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-¡¿Se puede saber qué se supone están haciendo?! –chilló Junkyu.

-Manteniéndolos con vida –fue la respuesta de Yoshinori-. Mientras menos sepan de lo ocurrido aquí hoy, mejor.

Un nuevo disparo los hizo meterse dentro del McDonalds, y esconderse detrás de uno de los asientos empotrados en la pared. No era la mejor defensa, pero era todo lo que tenían.

-¿Cuántos son? –preguntó Yoshinori. Haruto se apuró a incorporarse, y tras dar dos rápidos disparos, volvió a esconderse detrás del asiento.

-Al menos diez.

-Tenemos que sacarlos de aquí –dijo Junkyu, confirmando que tanto Mashiho como Hyunsuk aun respiraban-. Primero la vida, después las averiguaciones, ¿recuerdas?

El mayor de los Kim hizo lo posible para no rodar los ojos. Claro que lo recordaba.

-Tú te encargas de mantener a salvo a Takata –respondió Yoshinori, al tiempo que él también se incorporaba para regresar los disparos-. Haruto, Choi es tu responsabilidad. ¿Recuerdan dónde estamos estacionados?

-¡No te vamos a dejar solo! ¿No escuchaste? –gruñó Junkyu-. ¡Primero la vida significa la de todos!

Pero Yoshinori no escuchaba.

¿Querían los Park una respuesta de un Yakuza? Pues eso sería justo lo que obtendrían. Y la única manera en la que un Yakuza salvaba su vida, era terminando con la del enemigo.

-Trataré de abrirles paso –dijo Yoshinori, revisando el número de municiones que tenía. Si las cuentas de Haruto eran correctas, tenía diez tiros antes de tener que recargar su semiautomática, y como no traía repuestos, aquello significaba que no había oportunidad para errores.

Junkyu se echó a Mashiho al hombro, y Haruto hizo lo mismo con Hyunsuk. Corrieron en cuclillas, lo cual ocasionó las balas enemigas pasasen por encima de ellos a escasos treinta centímetros de sus cabezas. Dos tiros certeros de parte de Kanemoto fueron los que les permitieron salir del McDonalds, y otro par de tiros más fueron los que les dieron pase libre para acercarse a la puerta de emergencia más cercana, y así, lograron salir por aquel desierto pasillo de servicio.

-¡No nos están siguiendo! –dijo Junkyu, al tiempo que golpeaban con aquella otra puerta de emergencia, y tras abrirla, finalmente se encontraron fuera del centro comercial, donde la noche tranquila les indicó que nadie fuera del recinto era consciente de lo que ocurría allí dentro.

Corrieron por el estacionamiento, aún con los muchachos inconscientes en sus espaldas. No les tomó más de dos minutos llegar al auto, donde tras abrir las puertas, los echaron al asiento trasero, como si se tratasen de simples costales de papas.

-¿Qué esperas? –dijo Junkyu, al tiempo que se sentaba detrás del volante, e introducía la llave-. ¡Sube!

-¿Es que acaso no escuchaste lo que tú mismo dijiste? –lo reprendió Haruto, extendiendo su mano, en un claro indicio de que quería el arma del muchacho-. No nos han seguido. El blanco no somos nosotros. Es Yoshi-kun. Tengo que volver.

Junkyu contuvo un gruñido, y se apuró a arrojarle su semiautomática al adolescente. Si planeaban combatir y de paso perder la vida, aquel no era problema suyo. Cerró entonces la puerta, y apenas cinco segundos más tarde, se alejó de allí a toda velocidad.

Haruto regresó por donde habían salido. No habían gastado más de dos balas cada uno al huir, por lo que Watanabe estaba seguro sus municiones eran más que suficientes. Sin embargo, al patear aquella puerta de emergencia y rodar por el suelo para ponerse a cubierto, automáticamente entendió las cosas no serían tan sencillas.

Gang BerryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora