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Bastó solo un disparo para que el centro comercial entrase en pánico. Fue el instinto lo que provocó hombres, mujeres y niños presentes, soltaran lo que fuese llevasen en las manos, y se tirasen al piso.

-Este lugar está lleno de civiles, como es posible... -exclamó el hombre, quien había salido aquella tarde a comprar ropa con sus dos hijos, y ahora se encontraba agazapado detrás de un par de maniquíes que él mismo se había encargado de tirar, para que le funcionasen como barricada.

Un segundo disparo provocó gritos y llantos. Si la cosa continuaba así, seguramente se perderían vidas inocentes, por lo que el hombre y sus dos hijos varones sabían no tenían otra opción: había que huir.

-Las averiguaciones las haremos más tarde –dijo, a lo que sus dos hijos asintieron en silencio.

En menos de un segundo, cada uno de ellos rebuscó en sus cinturones, y no tardaron en preparar sus armas.

Emprendieron la carrera por aquel pasillo, sin embargo, un tercer disparo proveniente de una nueva dirección, los obligó a agacharse, confirmando sus sospechas: se enfrentaban a más de uno.

Una nueva serie de disparos provocaron una nueva oleada de gritos y llantos, así como de explosiones al impactarse contra los cristales. Agachados como estaban, el trío se apuró a llegar al final del pasillo, y esquivando un par de balas más, giraron a la izquierda, con dirección a la salida de emergencia más cercana.

No habían avanzado ni un par de metros, cuando una bala se incrustó en el muslo del padre, y entonces, salido de la nada, un hombre lo interceptó, tacleando al herido, aprisionándolo contra el suelo, y presionando su pistola contra su mejilla.

-¡Papá! –gritó el menor de los muchachos, al tiempo que apuntaba su arma contra aquel enemigo, y disparaba.

Sin embargo, había sido tanta la conmoción que le había temblado el pulso, y la bala apenas y había rozado la gorda mejilla del atacante.

Dono! –exclamó el mayor de sus hijos, y al igual que su hermano menor, apuntó su arma y disparó.

En su caso, la bala se incrustó justo en medio de la frente del atacante, y salió limpiamente por la parte posterior de su cráneo. Mientras aquel hilo de negra y espesa sangre empezaba a resbalar por su rostro, el padre de ambos muchachos le dio una patada con su pierna buena, y se lo quitó de encima.

-¿Papá, estás bien? –preguntó el menor de sus hijos.

-¡No es el momento para eso! –lo reprendió su padre, y tras apretar firmemente los dientes, apoyó todo su peso en su pierna herida, y se incorporó-. ¡Vámonos!

Una nueva serie de disparos intentaron darles alcance, pero el trío se encargó de responder del mismo modo. Esperando no haber dado por error a ningún civil, continuaron corriendo, sin mirar atrás más de lo necesario, y apenas un minuto y medio más tarde, habían salido del centro comercial, subido al auto blindado, y alejado de allí, perdiéndose en el tráfico, a toda velocidad.

 Esperando no haber dado por error a ningún civil, continuaron corriendo, sin mirar atrás más de lo necesario, y apenas un minuto y medio más tarde, habían salido del centro comercial, subido al auto blindado, y alejado de allí, perdiéndose en el ...

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