya que eso podría manchar mi reputación.

-Perdona ¿Porque estás intentado aguantarte la risa? - me pregunto algo desconcertado.

-Es que mis padres siempre me han dicho que no debería mostrar mis sentimientos- le conteste con un gesto de decepción pintado en mi rostro.

-Pues no entiendo porque- me contestó volviendo a tener esa sonrisa en la cara- ya que reír es algo maravilloso y todo el mundo debería poder reírse- y así por las buenas comenzó a reírse, y yo detrás de él. No entendí como lo hizo pero desde aquel momento no deje de reír con él a mi lado.

-Oye a todo esto no se como te llamas- caí en la cuenta una vez acabamos de reírnos- yo soy Ricardo, encantado.

-Yo soy ...- alguien gritando Gabi le interrumpió- Bueno ya lo has oído, me tengo que ir, ¿Quieres que nos veamos mañana por la tarde aquí?

-Claro aquí estaré- Conteste con una sonrisa, que al final de tanto rato con él me contagió.

Llegue el día siguiente al parque del día anterior y allí estaba, con sus inconfundibles dos coletas y su enorme sonrisa, y pasamos aquel día como el anterior,  simplemente siendo felices, así como niños que éramos. Le dije que si al día siguiente prefería venir a mi casa y aceptó sin dudarlo.

Cuando llego a mi casa se sorprendió de lo grande que era, probablemente era el primer amigo al que llevaba a casa, ya que no era muy bueno haciendo amigos, pero no sé porqué, con Gabi se me hizo muy fácil entablar amistad. Lo guié a mi cuarto nada más entrar para ponernos a jugar.

-¿Te gusta?- le pregunté viendo que no contestaba

- ¿Que si me gusta?- dijo con un brillo en sus ojos azul cielo- Me encanta, y además es tan grande como mi salón aunque...

-¿Aunque qué?- dije mirándole a los ojos

-Bueno es que, es algo sosa- dijo molesto, no entendía como le podía molestar que mi cuarto no fuera de su agrado, pero no me molestó que fuera sincero conmigo.

-Es que mis padres me obligan a tenerla así- dije con un gesto tristón. Aunque el chico ya había desviado su atención hacia otro objeto de mi enorme cuarto.

-Tienes un piano, como mola - Exclamó alegremente- ¿Sabes tocarlo?

-Pues claro que sí, sino ¿para que lo tendría?

El chico se avergonzó un poco sobre su pregunta tan obvia, pero yo lo único que hice fue acercarme para hacerle una demostración. La acabar de tocar se le veía con una mirada llena de fascinación y orgullo, no se podía creer que tuviera un amigo que a sus seis años de edad tocara el piano de la forma en la que lo tocaba yo.

Y así fue como la amistad entre el pelirosa y yo comenzó. Se podría decir que era una persona muy afortunada por tener a Gabriel en mi vida.

El viaje que lo cambió todo | Inazuma elevenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora