Capítulo 1

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Ahí estamos, Gabi y yo en mi cuarto, tomando té de limón, el favorito de este. Hablando de cualquier cosa, hasta que me hizo una pregunta que me desconcertó un poco.

-¿Te acuerdas de como nos conocimos?- me dijo Gabi.

¿Acordarme? Claro que me acuerdo, no olvidaría aquel día nunca, ya que gracias a ese día, pude comenzar a ser yo, y no dejarme controlar por mis padres.

Recuerdo que era verano, más exactamente julio, un día de mucho calor, pero yo no podía salir de casa ya que mis padres estaban de viaje, como hacían siempre, y me dejaron con Valentina, la criada de casa. La quería, y la sigo queriendo, de una forma monumental, casi más que a mis padres, ya que al pasarse la vida fuera de casa apenas los veía.

Recuerdo además, que esa tarde me aburría muchísimo, por lo que fui directo al salón donde se encontraba Valentina, a ver si quería hacer algo conmigo.

-Valentina- dije con esa mirada inocente de niño- ¿Podemos salir al parque que hay al lado? Es que aquí dentro me aburro mucho y no puedo jugar al fútbol- añadí con la cabeza algo gacha.

-Pero señorito Ricardo, sabes que no podemos salir ahora que hace tanto calor, igual te derrites- dijo con esa enorme sonrisa que me encantaba ver.

-Por favor- le rogué - y si me derrito, me metéis a la nevera y ya está, o podemos comprar un helado de vuelta a casa.

- Venga, está bien, pero si te derrites y luego te falta un dedo porque está en el parque se lo explicas tú a tus padres ¿entendido?

- Sí - asentí con una gran sonrisa llena de ilusión en la cara, ya que Valentina, al contrario que mis padres, nunca me echaría bronca por expresar mis emociones. Es más, le encanta que lo haga y ese es uno de los motivos por los que la quiero tan incondicionalmente.

Una vez cogí el balón de fútbol y llegamos al parque, vi a un niño un poco extraño. Ya para comenzar su aspecto físico me recordaba más al de una chica que al de un chico ya que tenia su pelo rosa atado en dos coletas, las cuales le quedaban muy bien. Y para continuar no sabía muy bien que estaba haciendo ya que estaba corriendo entre los árboles e iba y venía todo el rato. La verdad, no entendía muy bien a qué se debía ese comportamiento, así que me acerque a preguntarle.

-Oye, ¿Qué estás haciendo? - pregunté sin pensármelo dos veces.

-Estoy practicando para poder unirme al equipo de fútbol alevín el año que viene, pero como no tengo balón, lo hago así. - Me dijo con una expresión orgullosa en la cara y una gran sonrisa que acompañaba a esta.

-Pues yo si que llevo un balón de fútbol. ¿Te gustaría jugar conmigo? - le pregunté.

-Si, muchísimas gracias- me contestó sin borrar esa enorme sonrisa de su cara, es más creo que se hizo más grande con ese gesto.

Y así pasamos la tarde, jugando tan tranquilos al fútbol, algo que nos encantaba a ambos. ¿Era extraño verdad? Dos niños que no se conocían de nada, acaban de hacerse amigos con el simple hecho de pegarle patadas a un balón. Pero al darme la vuelta encontré algo que no me esperaba.

El viaje que lo cambió todo | Inazuma elevenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora