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Era su amigo, y allí se encontraba, apuntándolo con su semiautomática. ¿A caso sería capaz de caer tan bajo? Sin embargo, Kanemoto Yoshinori recordó como Choi Hyunsuk acababa de confesar sus sentimientos hacia Park Jihoon (y éste le había correspondido), y repentinamente, ya no pensaba de manera tan clara.

Era un pensamiento idiota, pero de un modo u otro se le había metido a la cabeza.

Si no lo tengo yo, no lo puede tener nadie.

Aquel estúpido y enfermizo pensamiento era lo que le impedía bajar el arma.

Por su parte, el primer pensamiento de Park Jihoon fue que Kim Bangjeon acababa de volverse loco. Su segundo pensamiento fue que podía simplemente decir que haría lo que se indicaba y una vez estuvieran fuera de peligro, podría retractarse. No había manera en que los Kim pudiesen doblegarlo... Eso hasta que recordó:

Yakuza.

Definitivamente Kim Bangjeon tendría sus métodos para hacerlo cumplir su palabra.

Se le acababan las opciones. Pese a que Jeongwoo había dicho fuerte y claro que él quería hacerse cargo del clan... ¡¿Qué diría su padre si lo escuchase?!

-Papá está en el hospital. Le han disparado. Le han extraído dieciséis balas, y siguen contando.

Era ingenuo pensar que su padre aún se encontraba debatiéndose entre la vida y la muerte. Kim Junkyu lo había herido de gravedad, su padre había muerto en el lugar de los hechos, y tanto para él como para Jeongwoo era ya demasiado tarde para despedirse.

Maldijo en su cabeza. ¿Cuándo había sido que todo se había ido al caño tan rápido?

Se le acababan las opciones, y se le acababa el tiempo.

Tragándose el orgullo, el mayor de los Park finalmente respondió.

-De acuerdo. Park Jeongwoo puede reclamar la dirección del clan Park. ¿Podemos irnos ya?

Kanemoto Yoshinori sonrió fríamente. Le dio su arma a Haruto (quien ya había tomado la suya del suelo y vuelto a colocarla en su cinturón), y poniéndose de cuclillas, se detuvo frente al rostro de Park Jihoon.

-Perfecto. Ahora solo necesitas cumplir tu palabra.

Se llevó la mano al cinturón, y de allí, esta vez extrajo un cuchillo. Pequeño. Extremadamente afilado.

-¿Qué se supone...?

-Has estado insistiendo mucho con los Yakuzas, Park. Quién iba a decir que ibas a terminar volviéndote uno.

Sujetó firmemente la mano derecha de Jihoon por la muñeca, y lo obligó a colocarla sobre el suelo frío, con los dedos extendidos. Jihoon entendió al instante lo que iba a ocurrirle.

-Ni siquiera Watanabe ha tenido ese honor –continuó jugando Kanemoto-. Como puedes darte cuenta, él aún cuenta con todos los dedos.

-¿Qué vas a hacerle? –preguntó Hyunsuk, pero nadie se interesó en responderle.

En vez de ello, Haruto se detuvo frente a él, cubriendo su campo de visión, y dándole una recomendación que el heredero de los Choi deseó más tarde haber tomado:

-Cierra los ojos.

El grito agudo de Park Jihoon les perforó los tímpanos. La sangre comenzó a correr por la loseta del piso, manchando aquel color amarillento, de rojo vino. No tardó mucho para que aquel olor metálico les ahogase la nariz. Hyunsuk sintió aquellas horribles ganas de vomitar, pero se contuvo. Lo mismo ocurrió con Park Jeongwoo.

Gang BerryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora