Capítulo 22 - Mi corazón intenta hacer pellas

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DAMIANO

TRES MESES EN EL FUTURO

Miro a mis amigos. No sé en qué momento pasó todo esto.

O sea, todo iba perfectamente. Sandra y su hijo estaban bien y sanos. Jack acababa de volver a nuestras vidas, aparentemente arrepentido. Luca y John se acostaban. Y tanto Evelyn como yo estábamos disfrutando mucho de nuestra relación.

Ahora que lo pienso, sí que hubo advertencias por el camino.

Quizás la primera nos llegó con el nacimiento de Matteo.

Todos se veían bien.

Pero si tuviera que elegir el momento cuando mi psicópata empezó a actuar extraño sería ese.

PRESENTE

EVELYN

Creo que ni los reyes tienen un comité tan bueno como el de este bebé.

Matteo va en brazos de su madre, que sólo tiene ojos para él, y rodeado por nada más y nada menos que otras cinco personas.

Sí, porque Jack parece haber vuelto, aunque mantiene las distancias.

Yo también lo haría si tres chicos me mirasen como buitres ante carne en putrefacción. Ya, no es mi metáfora más elegante pero creedme, es un fiel reflejo de la situación.

Supongo que Sandra ha podido darle una segunda oportunidad a modo de prueba, pero aún tiene que ganarse una por parte de los chicos.

No me fío de él, pero igual me da pena.

Salimos de la habitación donde han dormido Sandra y el pequeño Matteo para dirigirnos hacia una salida en la parte de atrás del hospital. La delantera está llena de cámaras, pero, moviendo algunos hilos, Jack nos ha conseguido poder esquivarlas. No me preguntéis cómo. Supongo que es una de las cosas que hace para tratar de volver a conseguir la confianza de Sandra.

Ya fuera del hospital Sandra aparta por primera vez la vista del bebé.

- ¿Y mi bolso? - Pregunta.

Todos nos miramos.

Ninguno lo tenemos.

- Volveré a por él. - Dice Jack.

Está claro que nadie quiere dejar que Jack se haga cargo de nada.

- Voy contigo. - Digo yo.

Suelto la mano de Damiano y acompaño a Jack de vuelta al hospital.

Andamos cosa de un minuto en silencio. Una vez dentro es cuando se atreve a hablar.

- Tú pareces ser la única que no me odia. - Alzo la mirada.

- Odiar es una palabra muy fuerte.

- Ya, pero es exactamente lo que les pasa a ellos. - Me gustaría negarlo.

Sin embargo, su comportamiento no me ayuda.

Llegamos al mostrador y preguntamos por el bolso.

- Justo acaban de traerlo. - Dice la enfermera y nos lo tiende.

- Gracias. - Respondemos a la vez.

- Son buenas personas. - Digo cuando damos media vuelta.

- Lo sé, y no lo niego. Sólo destacaba el hecho de que tú no pareces odiarme.

- Y no lo hago - digo -, pero no significa que me fíe de ti.

- Prefiero que no lo hagas. Estos días ni siquiera yo me fío de mi mismo. - Hago una mueca.

Tenemos un añoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora